
Metafísica de Arrabal con "Alta Suciedad"
La noche caía sobre Buenos Aires, una de esas noches de octubre con un aire que todavía conservaba el calor del día pero que prometía una brisa más fresca. En la terraza del séptimo piso, el Yeyo le cebaba unos mates a Martín, mientras un viejo tocadiscos, con su púa ya gastada, y sus deshilachados altavoces, descansaban en una pequeña estantería con ruedas, y con un disco encima de la tapa. Era "Alta Suciedad", de Andrés Calamaro.
La terraza no era un lugar cualquiera. Estaba colgada sobre la Avenida Corrientes, con el bullicio de los teatros, el eco de los colectivos y el murmullo de la gente formando un telón de fondo. Las luces de los edificios de enfrente, con sus ventanas iluminadas, parecían constelaciones artificiales. Había un farolillo colgando de una cuerda, mesas viejas de madera y un montón de macetas con plantas que el Yeyo cuidaba con un esmero casi obsesivo. Pero esta noche, la paz del lugar se había roto unos minutos antes.

El detonante había sido un comentario casual de Martín, un hincha de Boca, sobre la reciente victoria de su equipo.
"No, Yeyo, dejate de joder. Nos jugamos todo en esa cancha y les dimos un baile... de esos que no se olvidan", dijo Martín con una sonrisa burlona.
El Yeyo, fanático de River, se había indignado. "¡No me hables del partido, boludo! Un invento del árbitro, una vergüenza. Un gol que no fue, un penal que no existió. ¡Qué vas a saber vos de fútbol si te gusta Boca, si jugás con la mano y gritás goles que no son!".
La discusión, típica de cualquier reunión de amigos argentinos, se encendió rápido. Pero, como pasa con las pasiones, se apagó igual de velozmente. El Yeyo, para calmar las aguas, puso el mate en la mano de Martín y encendió el tocadiscos. "Bueno, ya está. Mejor ponete cómodo y escuchá. Si vamos a hablar de pasiones y frustraciones, mejor hablemos de las de verdad. Las que nos canta el Salmón."
Flaca
Mientras "Flaca" llenaba el aire con su melancolía pop, el Yeyo gesticulaba con la mano libre. "Mirá, este tema... uno al principio piensa 'Ah, un chabón que se lamenta por la minita que se le fue'. Pero no, boludo. Cuando dice 'las mentiras piadosas que se dicen se las cree el corazón', me acuerdo de cuando me separé de la Pili. Yo me pasé meses diciéndole a todo el mundo que estábamos bien, que era solo una crisis. Y me lo creí, eh. Me lo creí tanto que me golpeó el doble cuando me dijo que no daba para más. Un pelotazo en el pecho". Martín se rió, pero con una risa amarga. "Te entiendo, loco. Yo hice lo mismo con la Paula. Me acuerdo de que nos separamos en agosto, y yo me pasé todo septiembre diciendo que en el verano volvíamos. No volvió nadie, y yo quedé como un gil. Al final, las mentiras más grandes son las que nos contamos a nosotros mismos, ¿viste?".
Crímenes Perfectos
"Y si hablamos de mentiras, ¿qué me decís de 'Crímenes Perfectos'?", interrumpió Martín, mientras la guitarra acústica de la siguiente canción empezaba a sonar. "Esa es la secuela. Cuando ya te creíste las mentiras y terminaste haciendo un desastre. 'Crímenes perfectos, pequeños, pero crímenes al fin'. ¿No es lo que hacemos todos los días? Yo me acuerdo que con la Paula, yo era el 'perfecto'. El que siempre tenía razón. Y al final, la culpa por no haberle dado el espacio que necesitaba, por no haberla escuchado, me quedó acá", dijo Martín, señalándose el pecho. "Me quedó como un crimen perfecto. Nadie lo vio, nadie lo sabe, pero me pesa una tonelada". El Yeyo suspiró, su mirada perdida en las luces de los edificios de enfrente. "Te parte al medio, boludo. A mí me pasó algo parecido con un laburo. Fui un desastre con un compañero, lo dejé en banda para quedar bien con el jefe... Me acuerdo que el tipo me miró y me dijo 'che, Yeyo, me defraudaste'. Y eso te marca. Es un crimen que no se paga con plata, se paga con la conciencia".
Alta Suciedad
El ritmo subió con "Alta Suciedad", y los dos amigos se enderezaron un poco, como si la energía del rock los empujara. "¡Pero acá Calamaro te saca de la melancolía!", exclamó el Yeyo, con una sonrisa pícara. "¡Te dice 'Basta de dramas, boludo! La vida es esto, un quilombo, una 'alta suciedad' y hay que vivirla así, sin caretas'. Me acuerdo que, después de lo de la Pili, me fui a vivir solo a un departamento chico, y era un caos. Libros por todos lados, ropa sucia, vasos sin lavar. Mi vieja venía y se agarraba la cabeza. Pero para mí, esa 'alta suciedad' era mi libertad. Era la prueba de que podía ser quien quería sin que nadie me juzgara". Martín se prendió enseguida. "Exacto. Es la rebeldía del que ya se cansó de lo prolijo, ¿viste? De lo que 'debería ser'. La sociedad te dice que tenés que ser esto, que tenés que ser lo otro. Pero en el fondo, todos somos un poco sucios, desordenados. Es la declaración de que está bien tener cicatrices. Esa es la verdadera libertad, loco".
Donde manda Marinero
La guitarra de "Donde manda marinero" empezó a sonar, y la conversación se volvió aún más personal. "Claro, y después de toda esa 'alta suciedad' y de vivir sin filtros, ¿qué te queda?", preguntó el Yeyo, con un tono más serio. "Te queda que te las arregles solo. 'Donde manda marinero... manda el mar'. Es como que te dice 'vos te mandaste solo y ahora bancate la que venga'. Me acuerdo de que cuando me quedé sin laburo, me sentí exactamente así. Como un marinero en el medio del océano. Sin un peso, sin saber a dónde ir, sin que nadie me dijera qué hacer. Y ahí tenés que decidir si te dejas hundir o si te pones a remar". Martín asintió, su rostro reflejando el mismo pensamiento. "Es la cruda realidad, boludo. Te rompe el romanticismo. Te dice que no hay atajos, que sos responsable de tu propio quilombo. Me vuela la cabeza, porque es el reverso de la 'libertad' de la que hablábamos. La libertad te deja solo, navegando en la marea que vos mismo creaste".
Loco
Entonces llegó "Loco", y un silencio pensativo flotó en el balcón mientras la voz de Calamaro llenaba cada rincón. "Y sí, al final, estamos todos medio locos, Yeyo", dijo Martín en voz baja. "Después de todas las mentiras, los crímenes y la 'alta suciedad', ¿cómo no vas a estarlo? 'La vida es una herida', como dice el chabón. Me acuerdo de que cuando me quedé sin laburo, me sentía así. Como un loco. El que se levanta a las 3 de la mañana a fumar, el que no duerme, el que se ríe solo. Pero después te das cuenta de que la 'locura' es la prueba de que te importó. De que no te quedaste indiferente. De que te la jugaste y te diste la cabeza contra la pared. Es de loco no sentir nada, boludo". El Yeyo asintió, mirando la etiqueta del mate con un gesto grave. "Totalmente. Es que es de loco no sentir nada, boludo. El que no se volvió un poco 'loco' con la vida, con lo que te pega y lo que te da, es que no vivió de verdad".
Media Verónica
Finalmente, con los acordes de "Media Verónica", una especie de resignación dulce invadió el ambiente. "Y con esta te manda a aterrizar, ¿viste?", comentó el Yeyo, ofreciéndole otro mate a Martín. "Después de toda la catarsis, de la locura y los dramas, te dice 'che, la vida no es perfecta, no es un todo redondo. Es una 'media Verónica'. Una parte que salió bien, otra que salió más o menos, y así'. Es la aceptación, ¿no?". Martín tomó el mate, la sonrisa de antes volviendo a su cara. "Es la paz que encontrás cuando dejás de pelear contra lo que no se puede cambiar. Cuando asumís que la verdad, como el amor, a veces es a medias. Y está bien. Es lo que hay. Y con eso se vive, Yeyo. Con esa 'media Verónica' de cada uno".
El último mate se enfrió en la bombilla mientras el disco terminaba. Las luces de la ciudad centelleaban con un ritmo propio, y en la terraza, el silencio de la música se llenó con el eco del tráfico. El Yeyo se levantó para dar vuelta el vinilo, y mientras lo hacía, le dio una palmada en la espalda a Martín.

"Bueno, che, igual no te agrandes con lo del partido, ¿eh? Nosotros tenemos un historial que...". Martín se rió. "Dale, Yeyo, no empieces de nuevo. Vos sabés bien que la vida es como el fútbol... a veces ganás, a veces perdés, y en el medio, siempre hay un poco de trampa. Un poco de 'donde manda marinero', ¿viste?".
Ambos se rieron, un gesto que valía más que mil palabras. El fútbol, como la música, les había servido para entenderse mejor. Y aunque uno de ellos llevara la camiseta azul y oro y el otro, la franjiroja, al final de la noche solo quedaba la amistad y un tocadiscos que había servido para reconciliar, al menos por un rato, las pasiones de la vida.
Epílogo

Para entender por qué "Alta Suciedad" sigue recordándose en las noches de cualquier terraza porteña, es crucial ponerlo en su contexto. Antes de 1997, Andrés Calamaro venía de una etapa de éxito masivo, pero compartida. Su paso por Los Rodríguez lo había convertido en una figura del rock hispanoamericano, con hits que sonaban en todas las radios. Sin embargo, su carrera solista, si bien tenía joyas ocultas, no había alcanzado el estatus de leyenda. Este álbum llegó para cambiarlo todo, marcando un antes y un después en su discografía y en el rock en español. El disco se concibió como un regreso a un sonido más puro y visceral. Grabado en Nueva York con músicos de sesión de primer nivel, Calamaro dejó de lado la sofisticación de Los Rodríguez para abrazar un rock de guitarras más crudo y letras directas, casi como un grito. Era el sonido de un artista maduro que volvía a sus raíces, pero con la experiencia y la sabiduría de los años.

"Alta Suciedad" fue un fenómeno inmediato. Sus ventas se dispararon, alcanzando un éxito masivo en mercados clave como Argentina y España, donde el disco se convirtió en platino. Las cifras exactas varían, pero el consenso es que vendió varios cientos de miles de copias, consolidando a Andrés Calamaro como un artista solista con la fuerza de un vendaval. La recepción por parte de la crítica fue unánime: la prensa lo aclamó como un hito. En su tiempo, se destacó la solidez de sus composiciones, la honestidad de sus letras y la potencia de su sonido. Era un disco que mezclaba a la perfección el pop melódico de "Flaca" con el rock directo de la canción homónima, la profundidad de "Crímenes Perfectos" y la acidez de "Donde manda marinero". Se le consideró un trabajo sincero y valiente.
Con el paso de los años, el estatus de "Alta Suciedad" solo ha crecido. Lo que en 1997 fue una revelación, hoy es un clásico. Para las nuevas generaciones, el álbum es un punto de entrada indispensable a la música de Calamaro, un trabajo que resume su esencia y que ha influenciado a innumerables artistas. La crítica actual lo sigue ponderando como uno de los mejores discos del rock en español. Se valora su capacidad para capturar la complejidad de la vida cotidiana—el amor, el desamor, la locura y la frustración—con una honestidad brutal. La simpleza aparente de su sonido esconde una profundidad lírica que, como en la conversación del Yeyo y Martín, invita a la reflexión. Por todo esto, "Alta Suciedad" es un espejo de la condición humana. Un disco que, lejos de envejecer, se ha convertido en una pieza fundamental del patrimonio cultural de Argentina.
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La Opinión del Yeyo

Cuando salió el single “Flaca”, quedé prendado de esa canción, la escuchaba y la escuchaba, y no me cansaba, me la aprendí de memoria, y aún hoy la recuerdo, y disfruto mucho con ella. Es una de las canciones en español más bonitas que jamás he escuchado. Tiene una estructura completamente diferente de lo que suelen tener muchas canciones de cualquier época, tiempo, o cantante. Muy original, y muy bella. El álbum me lo regaló mi cuñada por Navidad, creo recordar, pero fue un gran regalo. Lo escuché y me encantaron algunas de sus canciones enseguida, y otras, tardaron un poco más, pero también acabaron entrando.

Ahora, todo el conjunto me gusta, tiene unas letras muy poéticas, dice verdades como puños, (algo que no me extraña de un argentino) y la música, el sonido son muy buenos, alterna canciones tiernas y suaves con guitarras distorsionadas, y ritmos más fuertes. Las melodías son deliciosas, tiene canciones muy bonitas, las que he destacado, me encantan, pero también podría haber citado otras como Elvis está vivo, Comida China o El Tercio de los Sueños, que también son preciosas. Una de las joyas ocultas del álbum, y que no ha tenido su espacio en la historia gaucha de hoy, es "Todo lo demás también"; es una balada agridulce que habla sobre la fragilidad del amor y la sinceridad en el desamor. La canción reflexiona sobre cómo un "corazón loco" puede romperse con el viento, a pesar de las promesas y las intenciones. No puedo dejar terminar este post, sin mostraros este pedazo de canción.
Hacía tiempo que no escuchaba este Alta Suciedad de Andrés Calamaro, ¡que pelotudo soy! y lo he vuelto a recuperar ahora, para La Playlist del Yeyo, y me ha vuelto a enamorar. ¡Que gusto dá, volver a escuchar una vieja joya de nuevo, después de tanto tiempo! Por eso, para que no me vuelva a ocurrir, lo he recuperado para La Playlist del Yeyo, y así, figura entre los discos más destacados de mi colección.
Podeis visitar la página de La Playlist del Yeyo, en la que están ubicados todos los videos colgados en el blog, a modo de playlist, incluidos los de Andrés Calamaro, para que los disfruteis todos juntos, y en el orden que querais. También teneis una emisora con La Radio del Yeyo, que contiene los hits de las décadas de finales del siglo XX. Y si buscas una canción o un video que no está en La Playlist del Yeyo, lo puedes localizar en el Buscador del Yeyo, procurando especificar bien el video o canción que quieres localizar.
¡¡Hasta la próxima!!
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