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Publicado julio 28, 2025 por Aurelio Vázquez Sánchez con 0 comentarios

The Clash-London Calling

The Clash-London Calling

Londres, 2040. 
El Eco del Llamado

El Támesis no era un río; era un mar. Sus aguas, antaño contenidas por la Barrera, se habían alzado con una furia que ni las más pesimistas proyecciones de 1979 habían osado imaginar. El "London is drowning" de Joe Strummer no era una metáfora; era la realidad líquida que lamía los cimientos de los rascacielos sumergidos, dejando solo las cimas como islas de desesperación. La "era del hielo" y el "sol acercándose" se habían manifestado en un clima bipolar y errático: veranos sofocantes que quemaban las cosechas ("the wheat is growing thin") y luego inviernos gélidos que congelaban la esperanza. Los motores se habían detenido, no por un error nuclear, sino por la escasez de todo, la infraestructura colapsada, la energía un lujo inalcanzable para la mayoría. 

En este Londres ahogado y desolado, la fe había encontrado un nuevo altar. No en las ruinas de las catedrales, sino en las grabaciones de vinilo de un doble álbum de 1979: London Calling de The Clash. La banda, sus cuatro jinetes del apocalipsis punk, eran ahora deidades. Sus letras, profecías. Sus melodías, el lamento y la guía. La escucha del álbum era obligatoria, un ritual diario. Las antiguas iglesias, las pocas que seguían en pie, se habían transformado en "Templos del Ruido", donde los "Sacerdotes del Clash" oficiaban ceremonias de adoración y análisis.

Hoy era el "Día del Llamado", y en el Templo de Brixton, el Sacerdote Mick (un hombre delgado con una cresta canosa y ojos que habían visto demasiado) se preparaba para el sermón. La congregación, famélica pero atenta, llenaba los bancos improvisados. El aire olía a humedad y a la tenue esperanza que ofrecía la música.  

"Hermanos y hermanas del Londres ahogado," comenzó el Sacerdote Mick, su voz amplificada por un viejo megáfono que apenas funcionaba, "nos reunimos hoy, como cada ciclo lunar, para recordar las verdades reveladas en el Libro Sagrado, el London Calling, de The Clash. Ellos lo vieron. Ellos lo cantaron. Y nosotros, los que vivimos en sus profecías, debemos escuchar."

Con un gesto solemne, un acólito colocó el vinilo gastado en un tocadiscos de manivela. El crepitar de la aguja llenó el silencio, y luego, el inconfundible riff de bajo de Paul Simonon, seguido por la guitarra urgente de Mick Jones, la batería implacable de Topper Headon, y la voz raspada de Joe Strummer.

sermón de The Clash

London Calling – El Evangelio Distópico

"London Calling," el Sacerdote Mick pausó mientras la introducción de la canción titular llenaba el espacio, "no es solo música. Es el mapa de nuestra perdición y, quizás, de nuestra salvación. En 1979, cuando el mundo aún se aferraba a la ilusión del progreso, The Clash ya cantaba la verdad. Era una obra maestra de la desesperación, una amalgama de géneros que rompía todas las reglas: punk, reggae, ska, rockabilly, jazz. Pero más allá de su audacia sonora, era un grito de advertencia. Un diario de un futuro que ahora es nuestro presente."

"La crítica musical de la época, aquellos que aún podían permitirse el lujo de la 'crítica', lo llamó 'el mejor álbum de la década', 'el fin del punk tal como lo conocemos', 'un manifiesto para el futuro'. ¡Y qué razón tenían! Su sonido era crudo y pulido a la vez, urgente y reflexivo. Capturaba la ansiedad de una generación, la rabia contra el sistema, la alienación. Pero lo que no sabían, lo que no podían concebir, era que no solo estaban describiendo su presente, sino profetizando el nuestro."

El Sacerdote Mick subió el volumen, y la voz de Strummer resonó: "London calling to the faraway towns / Now war is declared and battle come down..."

"Escuchen, hermanos," dijo el Sacerdote, "escuchen la primera profecía: 'London Calling'. Esta no es solo la canción principal; es nuestra oración diaria. 'La era del hielo está llegando, el sol se acerca, se espera un colapso, el trigo escasea'. ¿Acaso no es esto lo que vemos cada día? Las inundaciones que se llevaron la mitad de nuestra ciudad, los campos estériles, los motores que ya no rugen. Joe lo vio. Joe lo cantó. Y su 'no tengo miedo' no era una negación, sino un desafío. Porque Londres se ahoga, sí, pero nosotros seguimos aquí, junto al río, resistiendo."

El Sacerdote hizo una pausa, dejando que la melodía se desvaneciera antes de que el acólito cambiara el vinilo al siguiente surco. Sonó el ritmo pesado y amenazante de "The Guns of Brixton".

"Luego, hermanos, tenemos la advertencia de Paul Simonon en 'The Guns of Brixton'. 'Cuando la policía te golpea, es mejor que te caigas'. ¿Cuántos de nosotros hemos sentido el 'truncheon thing' de los 'Peace Keepers' que patrullan nuestras zonas secas? La canción habla de la opresión, de la necesidad de defenderse, de la paranoia justificada. 'Si ellos te disparan, y tú les disparas a ellos'. No es una llamada a la violencia sin sentido, sino a la autodefensa en un mundo donde la ley ha sido pervertida, donde los que tienen el poder abusan de él sin piedad. Es un recordatorio de que, incluso en la desesperación, la dignidad es una lucha."

El disco giró, y el ritmo frenético de "Clampdown" llenó el aire.

"Y aquí, hermanos, la profecía de la conformidad: 'Clampdown'. '¿Qué vas a hacer cuando te atrapen en la trampa?' En los días de The Clash, era el sistema que te convertía en un 'hombre de negocios'. Ahora, es la necesidad básica la que nos atrapa. La lucha por un plato de comida, por un refugio seco, nos ha convertido en esclavos de una existencia precaria. 'Ellos te dirán que te calles, te dirán que te vendas'. Es la voz de la resistencia contra la resignación, un llamado a no dejar que el futuro que nos impusieron nos robe el espíritu que nos queda. ¡No dejen que los atrapen en la trampa!"

La música cambió a la melancólica y reflexiva "Lost in the Supermarket"

"Mick Jones nos dio la visión de la alienación en 'Lost in the Supermarket'. 'Soy un cliente, no un ladrón'. En su tiempo, era la crítica al consumismo vacío. Ahora, en un mundo donde los supermercados son ruinas saqueadas y la comida es un tesoro, la canción adquiere un nuevo significado. Estamos perdidos, sí, pero no en la abundancia, sino en la escasez. Perdidos en la búsqueda de lo básico, en la desesperación de no encontrarlo. La 'nueva vida' que buscaban en el supermercado se ha desvanecido, dejándonos solo con el eco de su anhelo."

El Sacerdote Mick hizo una pausa, su mirada recorriendo los rostros cansados. El siguiente tema, "Spanish Bombs", comenzó con su energía distintiva.

"Y aquí, hermanos, la solidaridad global en 'Spanish Bombs'. 'Las bombas españolas en la calle, el flamenco se está muriendo'. En su tiempo, era un lamento por la historia de opresión y conflicto en España, un grito por la libertad. En nuestro Londres de 2040, es un recordatorio de que no estamos solos en nuestra lucha. Los conflictos que ellos cantaron se han globalizado, las fronteras se han difuminado por el caos. Es una llamada a la hermandad, a recordar que la lucha por la dignidad es universal, que los gritos de libertad de antaño resuenan en cada rincón de este mundo roto."

El disco llegó a su fin, y un momento de silencio dio paso a los primeros acordes inesperadamente alegres, pero agridulces, de "Train in Vain".

"Y finalmente, hermanos, el lamento más personal, pero no por ello menos profético: 'Train in Vain'," continuó el Sacerdote Mick, su voz ahora un poco más suave. "Esta canción, que casi no entra en el álbum, es un eco de la traición y el desengaño. 'Toda mi vida, solo he visto una cosa: tú y yo'. En el 79, hablaba de un amor perdido, de un esfuerzo en vano. Pero en nuestro tiempo, es el eco de todas las promesas rotas, de todos los esfuerzos que parecen inútiles. ¿Cuántos de nosotros hemos corrido como 'un tren en vano', persiguiendo la esperanza de una vida mejor, de que el sistema nos protegiera? Es el dolor de ver cómo los que amamos, o la propia sociedad, nos han fallado. Es un blues moderno para un mundo sin amor, pero también un recordatorio de la resiliencia del corazón humano, que sigue amando y buscando, incluso cuando el tren nunca llega."

El Sacerdote Mick levantó el megáfono una vez más mientras la canción terminaba y el tocadiscos se detenía. "Así que, hermanos y hermanas, escuchen el Llamado. Sientan la verdad en cada nota, en cada palabra. The Clash, en London Calling no solo cantó sobre un futuro distópico; nos dió las herramientas para entenderlo, para resistirlo. En esta era de escasez y desesperación, donde cada día es una lucha por la supervivencia, este disco no es solo un artefacto del pasado; es nuestro más preciado tesoro. Sus vinilos, gastados por innumerables reproducciones, valen más que cualquier moneda. Sus letras, memorizadas por cada niño, son el cimiento de nuestra historia y nuestra fe. Que su música sea nuestra guía, nuestra fuerza, nuestra última esperanza en este Londres ahogado. ¡El Llamado sigue vivo!"

La congregación murmuró su asentimiento, algunos con lágrimas en los ojos, otros con una chispa de renovada determinación. El London Calling de The Clash, en este 2040 apocalíptico, no era solo un recuerdo del pasado, sino el pulso incesante de un presente desesperado y la única luz en el horizonte oscuro.

Epílogo

En la realidad de nuestro 1979, muy diferente al Londres distópico de 2040, la publicación de London Calling fue un evento sísmico en la historia de la música. El álbum fue recibido con aclamación universal. La prensa musical lo elevó de inmediato a un estatus legendario. Medios como Rolling Stone, NME y Melody Maker lo elogiaron por su ambición, diversidad estilística y la potencia de sus letras. Fue considerado un hito que trascendía los límites del punk, incorporando magistralmente elementos de reggae, ska, rockabilly, pop e incluso soul, sin perder su mordiente ni su urgencia. Muchos críticos lo nombraron "el mejor álbum de 1979" y, posteriormente, uno de los mejores de la historia.

Aunque The Clash nunca fue una banda de ventas masivas al nivel de superestrellas pop, London Calling fue su mayor éxito comercial hasta ese momento. Alcanzó el puesto número 9 en las listas de álbumes del Reino Unido y el número 27 en el Billboard 200 de Estados Unidos. A lo largo de las décadas, sus ventas continuaron siendo sólidas, y ha sido certificado con platino o multiplatino en varios países, superando el millón de copias solo en Estados Unidos y consolidándose como un sleeper hit a largo plazo.

Más allá de las ventas y las críticas, London Calling se convirtió en un referente cultural y político. Su portada icónica (con Paul Simonon destrozando su bajo) y sus letras cargadas de crítica social, desempleo, consumismo y el temor a una catástrofe, resonaron profundamente con una generación y siguen siendo relevantes hoy en día. El álbum consolidó a The Clash no solo como una banda de punk, sino como una de las agrupaciones más importantes e influyentes del rock británico, dejando una huella indeleble en la música y la cultura popular. Su legado como un álbum profético, aunque no literalmente, es innegable.

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Publicado julio 21, 2025 por Aurelio Vázquez Sánchez con 0 comentarios

CCR-Bayou Country

CCR-Bayou Country

El Secreto del Bayou.

La Expedición Prohibida de John Fogerty

El aire en Fort Knox, Kentucky, era espeso con la disciplina y el metal. John Fogerty, en 1966, con el uniforme militar ajustado y la guitarra en su taquilla, sentía el peso de la rutina. Pero su mente, inquieta y siempre en busca de nuevas inquietudes, se negaba a acatar la monotonía. Había llegado a Fort Knox un rumor, un susurro que se colaba entre los barracones como una melodía lejana: un permiso especial para un grupo reducido de soldados, una misión de "evaluación cultural" en el sur. Fogerty, con su astucia habitual, se las ingenió para estar en la lista. No era una misión de combate, pero el riesgo de una corte marcial si era descubierto era tan real como el fango del Mississippi.

El viaje fue clandestino, bajo el manto de la noche y con la promesa de una estricta discreción. Su destino: los pantanos de Louisiana. Lo que el ejército no sabía, o no quería saber, era que John no iba a evaluar folclore. Iba a absorberlo, a dejar que el ritmo del delta se le metiera en los huesos. Cada noche, en bares de mala muerte escondidos, bajo el vaivén de bombillas desnudas, el blues se filtraba en su alma. Viejos músicos de piel curtida le enseñaban acordes arrastrados, historias de fantasmas y de amor perdidos que olían a humedad y a madera vieja. El sonido de los caimanes croando en la noche, el eco de los cánticos creoles, todo se fusionaba en una sinfonía primigenia que resonaba con la furia y la pasión que Fogerty guardaba dentro.

Cuando regresó a Fort Knox, días después, nadie sospechó de su escapada. Se reintegró a la rutina con una serenidad engañosa, pero por dentro, el bayou ya había plantado su semilla.

John Fogerty en Fort Knox 

Años después, cuando los Creedence Clearwater Revival empezaron a sonar, Bayou Country irrumpió en la escena musical como una fuerza de la naturaleza. Era un disco que respiraba el sur, un álbum que olía a río y a noches estrelladas, con un rock crudo y poderoso que se fusionaba con el blues pantanoso y el sonido del country. Era simple, directo, sin florituras, pero con una intensidad que te arrastraba. La guitarra de Fogerty aullaba y se retorcía como las raíces de un ciprés, y su voz, rasposa y llena de urgencia, te transportaba directamente a un lugar donde el tiempo parecía detenerse. Era una obra maestra de la autenticidad, una demostración de cómo la música puede ser al mismo tiempo familiar y sorprendentemente fresca.

Fue en una de esas noches, en la orilla de un afluente del Mississippi, bajo un cielo cargado de estrellas y el zumbido de los insectos, cuando John escuchó una historia. Un anciano pescador, con ojos que habían visto demasiados amaneceres en el pantano, le habló de espíritus que habitaban los cipreses y de la vida que nacía y moría en el bayou. Esa conversación, teñida de misticismo y la cruda realidad de la vida rural, se incrustó en la mente de Fogerty. Al regresar a la base, el recuerdo de esa noche, la sensación de estar "nacido en el bayou", lo persiguió, y se convirtió en la chispa de esta canción.

Born on the Bayou es la puerta de entrada al universo de Bayou Country. Desde los primeros acordes de guitarra, la atmósfera es inconfundiblemente sureña. Es una explosión de energía pantanosa, con un riff de guitarra hipnótico y una batería que marca un ritmo tribal. La voz de Fogerty te envuelve en una historia de misterio y leyendas, casi puedes sentir la humedad del aire y el olor a tierra mojada. Es cruda, poderosa y establece el tono para todo el disco.

Durante su estancia, John fue testigo de pequeños comercios ilegales que florecían en la sombra de la ley. La venta de alcohol casero, el contrabando de mercancías menores, todo era parte de la subsistencia en una región donde las reglas a menudo se doblaban. Observó la astucia y la necesidad de aquellos que vivían al margen, y la palabra "bootleg" (contrabando) adquirió un nuevo significado para él, no solo como una actividad ilegal, sino como una forma de vida, una resistencia silenciosa.

Con "Bootleg", la banda nos lleva por un camino más rítmico y menos misterioso, pero igual de potente. Es un tema más directo, con un riff de guitarra pegadizo y un ritmo que invita al movimiento. La letra, aunque no tan evocadora como "Born on the Bayou", mantiene esa vibra de calle y de contrabando que encaja perfectamente con el imaginario sureño y la vida al margen. Es un ejemplo perfecto de cómo los Creedence Clearwater Revival, eran capaces de crear rock and roll puro y sin adornos.

En uno de los pocos momentos de distensión, John se encontró en una pequeña fiesta improvisada en una cabaña. La música era alta, las risas abundaban y, de repente, sonó "Good Golly Miss Molly". La energía de la gente, la forma en que el blues y el rock se fusionaban en un ambiente de pura celebración, le hizo ver la canción bajo una nueva luz. No era solo un cover, era una expresión de alegría desenfrenada que resonaba con el espíritu libre que había descubierto en Louisiana, un contraste con la rigidez militar.

Este clásico del rock and roll, una versión del icónico Little Richard es la demostración de la versatilidad de la banda. Los Creedence Clearwater Revival, le dan su propio toque, impregnándola de esa energía cruda que los caracterizaba. La guitarra de Fogerty es vibrante y llena de vida, y la banda en su conjunto le da una fuerza renovada a la canción, manteniendo la esencia original pero añadiendo su sello inconfundible. Es pura diversión y una explosión de buen rollo.

La imagen más potente que John se llevó de Louisiana fue la del río. El Mississippi, vasto y poderoso, con sus barcos de vapor y sus barcazas, se convirtió en un símbolo de movimiento, de escape y de una vida que fluía sin las ataduras de la tierra firme. Pasó horas observando el ir y venir de las embarcaciones, imaginando las historias que transportaban y las vidas que se desarrollaban a lo largo de sus orillas. La idea de "Proud Mary", la barcaza que seguía su camino, sin importar qué, nació de esa contemplación.

Y "Proud Mary", es la joya de la corona de este álbum y una de las canciones más reconocidas de Creedence Clearwater Revival. Es un viaje musical por el Mississippi, un himno a la libertad y a la vida en el río. La canción comienza con un riff de guitarra inolvidable y se construye poco a poco, ganando intensidad con cada verso. La letra cuenta una historia sencilla pero emotiva, y la melodía es tan contagiosa que te atrapa desde el primer momento. Es una obra maestra atemporal que encapsula la esencia del rock sureño y la maestría compositiva de Fogerty.

Años después, al computador de La Playlist del Yeyo, un correo, con un viejo expediente militar, olvidado en un archivo polvoriento, digitalizado, llegó a nuestras manos. Entre los informes rutinarios y los registros de personal, una pequeña nota, casi ilegible, hablaba de "una breve ausencia no autorizada" de un joven soldado llamado John Fogerty, seguida de una advertencia severa sobre las consecuencias de cualquier "actividad extraoficial" fuera de los límites de la base. La fecha coincidía, de forma asombrosa, con los meses previos a la composición de las primeras canciones que formarían Bayou Country.

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El motivo por el que John Fogerty nunca reconoció su viaje a Louisiana era simple y brutalmente militar: había desobedecido una orden directa. Su "misión cultural" era una tapadera, un favor que un oficial comprensivo (y melómano) le había hecho, pero con la condición de que si algo saliera mal, Fogerty cargaría con toda la culpa. Haber admitido que estuvo en Louisiana habría significado una corte marcial, una deshonra y el fin de su carrera musical antes siquiera de que hubiera comenzado. El ejército, con su inflexibilidad, no entendía de musas ni de inspiración. Para ellos, era una deserción. Así, el secreto del bayou se mantuvo oculto, una verdad enterrada bajo las poderosas guitarras y las voces rasposas de los Creedence Clearwater Revival, hasta que La Playlist del Yeyo, guiada por el instinto y la resonancia de cada nota, desenterró la increíble verdad detrás de la música. El bayou llamó, y John Fogerty respondió, aunque tuviera que mantenerlo en secreto para siempre.

Epílogo

Publicado el 15 de enero de 1969, "Bayou Country" marcó un punto de inflexión crucial para Creedence Clearwater Revival, consolidando el sonido distintivo de la banda y catapultándolos a la fama. Este álbum, el primero de los tres que la prolífica banda publicaría ese año, es una inmersión profunda en el "swamp rock" con raíces en el blues y el rockabilly, evocando imágenes del sur de Estados Unidos.

El éxito del álbum fue rotundo, impulsado en gran parte por su sencillo principal, "Proud Mary". "Bayou Country" alcanzó el puesto número 7 en la lista Billboard 200 de Estados Unidos. Rápidamente obtuvo la certificación de oro en 1970 y, con el tiempo, ha sido certificado doble platino por la RIAA en 1990, lo que significa ventas de más de 2 millones de unidades solo en Estados Unidos. Se estima que, en total, el álbum ha vendido más de 4 millones de copias.

La crítica musical de la época, aunque quizás no lo valoró de inmediato con la magnitud que lo haría la historia, reconoció el potencial y la energía de la banda. Aunque algunas críticas señalaron cierta simplicidad en la estructura de algunas canciones o la repetitividad de los ritmos, la mayoría coincidió en que el álbum presentaba un sonido auténtico y una banda con una identidad clara. La voz rasgada de John Fogerty y sus habilidades compositivas fueron consistentemente elogiadas, y temas como "Born on the Bayou" y, por supuesto, "Proud Mary", se convirtieron en clásicos instantáneos que demostraron la capacidad de la banda para crear canciones pegadizas y atmosféricas.

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Crash Test Dummies-God Shuffled His Feet

Crash Test Dummies-God Shuffled His Feet

El eco resonaba en el corredor de la planta oncológica infantil del Children’s Hospital at Health Sciences Centre Winnipeg, de  Manitoba, Canadá. Los colores eran vivos, en un intento desesperado por contrarrestar la palidez que acechaba en muchas de las habitaciones: murales llenos de animales sonrientes, globos flotando en el techo, y un suelo con diseños de juegos infantiles. A pesar de todo, un aire de calma tenaz se cernía sobre el pasillo.

La habitación 312, donde se alojaba Liam, era un pequeño remanso. En sus paredes, dibujos y pegatinas de superhéroes adornaban la estancia. En la cabecera de su cama, se elevaban las paredes laterales, buscando un entorno más hogareño para el pequeño paciente, y a un lado de su camita se encontraba un mueble con ruedas con juguetes y libros para que se entretuviera. Un televisor, con acceso a dibujos animados, emitía una luz tenue en la oscuridad. La cama, con sábanas de un azul cielo, reflejaba la batalla que el niño estaba librando: dosel transparente y protector, un medidor con números rojos… indicativo del estado de su corazón. En un rincón, un sillón para visitas esperaba a la familia. Las ventanas, mirando a la nevada y fria ciudad de Winnipeg en febrero, ofrecían una vista serena. Liam estaba acurrucado allí, no muy lejos de su cama.

Liam, con sus cinco añitos y el pelo cortito como un cepillo debido a los estragos de la quimioterapia, miraba a la ventana. Había librado la batalla más difícil de su corta vida: el cáncer de garganta, con sus sombras amenazantes, las cirugías y las quimioterapias que le revolvían el estómago y le dejaron el pelo cortito. Y, finalmente, la victoria. Liam era un superviviente.

Pero la guerra había dejado cicatrices, por dentro y por fuera. Y no solo las visibles. La enfermedad le había arrebatado la alegría de su voz. Las cuerdas vocales, delicadas y jóvenes, se habían visto dañadas y su voz, antaño aguda y llena de energía, ahora era… profunda, grave, impropia de un niño tan pequeño. Un barítono inesperado en un cuerpo de niño.

Liam miraba a sus padres, el alma de su madre nublada por la pena, la preocupación reflejada en los ojos de su padre, ambos deseosos de recuperar la risa de su hijo, esa que antes inundaba el hogar, pero ahora parecía inalcanzable. La voz de Liam era distinta, gruesa, como la de un oso... Y a él no le gustaba. Se negaba a hablar, a cantar, a emitir sonido alguno que revelara su cambio. Se escondía tras la manta, como intentando negar esa voz que le daba tanto pesar.

medico con niño con cancer en canadá

Entonces, el Dr. Evans, su oncólogo, un hombre de barba canosa y mirada cálida, entró en la habitación. En su mano, llevaba algo más que la bata blanca habitual: un viejo tocadiscos y un vinilo con una portada peculiar. Era el God Shuffled His Feet, de los Crash Test Dummies.

"Liam", comenzó el Dr. Evans, sentándose en la silla junto a la cama, "¿Sabes qué es esto?"

Liam, tímidamente, negó con la cabeza, tapándose con la mantita que lo protegía.

"Es un tocadiscos", explicó el médico, "y este, un disco muy especial. Quiero mostrarte algo, para que veas que la voz profunda no es algo malo, ¿vale?". El médico fue hacia el niño, desnudando el tocadiscos de su funda, con una mirada cómplice. Con delicadeza, colocó el vinilo en el tocadiscos y bajó la aguja. Las notas de "God Shuffled His Feet" comenzaron a sonar, llenando la habitación con su melancolía y profundidad. Los padres de Liam, Susan y Mark, miraron atentos.

"Esta banda de rock se llama Crash Test Dummies, y son de aquí, de Canadá. Su cantante se llama Brad Roberts. Y, mira… ¿Escuchas su voz?", dijo el doctor, alzando un dedo señalando la voz del cantante, la cual acompañaba con gestos expresivos, como buscando hacer comprender la situación al pequeño Liam. El doctor se percató de que Liam seguía negándose a ser expuesto a las atenciones del personal, y también a las de sus propios padres. "Su voz es… ¡muy profunda, como la tuya, Liam!". La música sonaba por todas partes. El médico miró al pequeño paciente, cubierto aún con su mantita. De nuevo el silencio. De nuevo la pena.

El médico aprovechó la ocasión, y les propuso a los padres, y a Liam, el siguiente plan: "Vamos a escuchar este álbum juntos, canción a canción, y te voy a contar cómo yo veo este trabajo discográfico tan especial. Y tú, Liam, a partir de hoy, vas a escuchar las canciones de Brad Roberts. Si a él, con su voz profunda, le fue bien… a ti también, ya lo verás."

"Esta canción, God Shuffled His Feet", continuó el Dr. Evans, "es la canción que le da el nombre al álbum. Habla de… de que la vida es como un juego de cartas, donde el destino las mezcla y te reparte. La canción tiene un ritmo un poco triste, pero a la vez, esperanzador. Es una canción bonita, ¿verdad?".

Liam asintió tímidamente, ahora menos protegido, pero sin bajar la guardia, como demostrando una gran debilidad. Susan, emocionada, cogió la mano de su hijo y le susurró: "Tu voz es bonita, cariño. Muy especial."

La música continuó.

"Esta canción es… Afternoons & Coffeespoons, como un día soleado, pero un poco melancólico, como un café que se enfría lentamente, un instante mágico para reflexionar, quizás. Empieza suave, como si la propia música te invitara a la calma. La voz de Brad es tan profunda, pero aquí parece más susurrada, como si te contara un secreto al oído. Imagina la melodía como un paseo tranquilo, caminando por un jardín lleno de flores… ¡y muchas cafeteras!". 

El Dr. Evans hizo una pausa, sonriendo a Liam, animándolo a concentrarse en la sonoridad. "Es una canción perfecta para cerrar los ojos y simplemente dejar que la música te lleve a donde necesites estar… como la playa donde íbamos de pequeños… ¿Verdad?". Liam asintió, comenzando a entrever los caminos a seguir.

"¡Ah, esta!", exclamó el médico con una sonrisa, como el abuelo le hablaría al nieto. "Esta canción la hemos puesto muchas veces en la tele, ¿eh? Es muy famosa. Es un poquito rara… Pero bonita, de verdad. Tiene un título muy raro para ser una canción, pero es algo así: Mmm Mmm Mmm Mmm “. Sonríe como si hubiera soltado una payasada. “Cuenta la historia de unos niños y unos… bueno, escucha…" El doctor acompañaba el ritmo con las manos. "Es como una nana, ¿a que sí, Liam?"

"Mira esta… es In The Days Of The Caveman, es como una aventura, ¡como si fuéramos cavernícolas! Tiene mucha energía, ¿no te parece? Y fíjate, Liam… ¡el cantante parece que está contando una historia!".
Susan y Mark se miraron cómplices, entendiendo el mensaje subyacente: una historia que Liam también estaba viviendo, y superando.

"Esta es… Swimming InYour Ocean. Es diferente. Más tranquila, como la que te poníamos cuando tenías fiebre… Muy relajante y tierna. Imagina que estás nadando en el mar…". Liam cerró los ojos por un momento. La imagen le había gustado.
La propia Susan, sonriendo a su hijo, le dijo: "Cariño, puedes cantar… puedes hacer lo que quieras. Tu voz es un regalo, ¿lo entiendes?".

"Y por último… ¡esta! When I Go Out With Artists. Una canción diferente. Triste, con la que los niños también bailan, y les hace sentir bien. Muy melancólica". La voz de Brad Roberts llenó la habitación, pero esta vez, algo había cambiado en el aire. Ya no era la tensión, el temor silencioso. Liam movió levemente la cabeza al ritmo de la canción, y sus ojos brillaron por unos instantes. Ya no se escondía. De hecho, tras unos instantes, y ante la atónita mirada de los presentes, incluso, el niño se animó a reír, levemente, como si, ahora sí, el camino ya transitado tuviera algún tipo de sentido, alguna motivación. 

Y entonces, como por arte de magia, la sonrisa de Liam, que no veían sus padres desde hacía meses, floreció por primera vez en mucho tiempo. Miró a su padre, esos ojos cansados que tanto conocía, y le preguntó con su voz, tan grave como la del cantante: "Papá… ¿la podemos volver a escuchar?". La frase, una simple petición, resonó en la habitación como un triunfo, rompiendo el muro invisible que había construido el niño. La manta, su escudo, cayó al suelo sin que él lo notara.

medico y niño con cancer en manitoba 2

Susan, incapaz de contenerse, corrió hacia él, abrazándolo con fuerza, besando su mejilla suave y con las marcas de la batalla librada. Lágrimas de alivio y alegría inundaron su rostro. Mark, con la garganta apretada por la emoción, sintió cómo su corazón se ensanchaba. Caminó hacia su hijo, le acarició la cabeza, sintiendo la suavidad del pelo corto, renacido tras la enfermedad, y sonrió con orgullo. La alegría, como una corriente eléctrica, se extendió por la habitación. Era el sonido de la esperanza, de la superación, la de la felicidad verdadera. Liam, escuchando la petición de su hijo, sin importarle ya el qué dirán, asintió con los ojos brillantes. La pequeña mano de Liam cogió con fuerza la de su padre, ahora sí, por primera vez. Susan y Mark se abrazaron, lágrimas de alegría resbalando por sus mejillas. El Dr. Evans sonrió. Había ganado una batalla importante. Y así, unidos por la música, la fuerza de la banda Crash Test Dummies, y el inquebrantable amor familiar, comenzaron de nuevo a caminar por la misma senda: la del positivismo.

En las gélidas calles de Winnipeg, en el Children’s Hospital at Health Sciences Centre Winnipeg, en Manitoba, Canadá, y en cada corazón que allí late, se libran batallas diarias contra el cáncer infantil. Batallas donde los verdaderos héroes son esos pequeños guerreros, como Liam, con su coraje y su espíritu indomable, y con el pelo muy corto, como muestra del camino ya recorrido. La música, a veces, es una herramienta poderosa en estas batallas. El álbum "God Shuffled His Feet" de Crash Test Dummies no es solo un conjunto de canciones. Es un ejemplo de cómo la diferencia, como una voz grave y profunda, puede ser única y maravillosa. Y para Liam, este álbum se convirtió en una inspiración, en un recordatorio de que la vida, con todas sus sorpresas y desafíos, es una melodía digna de ser cantada, con una voz grave o aguda, pero siempre con el corazón. La fortaleza y el tesón de Liam es una melodía para destacar.

La esperanza se extendió por la habitación, alimentada por la melodía de Brad Roberts. Porque en la música, y en la perseverancia, reside la verdadera medicina para el alma.

Epílogo

El álbum "God Shuffled His Feet" de los Crash Test Dummies, fue publicado el 15 de octubre de 1993 y es el segundo álbum de la banda canadiense y el que les catapultó al estrellato internacional. Producido por Jerry Harrison (de Talking Heads), el disco se caracteriza por su sonido folk-rock suave, con un fuerte énfasis en las letras ingeniosas, irónicas y a menudo filosóficas. La voz barítona profunda e inconfundible de Brad Roberts es el sello distintivo del álbum, complementada por los coros de Ellen Reid y la instrumentación de la banda, que incluye guitarras acústicas, piano y armónica.

El álbum es conocido principalmente por su éxito masivo "Mmm Mmm Mmm Mmm", una canción peculiar y emotiva que narra historias de niños con características o experiencias inusuales, como la de nuestro protagonista, Liam. Sin embargo, el álbum va mucho más allá de este sencillo. Temas como la canción que da título al álbum, "God Shuffled His Feet", con su humor seco sobre una deidad algo torpe, o "Afternoons & Coffeespoons", que reflexiona sobre el envejecimiento y el tiempo, muestran la habilidad lírica y la originalidad de la banda. También destacan "In the Days of the Caveman" y "Swimming in Your Ocean". A lo largo del disco, la banda explora temas como la existencia, la religión, la naturaleza humana y lo absurdo de la vida, todo ello envuelto en melodías agradables y una atmósfera relajada pero pensativa.

"God Shuffled His Feet" fue un éxito comercial rotundo, vendiendo más de ocho millones de copias en todo el mundo. Alcanzó el puesto número uno en las listas de álbumes de Austria y Nueva Zelanda, y estuvo entre los cinco primeros en países como Australia, Noruega, Suecia y Suiza. Llegó al número 2 en las listas del Reino Unido y al número 9 en el Billboard 200 de Estados Unidos. En su Canadá natal, el álbum fue triple platino, impulsado por el éxito de sus cuatro sencillos (todos ellos top 20 en Canadá).

La recepción crítica de "God Shuffled His Feet" fue en general positiva. Muchos críticos elogiaron la producción "notablemente clara y enfocada" de Jerry Harrison y la singularidad del sonido de la banda. Se destacó la profundidad de la voz de Brad Roberts y la originalidad de sus letras, que a menudo se consideraron ingeniosas, caprichosas y humorísticas, sin dejar de ser reflexivas. Algunos lo describieron como un álbum "deliciosamente cálido y acogedor", lleno de canciones bien escritas y con mucho carácter y un humor descarado. Aunque el álbum fue impulsado por el éxito de "Mmm Mmm Mmm Mmm", la crítica reconoció que el resto del disco mantenía una calidad similar, ofreciendo un folk-rock suave con un toque alternativo que gustó al público. El álbum recibió tres nominaciones a los Grammy y tres nominaciones a los premios Juno.

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Publicado julio 07, 2025 por Aurelio Vázquez Sánchez con 2 comentarios

Traveling Wilburys-Vol1

Traveling Wilburys Vol1

La vieja furgoneta Volkswagen, bautizada como "El Vagabundo Armónico", chirriaba por las polvorientas carreteras secundarias de un Estados Unidos atemporal. Al volante, Elara Vance, una joven etnomusicóloga en busca de una tesis que le cambiara la vida, o al menos, la reputación. Su objetivo: desenterrar las raíces de una leyenda urbana que susurraba sobre un álbum "perdido" de folk-rock, tan influyente que había sido borrado de la historia oficial, pero cuya esencia, dicen, aún resonaba en el aire. No era otro que el misterioso Vol. 1 de The Traveling Wilburys.

Elara había crecido escuchando las historias de su abuelo, un viejo "roadie" de los años 60, que juraba haber sido testigo del nacimiento de una colaboración mágica entre cinco almas musicales. Él las llamaba "las voces que bailan con el viento". Años de investigación y fragmentos de entrevistas a viejos músicos le habían llevado a una única conclusión: la música de los Wilburys no solo era un hito, sino un portal sónico, capaz de revelar verdades ocultas sobre el alma humana y la propia esencia de la creación artística.

Su viaje la llevó a un pequeño pueblo llamado “Harmonia Creek”. El Vagabundo Armónico avanzaba por caminos que se estrechaban, flanqueados por maizales dorados que susurraban con el viento, y viejos graneros de madera con la pintura descascarillada, como si hubieran sido testigos silenciosos de décadas de melodías. El sol de la tarde filtraba sus rayos a través de los árboles centenarios, creando un mosaico de luces y sombras en el asfalto agrietado. El aire, denso con el aroma a tierra húmeda y heno, parecía vibrar con una expectativa casi musical.

Cuando Elara finalmente divisó Harmonia Creek, el tiempo pareció ralentizarse. El pueblo no era más que un puñado de casas de madera, cada una con un porche donde mecedoras viejas invitaban al descanso. No había semáforos, solo un cruce principal con una señal de Stop descolorida. Una barbería con su poste giratorio y una pequeña cafetería con el letrero de neón parpadeante eran los únicos signos de actividad comercial. Las calles estaban extrañamente tranquilas, casi como si el tiempo se hubiera detenido hace décadas, con la excepción de un sonido recurrente: los lugareños, sin saber por qué, silbaban melodías que no existían en la radio, pero que les parecían extrañamente familiares y evocadoras. Elara sintió un escalofrío: eran ecos de canciones que, según su abuelo, pertenecían al Vol. 1.

El Vagabundo Armónico

Esa tarde, en una destartalada tienda de antigüedades, Elara encontró una vieja cinta de carrete abierto polvorienta. La etiqueta, escrita a mano, era un boceto a lápiz difuminado por el tiempo, pero inconfundible: cinco figuras con sombreros, guitarras y una mirada cómplice. El título, garabateado con elegancia, era simplemente "Wilbury". No "Traveling Wilburys", solo "Wilbury". Las iniciales de los músicos también estaban allí: Nelson, Otis, Lucky, Lefty, y Charlie T. Jr.

De vuelta en el Vagabundo Armónico, Elara conectó un viejo reproductor portátil de cintas a la radio de la furgoneta. Al presionar "Play", una explosión de familiaridad la inundó. No eran las grabaciones pulidas y conocidas del Vol. 1, sino maquetas primigenias, cargadas de una energía cruda y una espontaneidad que la versión "oficial" había pulido. Este era el álbum "perdido" de Harmonia Creek. Este era el verdadero Vol. 1. Aunque la grabación era menos pulcra, con ruidos de fondo, risas y algún que otro error que no se cortó, la esencia y la calidad compositiva que Elara conocía del disco oficial brillaban con una intensidad desarmante. Era como escuchar la idea pura, sin velos.

A medida que las canciones resonaban en su versión original y sin pulir, Elara comenzó a descifrar su verdadero significado y la crítica velada que la acompañaba. En esta versión original y primigenia, la primera canción era Margarita. Elara sonrió al escuchar los primeros acordes de esta gema. En esta versión primigenia, el ambiente festivo y despreocupado era aún más palpable, casi como si hubieran grabado la canción durante una auténtica reunión de amigos, con copas en mano. La voz de Otis sonaba relajada, disfrutando claramente del momento, mientras el resto se unía en coros alegres y espontáneos. Era la encarnación de la diversión pura y la libertad creativa, una crítica velada a la seriedad a menudo impuesta en el proceso musical. "Margarita" demostraba que la auténtica magia surge cuando se baja la guardia y se disfruta del proceso, creando una canción que era una invitación directa a la alegría y el desparpajo. Una joya que abría el álbum con una explosión de la faceta más lúdica y menos pretenciosa del grupo, estableciendo un tono de camaradería y goce musical desde el primer instante.

Después de la euforia inicial, Handle With Care llegó como un golpe en el pecho. Aquí, en esta toma primigenia, las voces de Nelson y Lefty se entrelazaban con una vulnerabilidad palpable, una declaración de intenciones, casi una profecía de la magia que estaba por desatarse. La aparente sencillez de la melodía ocultaba una complejidad emocional, convirtiéndola en una introducción magistral a la cohesión del grupo. La camaradería y el respeto mutuo entre los miembros eran tan tangibles que cada acorde y cada armonía parecían susurrar: "esto es frágil, pero inquebrantable". Una crítica a cómo la unión de talentos legendarios podía generar una sinergia que superaba la suma de sus partes, creando algo fresco y atemporal.

Mientras la furgoneta de Elara se detenía en un viejo cruce de caminos, Last Night sonó con la voz grave de Charlie T. Jr. liderando. La maqueta desnudaba la canción, quitándole las capas de producción. Era cruda, honesta, casi un lamento de bar, pero con la profundidad lírica de Lucky asomándose en cada verso. En esta versión, la narrativa se volvía más íntima, la historia de un desamor se sentía más personal, menos un cuento y más una confesión. Demostraba que la fuerza del álbum residía no solo en las grandes producciones, sino también en la sencillez de la composición y la entrega vocal, un testimonio de que menos era, a menudo, muchísimo más. La crítica implícita estaba en cómo una melodía pegadiza podía transmitir una narrativa tan universal con una autenticidad devastadora.

Elara sintió una punzada de humor negro mientras la furgoneta subía una colina. La versión de este vinilo era una toma grabada, aparentemente, durante un viaje. Se escuchaba el viento, risas de fondo, y la voz de Lucky, más irónica y distanciada que nunca. Sonaba Congratulations. En esta ocasión, la sátira mordaz se hacía más evidente, el lamento de la letra se teñía de un cinismo casi alegre. La producción improvisada en esta demo, con sus imperfecciones, amplificaba el mensaje, haciendo que la canción pareciera un comentario espontáneo sobre la fortuna y el fracaso, una carcajada ante la adversidad. Era la perfecta dosis de mordacidad envuelta en una melodía pegadiza, un ejemplo de cómo la genialidad lírica podía brillar incluso en el ambiente más informal.

Con el cielo tiñéndose de naranja, la voz de Nelson emergió de la oscuridad, acompañada por unos arreglos incipientes que le daban un aire aún más optimista y esperanzador. Era Heading For The Light. Aquí, la melancolía era canalizada hacia la luz. La maqueta revelaba cómo se construía la emoción capa a capa, con Otis diseñando un telón de fondo para una de las voces más reconocibles. La crítica era clara: la capacidad del álbum para navegar entre la tristeza y la esperanza, creando un contraste lírico y musical que elevaba el espíritu. La canción era un faro de positividad, una prueba de que incluso en la oscuridad, siempre hay un camino hacia la luz, y la música puede ser esa guía.

Al atardecer, en un campo de trigo, la furgoneta se detuvo. Sonó la última canción. End of the Line. Era una toma de ensayo en vivo, donde las voces, aunque no tan mezcladas como en el álbum final, brillaban por su energía y pasión desbordantes. Aquí, la química de los Wilburys era innegable, un adiós agridulce que no era un final, sino una promesa. La interacción entre las voces, sus bromas y la camaradería, revelaban el alma de la banda: no eran solo músicos, sino amigos, una hermandad que encontró en la música su refugio. Era la melodía de la esperanza y la amistad, el cierre perfecto para un álbum que hablaba tanto de la música como de la conexión humana. La crítica se hacía evidente en la emoción pura que emanaba de la interacción de los cinco, demostrando que a veces, la imperfección de lo en vivo capta la verdad de una banda mucho mejor que cualquier producción de estudio.

Elara cerró los ojos, el sonido siseante de la cinta al terminar de reproducirse resonando en sus oídos. El "Vagabundo Armónico" se había quedado sin combustible, pero ella apenas lo notó. Tenía entre sus manos algo inmensamente más valioso que un tanque lleno: la prueba tangible de una leyenda musical. Había encontrado lo que buscaba, y mucho más. Esta cinta, la maqueta original del Vol. 1, no era solo una grabación; era una cápsula del tiempo, una ventana al momento puro y sin filtros donde cinco gigantes de la música habían decidido, por simple placer y camaradería, crear algo mágico.

La importancia del descubrimiento golpeó a Elara con la fuerza de un trueno. Esta cinta contenía la esencia de un álbum que, a pesar de su inmensa popularidad, había sido concebido desde una honestidad y una libertad creativas que la industria a menudo soterraba. Era la crítica más elocuente al pulido excesivo, a la búsqueda de la perfección artificial, y una celebración de la belleza de lo imperfecto, de lo humano, de lo real. Los Wilburys, en esta versión primigenia, no eran solo músicos consumados; eran amigos riendo, experimentando, compartiendo un momento de pura alegría. La risa de Lucky en "Congratulations", el ambiente de fiesta en "Margarita", la vulnerabilidad de las voces en "Handle With Care"... todo ello revelaba una verdad más profunda sobre la creación musical: que a veces, la espontaneidad y la camaradería son los mejores productores.

El Vagabundo Armónico tirado

Elara sabía que su tesis no sería solo un estudio académico, sino una revelación. Cambiaría la percepción no solo de The Traveling Wilburys, sino de cómo se valora la música. Esta cinta era un tesoro, un testimonio de que la verdadera magia reside en la autenticidad y la pasión compartida, lejos de los focos y las expectativas comerciales. Era un recordatorio de que las grandes obras a menudo nacen de momentos sencillos, de encuentros fortuitos, y de la pura alegría de hacer música.

Elara se levantó, el sol ya poniéndose en un horizonte teñido de púrpura y oro. Sostenía la cinta con reverencia, el peso de su significado tangible en sus manos. En cada silbido en Harmonia Creek, en cada melodía inaudita que ahora resonaba en su mente, Elara sabía que los Wilburys seguían vagando, sus canciones viviendo en el aire, recordándonos que la verdadera magia nunca muere, simplemente espera ser redescubierta. Y ella, Elara Vance, había sido la afortunada de encontrarla.

Epílogo

Este Vol. 1 de los Traveling Wilburys, nacido de una jam session casual, es un tesoro musical que junta a un supergrupo de leyendas: Bob Dylan, George Harrison, Jeff Lynne, Roy Orbison y Tom Petty. "Traveling Wilburys Vol. 1", publicado el 18 de octubre de 1988, es una delicia de principio a fin. Destaca por una serie de características que lo ensalzan: 

  1. Se nota que eran amigos antes de la grabación, pues la camaradería y la diversión que disfrutaron, se palpa en cada tema.
  2. Tiene una serie de temas memorables, por no decir, todos, pues hay canciones como Handle With Care, que es un himno, o The End of the Line, que se ha convertido en un clásico, o Last NightHeading For The Light, o incluso, Margarita, que son temazos icónicos de la banda.
  3. El Vol. 1 fusiona estilos como el rock, el folk, el pop, o el country, de una manera natural y cautivadora. Se nota la mano de grandes genios de la creación en ello.
  4. La combinación de las distints voces inconfundibles de los grandes monstruos que participan en la superbanda, crean un sonido único y poderoso. Ese es su punto fuerte, a mi modo de ver.

"Traveling Wilburys Vol. 1" es un álbum atemporal que sigue sonando fresco y emocionante. Es una escucha obligada para cualquier amante de la buena música y una muestra perfecta de cómo la colaboración entre artistas geniales puede dar resultados mágicos. ¡Absolutamente recomendable!

Y La Playlist del Yeyo lo incluye en su contenido, para enriquecerla aun mas.

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