Publicado abril 28, 2025 por Aurelio Vázquez Sánchez con 0 comentarios

Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich-Diamond Star Collection

Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich

 El sol de la tarde filtraba polvo dorado a través de las cortinas del salón, y creaba un ambiente cálido y acogedor en la estancia. Alberto, a sus 73 años reflejados en la piel arrugada y la mirada cargada de recuerdos, se balanceaba suavemente en su mecedora. Parecía disfrutar de la música que sonaba en el ambiente, sus expresiones así lo delataban. Mecía la cabeza con el ritmo de las canciones, cerraba los ojos a veces, y parecía sonreír, se notaba que estaba a gusto.

A su lado, sentada en el suelo y con la vista fija en su teléfono, estaba Laura, su nieta de quince años. Una jovencita muy bien parecida, con su melena morena, ojos expresivos, y una vestimenta muy actual, desenfadada, y sobre todo cómoda. Parecía que no había otra cosa en el mundo que su pantalla. Aun así, cada uno a su manera, compartían espacio.

"Abuelo, ¿qué escuchas ahora? ¿Todavía esa cosa vieja de antes?" preguntó Laura, sin despegar la mirada de la pantalla.

Alberto irritante. "Sí, Laura. Tus 'cosas viejas' son el disco de los Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich que me regaló tu abuela. Ya sabes lo mucho que me gusta".

Laura suspiró dramáticamente. "Abuelo, esa música... suena tan... antigua. ¿Por qué no escuchas algo de verdad, algo de ahora?" Lanzó un ritmo de reguetón que inundó la habitación por un instante. Alberto hizo una mueca, no tanto por la música en sí, sino por el estruendo.

"Para gustos, los colores, Laura. En mi época, esto era la bomba. Estos tíos eran… no sé… la banda sonora de nuestra juventud. No eran como las grandes bandas de los años 60, pero tenían su aquel, a mi me encantaban. Habían muchos artistas y grupos, y podías elegir. Yo elegí estos tios. Verás, antes no existían los móviles ni Internet. Nuestros 'me gusta' se ganaban bailando en los guateques. Los celebrábamos en casa de algún amigo. Imagínate, todo el salón lleno de jóvenes bailando al son de un tocadiscos. Y créeme que no se escuchaba el reguetón."

Laura hizo una pausa con el teléfono. "Un tocadiscos… ¿Qué es eso? Suena como una enfermedad rara."

outfit hippie Temu
Outfit estilo hippie para vestir como en los maravillosos años 60

Alberto se echó a reír. "Ya veo que no has visto ninguno. Era un aparato para reproducir discos de vinilo, ¡como este!" Señaló el viejo tocadiscos Phillips que ocupaba una esquina del salón. "Y esos discos eran nuestro oro. La música era diferente, la verdad. Se hacía con más melodía y buenas letras. No como la basura que escucháis ahora..."

Laura enarcó una ceja. "¡Eh, que el reguetón también tiene su arte!"

Alberto respiró hondo. "Quizás. Pero… ¿has escuchado 'The Legend of Xanadu'? ¡Eso sí que era una historia! Una letra con mucho sentido. Ya sé que os suenan antiguos. El ritmo no es tan potente, no tienen los mismos efectos que el reguetón actual, pero… ¡transmitían algo!". 

Alberto movió la cabeza, grabando los pantalones de campana y las plataformas, imitando el "look" de la banda. "Recuerdo cuando salió 'Hold Tight!' Ese estribillo se pegaba como lapa y todo el mundo lo cantaba, pero cantaba lo mismo la niña de 10 años, que la señora de 70 años ¡Qué grandes recuerdos!

La joven rodó los ojos, pero Alberto continuó.

"Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich... ¡qué nombres! No sé quién tuvo la genial idea de nombrarse así. Tenían un sonido muy característico. Mucha armonía en las voces, una batería que marcaba el ritmo con fuerza, y melodías muy pegadizas. ¡Sus letras no tenían comparación, no se andaban con tapujos!". Alberto carraspeó, y se inclinó un poco. "¿Has escuchado 'Zabadak'? Bueno, pues en su tiempo, fue algo así como la locura de las fiestas."

Laura soltó una leve carcajada, quizás más por la pasión de su abuelo que por la música en sí. "Abuelo, te estás poniendo nostálgico. ¡Parece que vivieras en una película!"

"Quizás tenga razón, Laura. Pero créeme, 'Okay!', no era solo música. Era una época, una forma de ver el mundo, un optimismo que quizás se ha perdido con los años. Y su puesta en escena no se quedó atrás, ¡qué movimientos, qué saltos!" añadió Alberto. "¿Alguna vez os habéis imaginado a estos grupos cantando en playback? Nosotros tampoco, Laura, nosotros no lo contemplábamos como algo normal."

Alberto buscó en la estantería, rebuscando entre los vinilos. "Mira, aquí está. ‘Touch me, Touch me'. La letra no tiene desperdicio, de verdad. ¿Te la traduzco? Era de esas canciones que te llegaban al alma... y se lo dedicabas a la chica que te gustaba." Él parecía pensar en su mujer, ya que se la dedicó muchas veces cuando eran jóvenes. Una sonrisa se le dibujó en la cara sin el darse cuenta.

Sacó el disco con cuidado, limpiándolo suavemente con la manga de su camisa. La aguja descendió sobre el vinilo, y el característico chisporroteo llenó el salón, seguido de los primeros acordes. Era 'Wreck of the Antoinette'. Alberto cerró los ojos y movió la cabeza al ritmo de la música, dejando que los recuerdos le inundaran.

Laura seguía absorta con el teléfono, pero al cabo de un rato levantó la vista. Vio a su abuelo con los ojos cerrados, y agitando levemente la cabeza, disfrutando visiblemente de la música. Por un instante, sintió curiosidad. La melodía, aunque anticuada para sus oídos, tenía algo…

"Abuelo...", dijo Laura tímidamente, mientras miraba la aguja de los tocadiscos girando sobre la vieja discoteca. "Esa canción… ¿de qué va?"

Alberto abrió los ojos. "Es sobre... bueno, una historia de amor, en un barco que naufraga.  ¿Bonita, eh?"

"Mmm...", respondió la chica. ¡Como Titanic! Mamá me ha hablado de esa peli.

La aguja saltaba y seguía rodando en su surco. A ambos se les quedó una extraña sonrisa dibujada en la cara, cada uno imaginándose una historia en su mente. Alberto cerró los ojos y apretó la mano a Laura.
Ella, extrañamente, por un instante decidió dejar de lado el móvil, levantarse y sentarse en el brazo del sillón al lado de su abuelo, y le daba la mano también. Ambos contemplaban cómo seguía girando el sonido del tocadiscos en la habitación. Y esta vez, no fue una canción que llegó a los oídos, sino que la música consiguió unir a abuelo y nieta durante unos minutos.

Alberto, en silencio, sabía que quizás había sembrado una pequeña semilla en el corazón de su nieta. No esperaba que Laura dejara de escuchar reguetón, pero tal vez, la próxima vez que viniera a visitarlo, le pediría que pusiera uno de esos 'viejos' discotecas. Y eso, para él, ya era una victoria. La música, después de todo, era una forma de conectar generaciones, de compartir experiencias, de entender que, a pesar de las diferencias, todos buscamos lo mismo: algo que nos haga sentir.

Vestido hippie Temu

El sol seguía filtrándose por las cortinas, pero ahora, la luz parecía más cálida y acogedora. Y en el salón, un viejo tocadiscos oxidado, pero funcional; el vinilo de los Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich y dos generaciones distintas, encontraron un punto en común. La magia de la música, al fin y al cabo, residía en eso.

Dave Dee, Dozy, Beaky, Mick & Tich

Esta banda británica de nombre tan curioso y tan largo, se formó en 1964, en Salisbury, con los miembros siguientes: David Harman (Dave Dee), Trevor Ward-Davies (Dozy), John Dymond (Beaky), Michael Wilson (Mick), e Ian Amey (Tich). Tuvo su actividad musical creativa a lo largo de los años 60, para después reunirse en distintas formaciones y realizar conciertos, incluso a fecha de hoy, aun se relacionan con los circuitos nostálgicos de los 60. El album que he citado hoy en el post, Diamond Star Collection, fué publicado en el año 2023, y reune una serie de canciones que tuvieron cierto éxito en aquellos años. Yo descubrí esta banda, en el tiempo que yo denomino el movimiento MP3, justo cuando empezaban las descargas alegales, allá por los finales 90 del siglo XX. No me descargué ningún LP, simplemente fueron 5 ó 6 canciones, pero las suficientes para conocer este grupo. Todos los temas que he incluido en este post, me los descargué en su momento, y entraron en mi playlist de aquellos años; y ahora también entran en La Playlist del Yeyo, como canciones típicamente sesenteras, muy buenas y fáciles de escuchar. Estoy seguro que muchos de mis lectores, al oir estas canciones, sentirán la misma nostalgia que siente Alberto, el protagonista de mi historia. Como habréis comprobado, el blanco y negro de los videos, acentúa esa nostalgia. En fin, en eso consiste La Playlist del Yeyo. La música de nuestros recuerdos...

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Publicado abril 21, 2025 por Aurelio Vázquez Sánchez con 0 comentarios

Green Day-Dookie

Green Day-Dookie

El semáforo se puso rojo justo cuando la aguja del velocímetro, del viejo Ford Escort familiar, descendía con pereza hacia el cero. Era una tarde grisácea de otoño de 1994, y Javier tamborileaba los dedos sobre el volante desgastado. Tenía cuarenta años recién cumplidos, una hipoteca que parecía eterna, dos hijos –uno entrando en la adolescencia rebelde y otra en la dulce infancia– y una esposa, Elena, cuya mirada a veces parecía preguntarle dónde se había metido el chico que conoció. Él mismo se lo preguntaba a menudo. El trabajo en la oficina de seguros era estable, predecible, gris como el cielo de ese día. El único sobresalto reciente era la música estridente que su hijo mayor, David, escuchaba a todo volumen en su habitación.

Fue entonces cuando sonó en la radio. Una explosión de guitarra distorsionada, un bajo juguetón pero potente, y una batería frenética. Luego, la voz: joven, nasal, cargada de una energía nerviosa y pegadiza. Javier frunció el ceño. Sonaba familiar, pero nuevo. Era punk, sin duda, pero… ¡diferente! Más limpio, más melódico. La locutora anunció con entusiasmo: “¡Eso era ‘Basket Case’, el nuevo bombazo de Green Day con su álbum ‘Dookie’!”.

Dookie. Vaya nombre. Y, sin embargo, esa energía…! le transportó veinte años atrás.

.

De repente, estaba en una callejuela maloliente del casco viejo de la ciudad a finales de los 70. Tenía veinte años, el pelo rapado a los lados dejando una cresta desafiante teñida de azul eléctrico que luchaba por mantenerse erguida. Vestía pantalones negros ajustados, rotos en las rodillas, una chupa de cuero cubierta de tachuelas y chapas (Sex Pistols, The Clash, Ramones) y unas botas militares pesadas, con hebillas relucientes. Él y “Los Buitres”, como se hacían llamar. Eran una manada. Caras de muy mala leche, pendientes toscos en las orejas, el olor a cerveza barata y a marihuana mezclado con el sudor rancio.

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Seguro que te gusta escuchar a Green Day a tope de volumen

Recordó la sensación áspera del alcohol quemando la garganta en tragos largos directamente de la litrona compartida. La risa floja y paranoica después de fumar un porro mal liado. Y la violencia… a veces sorda, a veces explícita. Empujones, insultos a transeúntes que les miraban mal, alguna pintada rápida en un muro limpio (“¡Anarquía!”), el placer estúpido y adrenalínico de patear una papelera hasta abollarla o destrozarla por completo. No era premeditado, era una extensión de la rabia, del ruido, de la música que les definía. “God save the Queen, the fascist regime…” berreaban los Sex Pistols desde un radiocasete gigante que alguien siempre cargaba. Era pura Furia. Cruda, directa, sin pulir.

Sí, Green Day suena enérgico, pensó Javier, volviendo de golpe al presente mientras el coche de delante avanzaba. Pero es diferente. ‘Basket Case’ habla de paranoia, de sentirse al borde… pero suena casi… alegre. La producción es nítida, los acordes claros. Lo nuestro era ruido y furia, un escupitajo sonoro. Esto es… ¿angustia pop? Tiene gancho, eso sí. Demasiado gancho para ser peligroso de verdad.

El semáforo se puso verde. Javier pisó el acelerador con más suavidad de la que hubiera usado jamás a los veinte años. 

Llegó a casa. El olor a guiso flotaba en el aire. Elena estaba en la cocina, su hija pequeña dibujaba en la mesa del salón. Desde la planta de arriba llegaba, amortiguado pero inconfundible, el mismo sonido que había escuchado en la radio. David tenía el disco. “Dookie”. Sonaba Welcome to Paradise. Esas guitarras pegajosas, esa batería contundente, si, parecía a lo que escuchaba yo de joven! Me quedé quieto un rato, escuchando...

—Hola —saludó Elena, dándole un beso rápido en la mejilla—. ¿Qué tal el día?                                   Le sacó de su absorción.
—Lo de siempre —murmuró Javier, dejando el maletín en el suelo—. Atasco, papeles…
—David ha comprado un disco nuevo. No para de sonar. Esos… ¿Día Verde?
—Green Day —corrigió él, casi sin querer—. Sí, lo he oído en la radio.

Subió las escaleras despacio. Se detuvo frente a la puerta de la habitación de David. La música sonaba ahora más clara. Era otra canción, más lenta, con una línea de bajo hipnótica y una letra que hablaba de aburrimiento, de masturbación, de no tener nada mejor que hacer. “Longview”.

Aburrimiento!! Sí, eso también lo conocía. Recordó las tardes interminables sentados en el bordillo de una plaza fea, viendo pasar a la gente “normal” con desprecio, sin saber qué hacer con toda esa energía negativa que les corroía por dentro. El aburrimiento era el caldo de cultivo. A veces fumaban solo para que el tiempo pasara de otra manera, para que la realidad gris se distorsionara un poco. Otras, bebían hasta que la apatía se convertía en euforia etílica o en agresividad gratuita. El “gamberrismo” de los punks, era a menudo un antídoto contra ese vacío. Romper algo, molestar a alguien, era una forma de sentirse vivos, de dejar una marca, por efímera y estúpida que fuera. Salían a la calle en grupo, llamando la atención deliberadamente, buscando la confrontación o, al menos, la desaprobación. Era una forma de existir.

Pero esta canción… Longview” lo captura de otra manera, reflexionó Javier, apoyado en el marco de la puerta, sin que David se diera cuenta. Es el aburrimiento moderno, supongo. El de quedarse en casa, apático. Nuestra versión era más… callejera, más física. Pero la sensación de vacío, de "¿y ahora qué?", esa sí la reconozco. Musicalmente, es brillante, ese bajo… engancha. Pero le falta la mugre, la desesperación real que sentíamos. John Lydon cantaba sobre el ‘No Future’ con auténtica bilis. Este chico… lo canta con un encogimiento de hombros, casi con resignación cómoda. En fin, es el punk de los 90. 

Llamó suavemente a la puerta. La música se detuvo bruscamente. David abrió, con el ceño fruncido de adolescente interrumpido. Llevaba una camiseta negra… de Green Day. Tenía el pelo largo, despeinado, y una actitud que era una mezcla de desafío y timidez.

—¿Qué pasa, papá?
—Nada, hijo. Solo… oía la música. ¿Te gusta?
David se encogió de hombros, intentando parecer indiferente. —Sí, está guay. Mola.
—Sí… mola —repitió Javier, y una sonrisa extraña, nostálgica y un poco triste, se dibujó en su cara. Se quedó un rato distraido, suficiente para que comenzara otra canción, esta parecía hablar de amor, pero hasta las canciones de amor, desde el punto de vista del punk, tienen ese ritmo tan frenético, y este disco, Dookie, también tiene su trocito de amor y vulnerabilidad. She.

Esa noche, después de cenar y de que los niños se acostaran, Javier no podía dormir. Elena leía a su lado. El silencio de la casa contrastaba brutalmente con el ruido que llenaba sus recuerdos. Se levantó y fue al salón a oscuras. Vio la funda del CD de “Dookie” sobre la mesita, donde David la había dejado. La recogió. La portada era un dibujo caótico, lleno de explosiones, personajes extraños y… sí, excrementos lanzados por monos. Una especie de gamberrada visual, infantil y escatológica.

Dookie. Caca. Una declaración de principios… o de falta de ellos. Recordó la estética punk original: imperdibles atravesando carne, esvásticas para provocar (aunque muchos no fueran nazis, solo buscaban el shock más absoluto), ropa rota y recompuesta. Era fealdad deliberada, agresión visual. Esta portada era… graciosa, irreverente, pero no amenazante. Era punk para la MTV. When I Come Around

Se sentó en el sofá y miró por la ventana la calle tranquila y dormida de su barrio residencial. Pensó en sus viejos camaradas de “Los Buitres”. ¿Qué sería de ellos? A Charly se lo llevó una sobredosis hacía años. A Rober lo vio una vez trabajando de guardia de seguridad en un supermercado, gordo, con el pelo corto, evitando su mirada. Del resto, ni idea. Probablemente vidas normales, grises, como la suya. O quizás no. Quizás alguno seguía aferrado a algo, o había acabado mucho peor.

La cresta se había ido, reemplazada por entradas incipientes. Las tachuelas, por corbatas. Las botas militares, por zapatos de oficina. La rabia se había diluido en preocupaciones adultas: facturas, la educación de los hijos, la salud de sus padres. Pero el eco… el eco estaba ahí. In The End

Green Day. Eran buenos, reconoció Javier. Tenían energía, buenas canciones, letras con las que su hijo y millones de otros chicos se identificaban. Capturaban algo del espíritu de rebelión adolescente, de sentirse fuera de lugar, del punk de los 70. Pero era una versión domesticada, empaquetada. El punk que él vivió era una herida abierta, una negación total. Esto era más bien una queja pegadiza, un cabreo bien producido. Tal vez sea eso el punk de los 90, pensó. Menos peligroso, más… digerible. Quizás cada generación tiene la rebelión que se merece, o la que puede permitirse.

Escuchó los pasos de Elena bajando la escalera.
—¿No puedes dormir? —preguntó suavemente.
Javier dejó el CD sobre la mesa. —No, solo… pensaba. En cosas viejas.
Elena se acercó y le abrazó por los hombros. —A veces es bueno recordar quién fuiste, Javi. Pero me gusta más quién eres ahora.

Javier suspiró. Miró de nuevo la portada del disco. Tal vez mañana le pediría a David que se lo dejara escuchar entero. No para revivir nada, sino para entender. Para entender a su hijo, para entender cómo el eco de su propia juventud salvaje resonaba, transformado y extraño, en la música de una nueva generación. Quizás, después de todo, algo de aquella furia seguía vivo, aunque ahora tuviera un ritmo más pegadizo y un nombre mucho más tonto. Dookie. Sonrió para sus adentros. Era un nombre perfecto para un eco domesticado.

Barra de sonido de Temu
Con esta barra de sonido, vas a escuchar a los Green Day de maravilla

Conclusión

Green Day, es una banda estadounidense, de punk rock formada por Billie Joe Armstrong con la voz y la guitarra; Mike Dirnt en el bajo y coros, y Tré Cool en la batería. Comenzaron su andadura musical como Green Day, en el año 1989, aunque sus primeros años no tendrían mucho éxito; tuvo que llegar 1994, con este maravilloso Dookie, publicado el 1 de febrero, para que rompieran con todo y alcanzaran la cima, con mas de 20 millones de copias vendidas. Líricamente, Dookie es un desastre bellamente construido. Billie Joe Armstrong vomita sus frustraciones, sus paranoias, su aburrimiento existencial, con una sinceridad brutal que desarma. No hay poesía ni metáforas complejas. Pero si encontramos la crudeza de la vida cotidiana, la angustia palpable de no encajar. Musicalmente, Dookie es un festín de punk rock. Las guitarras de Billie Joe rugen con una energía descontrolada, los riffs son simples pero efectivos, diseñados para enganchar al instante y provocar un movimiento frenético. La base rítmica de Mike Dirnt y Tré Cool es una locomotora implacable, un motor que impulsa cada canción con una fuerza imparable. La producción, a cargo de Rob Cavallo, pule la suciedad, realza la melodía y la convierte en un arma sónica de destrucción masiva (y deliciosamente comercial). En resumen, Dookie es un álbum imperfecto, ruidoso y desordenado, pero precisamente ese es su atractivo, por eso es tan genuino.No es una obra que destaque por su virtuosismo musical, pero si es un grito de guerra para una generación de adolescentes y jóvenes, de los 90, que se sentían invisibles. Escuchar este Dookie, es inyectarte una dosis de energía en vena. Así, con toda su crudeza, sin paños calientes. Cuando estés de bajón, inyectate una pequeña dosis de Dookie, y se te liberarán muchas endorfinas. Los Green Day te lo garantizan. Y La Playlist del Yeyo, también. 

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Publicado abril 13, 2025 por Aurelio Vázquez Sánchez con 0 comentarios

Dire Straits-Brothers in Arms

Dire Straits-Brothers in Arms

"El viento helado azotaba el rostro de Thomas, un joven de apenas veinte años cuyo hogar hasta hacía poco eran los tranquilos campos de Kent. Ahora, el horizonte era una mezcla grisácea de cielo y mar embravecido, salpicado por la silueta amenazante de las islas Malvinas. La guerra, hasta entonces un concepto abstracto leído en los periódicos, se había materializado en el temblor constante del barco bajo sus pies y en el miedo punzante que le atenazaba el estómago. Habían desembarcado hacía días, y la belleza agreste de las islas, con sus colinas ondulantes y su fauna peculiar, contrastaba brutalmente con la misión que los había llevado hasta allí. No sentía odio hacia los soldados argentinos que, como él, seguramente eran jóvenes lejos de sus hogares, cumpliendo órdenes. Solo sentía frío, un cansancio extremo y una creciente sensación de irrealidad. Una noche, durante una tensa calma entre los bombardeos, Thomas se encontró compartiendo una lata de sopa fría con un compañero, un hombre corpulento llamado David que siempre tenía una palabra amable. David le habló de su esposa y su hija pequeña, mostrándole una foto arrugada que guardaba en el bolsillo. Thomas escuchó en silencio, pensando en su propia madre y en la carta que no se había atrevido a escribir antes de partir, temiendo que fuera la última. La sensación de que no lo volvería a ver, era patente."

Algo parecido, entiendo yo, debió imaginar Mark Knopfler, lider de los Dire Straits, cuando compuso 'Brothers in Arms', el tema que cierra el album que quiero analizar en este post, y que se llama igual, Brothers in Arms. Luego hablaré del tema, porque ahora quiero centrarme en la banda Dire Straits, que sin duda son de lo mejorcito del rock, y del blues rock, que apareció a finales de los años 70 y durante los 80. En la composición e interpretación de este pedazo de disco, figuran Mark Knopfler, cantante y guitarra, John Illsley, con el bajo, Jack Sonni, con la guitarra, Guy Fletcher y Alan Clark, con los sintetizadores y teclados, y Terry Williams, en la batería. Con este equipo, los Dire Straits fueron capaces de hacer un album maravilloso, este Brothers in Arms, pleno de preciosas baladas, potentes canciones de rock, y grandes demostraciones de virtuosismo del lider de la banda en la guitarra. No fue este disco el que supuso la confirmación de Knopfler como gran guitarrista, pues ya lo había demostrado antes, pero sí fue una exhibición, a nivel mundial, de su enorme calidad como virtuoso de la guitarra, y a la banda, como evidencia de ser una de las mas grandes bandas de rock de la historia. No en vano, el Brothers in Arms, vendió mas de 30 millones de copias en todo el mundo, algo que pocos han conseguido. Fué publicado el 17 de mayo de 1985, poco antes de que yo ingresara en el ejército para hacer el servicio militar. Precisamente, fue esa circunstancia la que hizo que conociera este album mas tarde, hasta bien avanzado el servicio. Pero me puse al dia enseguida, y conseguí grabármelo en una de esas cintas TDK, ¡benditas cintas! la de favores que nos han hecho, a los que no teniamos medios para comprarnos el LP. Eso si, en cuanto conseguí mi independencia económica, allá por los 90, me compré el disco en vinilo, que todavía no tenía reproductor de CD. Y en mi tocata de torre, baratilla eso si, pero sonaba bien, lo ponía y me encandilaba desde el primer acorde de guitarra de Knopfler, de la primera canción que sonaba: So Far Away. Me llama la atención ese toque melancólico y reflexivo, y ese ritmo pausado, que no lento, que tiene la canción. La voz de Knopfler, emotiva y con sentimiento, transmite una sensación de soledad y de añoranza de la persona amada, que queda reflejada en la letra del tema, de forma sencilla, pero poderosa. 

Barra de sonido de Temu
Para escuchar bien a los Dire Straits, lo mejor es esto

Este Brothers in Arms, es uno de los discos mas icónicos de Dire Straits, que le hizo pasar al grupo, de ser una buena banda, a ser una de las mejores bandas de rock del mundo, en los mediados años 80. Con su mezcla de rock, jazz y blues, el Brothers in Arms, es un testamento a la versatilidad y al talento de Dire Straits, donde la variedad de estilos y técnicas de producción, abundan por doquier, y demuestran la maestría de la banda, en la composición y la ejecución. La riqueza sonora de este album, es patente desde el primer segundo del primer surco, como ya he mostrado. Pero es que la obra va in crescendo. Si el primer tema es bueno, el que le sigue, es excelso. Con la ayuda de, nada menos que Sting, de Police, (grupo del que ya hablaré mas adelante en La Playlist del Yeyo), comienza una suave melodía, acompañada del verso "I want my MTV", que poco a poco va aumentando de volumen, y con ayuda de una batería poderosa y auténtica, llega al culmen, donde el riff portentoso de guitarra de Knopfler, que se ha convertido ya en mítico, lo acapara todo y se adueña de la canción. Solo la voz del lider de la banda, es capaz de igualar, que no superar, el poderoso sonido de tan maravilloso instrumento en manos de tan virtuoso operario. Y justamente eso, un operario de mudanzas, es el protagonista del tema, que ve como él, se esfuerza mucho y duro, en su trabajo, y cree que el artista o estrella musical, le viene todo hecho y no le supone esfuerzo ninguno. Estoy hablando de Money for Nothing, que no solo es uno de los temas mas destacados de Dire Straits, sino también del rock, de entonces y de siempre. Ese sonido de guitarra, tan bien ejecutado, forma ya parte de la historia del rock, y esta canción, es un emblema y un tema mítico de la música del siglo XX.

Brothers in Arms, de Dire Straits, es un album que combina letras profundas y enfáticas, con una producción musical de alta calidad, donde los instrumentos brillan con luz propia, y destacan cada uno en su momento y en su lugar. En mi opinión, las guitarras de esta banda, son memorables, el virtuosismo de estos músicos, es impresionante. Mark Knopfler, es un guitarrista maravilloso, que convierte cualquier sonido en magia para los oidos. Su calidez y claridad en la guitarra, contribuyen a enriquecer una atmósfera rica y envolvente, que por si solos, los teclados no son capaces. Consiguen con sus canciones que celebremos la vida y la música, como un símbolo de esperanza, con una gran capacidad para levantar el ánimo, y ofrecer consuelo. En definitiva, están describiendo a la música, tal y como yo la entiendo, un símbolo de felicidad. Hay una canción en el Brothers in Arms, que representa todo esto. Es Walk of Life, una canción con un ritmo alegre y contagioso, y una melodía pegadiza, que celebra la música, y su capacidad para unir a las personas, sean de la condición que sean. Recuerda a la música de antaño, pero de muy antaño, así como de los 50.

En el Brothers in Arms, hay una canción que me recuerda a un desfile de los habituales en las películas, en las que sale una procesión en Nueva Orleans, donde se porta un ataud con su muerto correspondiente, y suena una trompeta, lánguida, melancólica, y triste acompañando a la comitiva. Es el comienzo de Your Latest Trick, y a mi personalmente eso es lo que me evoca, y me encanta. Y no es baladí, que sea en Nueva orleans, pues la canción tiene un toque jazzístico, y sofisticado, muy propio de esa maravillosa ciudad de Louisiana. Después de la trompeta, entra en acción, el saxofón que, reclamando el protagonismo, suena y resuena en la mente, como sonido celestial, directamente de los arcángeles a mi oido. La canción, crea una atmósfera melancólica, y sobretodo nocturna, un ambiente perfecto para el resonar del saxo, donde éste se crece, y da lo mejor de si mismo. La voz suave y ténue de Knopfler, hacen el resto para que esta canción sea una oda al desamor y la decepción en una relación. 

En este Brothers in Arms, de Dire Straits, hay un tema, que personalmente me encanta. Es The Man's Too Strong, una canción oscura, introspectiva, carente de adornos sonoros, solo los utiliza para demostrar la tensión y la emotividad del tema. Con una simple guitarra acústica, y su voz, que mas que cantar, narra, construye el fondo de la canción; y el resto de instrumentos y florituras varias, aparecen lo justo, para mostrar una cierta tensión, y una angustia y arrepentimiento, del protagonista de la canción, por algunos actos terribles ejecutados en el pasado, por la autoridad que se le confirió previamente. Yo, personalmente destacaría esos golpes duros de guitarra, que resuenan en los momentos clave del tema, acompañados por los tibios sintetizadores, y que conforman una serie de golpes en el pecho, abruptos, toscos, y que demuestran un pesar y una tristeza muy grandes. Me produce cierta congoja cuando escucho la canción, pero me parece tan extraordinariamente bella, a pesar de su espartana producción, que la tengo que aplaudir, a cada final de su escucha. 

Y no puede faltar en el análisis de un album como el Brothers in Arms, de Dire Straits, una canción como la que da título al album. Es una conmovedora reflexión sobre la guerra, y la camaradería y solidaridad entre soldados, que conviven y comparten los horrores del combate, y esa extraña sensación de pérdida y resignación. Musicalmente hablando, la canción tiene una estructura sencilla y minimalista, centrándose solo en la guitarra y la voz, y un fondo lánguido que nos da sensación de profundidad. Brothers in Arms, es una de esas canciones que nos logran transmitir una profunda tristeza y emotividad, por la despedida de alguien querido, ya sea en la guerra, como en la vida real. La forma de interpretar la canción de Mark Knopfler, con esa voz pausada y melancólica, y los acordes y punteos suaves de su guitarra, nos transmiten esa sensación de congoja, y pena, que tiene la canción. Sin duda, la emotividad brota por todos los poros de mi piel; y mi vello, se eriza, provocándome una sensación de bienestar, y de angustia, al mismo tiempo, que hacen que mi atención se centre en la música, y me olvide de todo. Estamos ante una de las mejores baladas de la historia del rock, según mi humilde modo de ver, por lo menos, esta me contagia de su cometido, que al fin y al cabo es la tarea de la música. Otras, por muy buenas que sean, no lo han conseguido.

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El album, Brothers in Arms, de los Dire Straits, es la culminación del sonido característico de la banda, que ya venía de atrás, pero que en este trabajo, se confirma a nivel mundial. Sin duda, y en mi humilde opinión, ese sonido está protagonizado por la calidad y la claridad, de la guitarra de Knopfler, un guitarrista como la copa de un pino. Pocos guitarristas hay como el, con esa habilidad y esa clarividencia. Además del éxito comercial que acompañó al disco, con este trabajo, los Dire Straits se labraron un sitio en la historia del rock, por su sofisticación musical, su producción impecable, y sus letras, evocadoras, que exploran temas de la vida cotidiana, relaciones humanas, la fama, la guerra, y otras reflexiones personales. Todo ello, mezclado en un disco, y repartido por los surcos del vinilo, junto con los aderezos pertinentes, generan una mezcla de belleza, y hermosura, propios de grandes genios talentosos e inspiradores. Los Dire Straits, ocupan, sin ningún género de duda, un sitio preferente en el Olimpo del Rock. Y Mark Knopfler, uno de los mejores guitarristas de su época, y mas allá. 

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Publicado abril 07, 2025 por Aurelio Vázquez Sánchez con 0 comentarios

Pink Floyd-Wish You Were Here

El camino que conducía a la casa de Jose, mi buen amigo, atravesando media Valencia, era para mi hermano y para mí como senderos marcados por la esperanza de escuchar buena música. Cada fin de semana se convertía en una peregrinación sonora, un escape del bullicio cotidiano hacia un santuario donde las notas danzaban en el aire. Al cruzar su umbral, dejábamos atrás el reloj y nos sumergíamos en un universo donde el tiempo se medía al ritmo de los vinilos y las canciones se convertían en el idioma de nuestra amistad. La aguja trazaba surcos en el disco, liberando historias y emociones que nos envolvían, mientras el sol declinaba lentamente, tiñendo de dorado aquellas tardes que permanecen grabadas en la memoria como sinfonías de juventud. No era sólo escuchar música lo que ibamos a hacer a casa de mi amigo, haciamos mas cosas, pero esa era la excusa para pasar la tarde juntos, y de paso, enriqueciamos nuestra alma, de grandes discos, grandes bandas, grandes canciones. La música de esos vinilos, el sabor placentero de esas melodías que salían de los surcos de los discos de antaño, arados por la fina aguja del tocadiscos, el alto volumen que nacía de esos grandes altavoces, nos emborrachaban de un alcohol que no se medía en grados sino en decibelios. El sonido que salía de esos surcos, era muchas veces, mágico, misterioso, fascinante; en ocasiones, guardabamos silencio para que nada interrumpiera el acontecer del hechizo seductor que inundaba la habitación. Quedabamos embelesados, e hipnotizados. Había un album que reflejaba esa escena como ningún otro. Era el Wish You Were Here de Pink Floyd

Pink Floyd-Wish You Were Here

En este album,la banda teje un tapiz sonoro cargado de nostalgia. Las guitarras, cristalinas y evocadoras, se unen a sintetizadores que dibujan atmósferas etéreas, creando un universo de sonidos melancólicos y efectos innovadores. Cada nota se siente como un eco lejano, transformando la ausencia en una experiencia sensorial que invita a la introspección. Es realmente sorprendente cómo el sonido puede narrar sentimientos tan profundos. La transición entre las pistas es fluida, haciendo ver que la narrativa se desenvuelve de forma continua. En definitiva, la mezcla de sonidos orgánicos y electrónicos, genera una atmósfera inmersiva, que nos invita a la reflexión, al silencio, a la meditación. Este sonido contemplativo no es cualquier sonido, es el Sonido con mayúsculas, de Pink Floyd.

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Wish You Were Here, es un hito en la historia musical, que trasciende épocas y géneros, y que combina magistralmente la técnica instrumental, maravillosamente utilizada, con un trasfondo emocional, y crítico a la vez. Fué publicado el 12 de Septiembre de 1975, y rápidamente se erigió en el album mas vendido de la banda en su trayectoria; y la crítica, aunque no fue unánime, si lo valoró enormemente y con el tiempo, lo acabó valorando como se merece. Comienza el album con una maravilla auditiva digna de otro mundo. El sonido inicial, parece fluir, in crescendo, como un rio de recuerdos y emociones, que te obligan a parar por un momento, y, con los pelos de punta, dejarte llevar. Te sumergen en un ambiente de melancolía y reverencia; la guitarra de Gilmour, con su tono limpio y expresivo, los teclados y sintetizadores atmosféricos de Wright, y el ritmo acompasado de Mason y Waters, completan así, una atmósfera onírica y reflexiva. Es Shine On You Crazy Diamond, una canción que ha pasado a la historia por su belleza y por su encanto; un tema largo, teóricamente dividida en 9 partes, 5 en la primera canción y cuatro en la última, que nos sitúa en un universo introspectivo y nostálgico, protagonizado por la ausencia del miembro original, Syd Barret, autoapartado de la banda por problemas mentales, años atrás. Este tema es un tributo a su genio perdido, y no solo es un ejercicio de virtuosismo musical, que lo es, sino también un vehículo cargado de sentimiento y respeto hacia él. Las emociones brotan con fuerza al escucharlo.

Aunque el tema anterior, ocupa la mayor parte del album, no es lo único que hay en su contenido. Hay un tema que presenta una crítica mordaz y distópica, de la industria musical, retratándola como una maquinaria impersonal y voraz, que consume y devora toda la creatividad y la individualidad del artista. Es Welcome To The Machine, y contiene todo un repertorio de ruidos bien armonizados de viejas maquinarias de los años 70 en una fábrica a pleno rendimiento, conjuntados con el sonido mucho mas bello y primoroso, de las guitarras, y los sintetizadores. A mi me recuerda a la película de muchos años después, Terminator, la primera, que también reproducía ruidos de máquinas, quizá mas modernas pero con un sonido muy similar. No hay nada mas impersonal que una vieja máquina de una fábrica antigua. La canción, contiene una dosis muy alta de ironía, que cuestiona la hipocresía y el control sistémico de una industria discográfica, que comercializa con el arte, y lo empobrece. La parte musical, consiste en una instrumentación opresiva y desagradable, y unos sintetizadores repugnantes y execrables, que crean una sensación de cierta claustrofobia, y desconexión. Sin embargo, merece la pena escucharla, tiene su atractivo. 

Hay mas crítica en este Wish You Were Here de Pink Floyd, y la encontramos en la canción Have a Cigar. Aunque la temática es la misma, la crítica mordaz a la industria musical y su hipocresía y avaricia, el aspecto musical de este tema es radicalmente diferente; de primeras, la voz de Roy Harper, un cantante de folk-rock británico, que le da un aire distintivo; y también el sonido es mas rock y mas puro que el resto del album, donde las guitarras toman el control y adquieren el protagonismo. La canción empieza con un poderoso riff de guitarra, acompañada de un bajo muy profundo, que se va a mantener durante toda la cancion. Con la compañía de una batería sólida, crean un tema pegajoso y envolvente. Quiero destacar el solo de guitarra de Gilmour, interpretado con un virtuosismo muy característico y muy típico de Pink Floyd. Sencillamente genial.

Finalmente, llegamos en este viaje sobre el Wish You Were Here de Pink Floyd, al tema que da título al album. Una preciosa balada, que con el paso del tiempo se ha convertido en un himno atemporal sobre la ausencia, y el deseo de conexión. Es una sencilla pero conmovedora melodía acústica, que se convierte en el corazón emocional del album. Son bien palpables la vulnerabilidad y la añoranza que transmite Gilmour en su interpretación vocal. Wish You Were Here, es una obra maestra que desborda el vaso de la emotividad y la melancolía típicas de Pink Floyd. El comienzo, con esa maravillosa guitarra acústica, crea una ambiente íntimo y nostálgico. Poco a poco se van incorporando el sintetizador y el bajo, pero sin quitarle protagonismo a la guitarra. Si la escuchamos bien, la canción es bien sencilla, con pocas complicaciones instrumentales, pero profundamente evocadora, que conecta emocionalmente con nosotros. Es una preciosidad de canción. A mi se me hace corta, siempre que la escucho. 

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El Wish You Were Here, de Pink Floyd, no es un simple album mas para escuchar. Es una auténtica experiencia emocional que te hace sentir las ausencias de seres queridos. Es un trabajo, que nos hace repensar el valor del arte en un mundo dominado por intereses comerciales. O sea, es un album que conjuga perfectamente lo personal con lo universal, lo melancólico con lo crítico. Uno de los aciertos de este disco, es la habilidad de la banda para construir nexos de unión entre lo musical y lo emocional. Cada nota y cada pausa, están pensadas para fortalecer la experiencia emocional, y sentirla como propia. Las canciones son ambiciosas y elaboradas, pero no pretenciosas, ni demasiado complejas. La producción, como siempre en Pink Floyd, es impecable, y crea un paisaje sonoro, rico y envolvente que merece la pena disfrutar. En mi opinión este es un trabajo muy sentido, muy sufrido, y me transmite emociones que me hacen silenciar el instante, y disfrutar de la belleza en mis oidos. Y compartir el sentimiento. Me vienen a la memoria, aquellos recuerdos de cuando caminabamos varios kilómetros mi hermano y yo, para ir al templo de mi amigo, a disfrutar de su música; y entre todos sus discos, estaba este, maravilloso, bien colocado en su estantería, y esperando a que llegara el sábado para complacernos los oidos, con su magia y su hechizo. Ahora, lo puedo disfrutar en La Playlist del Yeyo, que se honra de tener tan preciado tesoro acústico en sus listas.

El Wish You Were Here, representa la madurez y la sofisticación de Pink Floyd; llega en un momento de apogeo de la banda, y sigue siendo considerado una obra maestra del rock progresivo; y uno de esos albumes importantes e influyentes de la historia de la música. Por todo ello, la escucha de este album genial, es una experiencia auditiva extraordinaria y excepcional. Debes procurar buscar un buen momento para disfrutarlo, y que te llegue al corazón. Que seguro que te llega. 

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