
El dolor de la pérdida
La brisa salada del Atlántico susurraba entre los robustos pinos del jardín, meciendo suavemente las hojas y danzando sobre la hierba húmeda. La luz de un enero gélido pero prometedor, con sus pinceladas de sol débil, filtraba a través de las ventanas empañadas del salón de la vieja casa familiar. El aroma a tierra mojada, mezclado con el dulzor tenue del té y el tabaco barato que flotaba en el aire, conformaban la banda sonora olfativa de mis mañanas. Era el amanecer de un nuevo año, 1981, y yo, Connor, con dieciséis años a cuestas y el alma hecha un revoltijo de sueños y tristezas, me sentía tan inestable como la primavera irlandesa que parecía estar siempre a punto de estallar.
En mi mundo, los días se dividían entre el colegio, los intentos desesperados por entender las matemáticas, las peleas silenciosas con mi padre, la añoranza constante por mi madre, y las largas tardes perdidas con mis amigos. Teníamos el rincón de siempre, un pub medio destartalado con unas pintas que daban asco y el único espacio para poder charlar. Y la música. ¡Ah, la música…! La música era nuestro salvavidas, la voz de nuestra rebeldía, la promesa de algo más allá de las colinas verdes de nuestro pueblito. Y, para colmo de dicha, había aparecido una nueva banda irlandesa, muy nuestra, que lo estaba petando en el circuito underground: U2. Acababan de lanzar su primer álbum, "Boy", y las radios estaban que echaban humo con las nuevas canciones. Recuerdo cuando mi amigo Seamus, el loco, nos trajo el vinilo y lo pusimos en el tocadiscos con los auriculares. Lo de fuera, los problemas de la vida parecieron evaporarse por un rato. El ruido de las pastillas antiestáticas crepitando, era nuestra ceremonia de adoración musical. Y con un poco de nostalgia, aún tengo por casa el disco original, me lo compró mi madre en Dublín, en HMV en Henry Street.

"¿Qué escuchas?", la voz grave de mi padre interrumpió mis cavilaciones. Apareció en el marco de la puerta, con las manos en los bolsillos y el ceño fruncido. Sus ojos, del mismo azul que el mar tormentoso, denotaban cansancio y un toque de reproche, como siempre.
"U2, papá", respondí, sin levantar la vista del tocadiscos. Intentaba no ponerme nervioso.
Mi padre se acercó, carraspeando. "Esa banda... ¿la misma que escuchabas con tu madre?". La mención de mi madre siempre era una espada clavada en mi corazón. Asentí, sin poder evitar que se me humedecieran los ojos.
"Ella... le gustaban, ¿sabes?", continuó, su voz más suave, con algo parecido a la añoranza. "¿Te acuerdas de aquella vez que bailamos en el salón al son de la radio?".
Sí, me acordaba. Cómo no. Éramos solo los dos, mi madre y yo. Y bailamos con las primeras canciones de U2, reíamos, nos dejábamos llevar... Esos eran buenos recuerdos. Pero no, no éramos un grupo de tres, solo dos, porque el señor de la casa estaba trabajando. Por cosas como esta era por la que yo me refugiaba en el rock.
"Era un buen álbum. Para los que les gustaba la música, y no un rock estridente", me respondió, esta vez más sonriente.

En ese momento, entró mi hermana mayor, Aisling. Tenía mi edad, la adolescencia. Miró con cansancio hacia la puerta, buscando algo, no sabemos el qué. ¿Y ahora que le decimos? "Vamos a dar un paseo", propuso, "por el pueblo. Tengo algo que contarte, papá. Y tengo mucha hambre".
Los tres, padre, hija, e hijo, en medio de la bruma de recuerdos, salimos, con
dirección a la radio, buscando en los auriculares, algo con que alegrar el
camino.
Mi padre resopló, intentando buscar algún tema que no sonase raro para sus
gustos. Y se quedó prendado al poco tiempo.
Escuchar a U2, con esas letras, a la par que melancólicas y potentes, ese sonido tan peculiar que se mezclaba entre el punk y el rock, parecía que nos representaba. En un puñado de canciones conseguían dar forma a lo que sentíamos, esa frustración por no saber bien qué queremos de la vida, por las expectativas no cumplidas. “Boy”, el disco, parecía un espejo de la adolescencia, un reflejo de nuestras contradicciones, de la furia, de la duda. Era como un primer grito, una declaración de intenciones, una promesa de cambio que a mí, en ese momento de mi vida, me era sumamente útil.
Un torrente de energía adolescente y rabia contenida estallaba con “The Electric Co”. Las guitarras rugían, la voz de Bono era un torrente desatado de pura pasión juvenil. Esta canción nos mostraba la furia que podíamos tener en nuestras entrañas. Era el sonido de la juventud quemando las etapas, y que queríamos acabar con la autoridad. Era una locura electrizante. El punto era que no quería nada, lo que deseaba, simplemente, era vivir en la canción. Y para ello, se necesita electricidad, porque, precisamente, era lo que sentía.
Y con el ánimo todavía caliente, tras el chute de adrenalina de “The Electric Co”, llega la calmada pero inquietante "A Day Without Me". Se inicia con una línea de bajo obsesiva y que suena hasta de forma amenazante. Y no se frena hasta el estribillo, con esos gritos desgarradores, que no dejan ni un minuto de descanso, y es, verdaderamente, hipnótica.
Volví a mirar por la ventana. El jardín, mojado por la lluvia ligera, me recordaba a aquellos primeros días del verano, después de que mi madre falleciera. Los meses transcurridos eran como una película muda en mi mente, un desfile incesante de recuerdos, emociones que se mezclaban con el silencio. No sé por qué, y supongo que será cosa de la adolescencia, pero mis recuerdos son, básicamente, de su aroma, del sabor que dejaba en mi boca, del calor de sus brazos. Y todo era una mezcla de felicidad y un vacío desgarrador. La vida no era igual sin ella.
En mi siguiente ensimismamiento musical, vino "Stories for Boys". Esta es una canción muy oscura, introspectiva. Es como si te pusieras a reflexionar sobre todos los sueños rotos que tienes, los desengaños de tu propia vida. Es como estar solo contigo mismo, apenado. Y con esto de los 16 años, pues parece que la encarnas al 100%. A su vez, con unos riffs hipnóticos y muy bien ejecutados. Es el camino de los secretos más íntimos, de esos que nunca puedes confesar.
La siguiente explosión era “Out of Control”, una patada sonora a nuestra apatía. El mensaje, a pesar de su violencia, es positivo, hay que estar con la que sale. Un alegato del ser humano frente a la pasividad, el "hay que ser" por encima de todo. A veces pienso que la música de U2 se anticipa a las vidas, no les pide permiso, pero, al fin y al cabo, saben que lo harás. Es la confirmación de que te vas a salir, porque, al final, la vida sigue, aunque en ciertos momentos la quieras destruir.
El viento comenzó a soplar con más fuerza, agitando las ramas de los pinos y arrojando contra el cristal la lluvia insistente. Volví al sofá de cuero ajado, con la mirada fija en el tocadiscos, en la melancolía, que se fundía con el sentimiento de incomprensión y tristeza, sobre los momentos vividos con ella. La música era lo que necesitaba, para que no nos atormentasen todos esos fantasmas del ayer.
"Another Time, Another Place", es de esas canciones, en plan melancólico, aunque muy rockera, que siempre te ponen la carne de gallina, con una letra conmovedora. Con esta te pones a imaginar un amor perdido en el tiempo, que es eterno, inamovible, un lugar soñado que, posiblemente, nunca hayas estado. Es un punto y aparte dentro del disco. Un espacio propio dentro de lo agridulce del conjunto, porque todos sabemos que hay algo que nunca desaparecerá. La añoranza está asegurada.
En el aire denso se extendía ahora, lentamente, el eco final del disco. Era como si la casa entera contuviese la respiración. Me quedé solo, absorto en mis pensamientos. Cerré los ojos y sentí el inmenso cariño, la dulce, inigualable y protectora memoria de mi madre. "La echo tanto de menos" pensé, mientras una lágrima rebelde escapaba de mi ojo y se deslizaba por mi mejilla, y dejaba un sendero brillante en mi piel. Como el sol, que asomaba tímidamente entre las nubes, queriendo mostrarse, como una promesa de que, después de la tormenta, siempre llega la calma, y que el amor, aunque ausente físicamente, perdura eternamente.

El recuerdo de mi madre se hizo aún más nítido, ante la cadencia final de la melodía. La imagen de su rostro, suave y sereno, se superpuso a la luz difusa de la habitación. Podía sentir el roce de sus manos en mi cabello, la calidez de su abrazo. Recuerdo, como si fuera ayer, cómo me contaba historias, inventaba mundos imaginarios. Y lo hacía a menudo, cuando nos acurrucábamos juntos, cuando me arropaba y me decía, antes de apagar la luz: "Duerme tranquilo, Connor, que aquí estoy yo, para protegerte siempre". Entonces, respiraba profundo, buscaba su aroma, su calidez... y, automáticamente, me dormía plácidamente. En ese preciso momento, con "Another Time, Another Place" resonando en mis oídos, sentí su presencia. No era una ilusión. Estaba ahí, en la canción, en la melodía, en el vacío que llenaba mi corazón. Su voz suave, susurrando, en el fondo de mi alma.

El disco había terminado, pero su recuerdo seguía, imborrable. No fue solo una imagen o una melodía, sino la promesa de un reencuentro. Quizás no aquí, quizás no ahora. Pero sabía, en lo más profundo de mi ser, que un día volveríamos a bailar, juntos, bajo el sol o la lluvia, sin importar dónde ni cuándo. Hasta entonces, madre, seguiría escuchando nuestra música, sabiendo que, en cada nota, en cada palabra, tú siempre estarías presente.
El recuerdo de mi madre se mezclaba con la música, con las canciones de U2. Entonces recordé lo que un día me dijo antes de que le dejaran marchar de este mundo, “Connor, recuerda, la vida es un largo camino, lleno de momentos difíciles. Pero al final, la luz siempre vuelve, en la música, en la esperanza, en el amor”. La luz, madre, siempre vuelve.
Epílogo

En octubre de 1980, una banda irlandesa aún desconocida para el gran público lanzó su primer álbum de estudio. Boy, el debut de U2, no solo marcó el inicio de una de las carreras más longevas y exitosas del rock moderno, sino que también capturó con una honestidad visceral la angustia, la energía y la búsqueda de identidad propias de la juventud. Producido por Steve Lillywhite, el disco fue grabado en los Windmill Lane Studios de Dublín, y desde sus primeras notas dejó claro que U2 no era una banda cualquiera.
Con un sonido que fusionaba el post-punk con una sensibilidad melódica única, Boy ofrecía once temas que oscilaban entre la introspección y la euforia. Canciones como “I Will Follow”, “Out of Control” y “Stories for Boys” se convirtieron en himnos generacionales, impulsados por la guitarra atmosférica de The Edge y la voz apasionada de Bono. El álbum abordaba temas como la adolescencia, la pérdida de la inocencia y la transición hacia la adultez, todo ello envuelto en una producción audaz que incluía técnicas poco convencionales, como grabar tambores en una escalera o sonidos de botellas rotas.
En cuanto a su recepción comercial, Boy tuvo un impacto modesto pero significativo. Alcanzó el puesto 52 en las listas del Reino Unido y el número 63 en Estados Unidos. Aunque no fue un éxito de ventas inmediato, su influencia se expandió con el tiempo, especialmente gracias a la gira Boy Tour, que llevó a U2 por Europa y Estados Unidos, consolidando su reputación como una banda de directo arrolladora.

La crítica recibió el álbum con entusiasmo. Publicaciones como Rolling Stone y Sounds destacaron la frescura del sonido y la intensidad emocional de sus letras. Aunque algunos críticos fueron más cautelosos, como Robert Christgau, quien le otorgó una calificación moderada (C+), el consenso general fue que Boy era un debut prometedor. Con el paso de los años, su estatus ha crecido: en 2003, fue incluido en la lista de los “500 mejores álbumes de todos los tiempos” de Rolling Stone, ocupando el puesto 417.
Hoy, más de cuatro décadas después de su lanzamiento, Boy sigue recordándose con fuerza. No solo por lo que representa en la historia de U2, sino por su capacidad de capturar un momento universal: ese instante en que la juventud se enfrenta al vértigo de crecer. Su sonido, lejos de haber envejecido, conserva una frescura que lo hace atemporal. Es un testimonio de que, a veces, el primer grito de una banda puede ser también el más sincero.
Boy es el primer album de la banda irlandesaU2, publicado el 20 de octubre de 1980, y cuyo estilo está influenciado por el punk rock, clasificado por los críticos como post punk, mas elaborado, y menos brusco, aunque con la misma concepción de la velocidad y el tempo en sus canciones.
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La Opinión del Yeyo

Para ser el primer álbum de U2, empieza fuerte. U2 siempre me ha gustado, desde el primer momento que lo escuché. Boy me encantó y me enganchó desde la primera escucha. Sus canciones son potentes, fuertes, tienen un ritmo brutal; quizá son básicos, sencillos, tienen lo justo para sonar. Pero saben hacerlo muy bien. Tienen condiciones para ello. Bono tiene una voz muy expresiva y apasionada, The Edge es un guitarrista como la copa de un pino, aunque no es en este Boy, en el que mas destaca, Larry Mullen Jr, toca una batería deliciosa, con un sonido muy estruendoso, aunque supongo que eso se lo potencian en producción, y finalmente, Adam Clayton en el bajo, sujetando el ritmo de los temas.

Se nota que es un álbum debut, y protagonizado por gente joven, su relato es muy juvenil, por las letras, e incluso por su instrumentación. Para tener una temática introspectiva, a veces, incluso triste, como la muete de la madre de Bono, y su reflejo en este álbum, el rock que destila Boy, es muy apasionado, muy agil, extrovertido, provoca ciertas emociones que nada tienen que ver con la tristeza o la decepción, al contrario, a mi me dan ganas de bailar, y moverme. Las melodías, son maravillosas, pegadizas, muy atractivas para el oido. Y son muy U2. Este disco marca el camino a seguir para la banda, que lo hace por lo menos un par de trabajos mas. Luego evoluciona, pero eso ya es otra historia.
En resumen, Boy es un album que ha dejado una marca inborrable en el paisaje del rock de la década de los años 80, y en mi memoria también. En mi humilde opinión, es una pieza extraordinaria, que décadas después, todavía la recuerdo con respeto, y mucho cariño. Yo la tengo señalada como una obra maestra de esos años 80, y la disfruto como un chiquillo, cuando la escucho. Ya lo tenía marcado como un disco para escuchar, pero desde que estoy escribiendo en La Playlist del Yeyo, y voy configurando mis nuevas playlist, este album entra aquí y ahora en el repertorio de los 80, con todos los honores. Vale la pena. Todo sea por U2.
Podeis visitar la página de La Playlist del Yeyo, en la que están ubicados todos los videos colgados en el blog, a modo de playlist, incluidos los de U2, para que los disfruteis todos juntos, y en el orden que querais. Y si buscas una canción o un video que no está en La Playlist del Yeyo, lo puedes localizar en el Buscador del Yeyo, procurando especificar bien el video o canción que quieres localizar.
¡¡Hasta la próxima!!
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Y la inolvidable BAD en el Live aid, saludos, Armando
ResponderEliminarPor cierto, Bad es del album The Unforgettable Fire, que también analizo en La Playlist del Yeyo. Y tengo la versión en directo, así que te recomiendo que la veas y la disfrutes. Es una pasada. Este es el enlace: https://www.laplaylistdelyeyo.es/2024/08/u2-unforgettable-fire.html
Eliminar¡Que maravilla de canción! ¿Te das cuenta de que en directo suena mucho mejor y con mas fuerza que en el disco? Ya lo cuento en el post, la primera vez que la vi en directo, caí prendado de U2
ResponderEliminarQue bueno! Hacia mucho que no leía algo sobre U2. Me ha gustado mucho el detalle con el que describes al grupo y sobre todo este disco. También descubrí al grupoas tarde pero enseguida me hice con toda la discografía y desde entonces es de mis bandas favoritas. Saludos! Rosalía.
ResponderEliminarA quien no mencionas es a Adam Clayton, y tb formó parte de la banda desde los inicios
ResponderEliminarHola Rosalía, me alegra ver que a ti también te gustan los U2. A mi me encantan, y los adoro. Me haces la observación de que no nombro a Adam Clayton, y tienes razón, no lo nombro en este album, pues solo destaco lo que a mi me llama la atención, que es la voz de Bono, la guitarra de The Edge, y la bateria estruendosa de Larry Mullen Jr, como habrás leido en el artículo. El papel de Adam Clayton es excelente, pero a mi, me pasa mas desapercibido. Si a lo que te refieres es a que no lo nombro como un miembro de pleno derecho de la banda, es porque no enumero el conjunto de los miembros de la banda, pero si lo hago en otro artículo anterior dedicado mas genéricamente a U2 y donde repaso brevemente la discografía de los irlandeses. Si quieres comprobarlo, te dejo aquí el enlace de ese post. https://www.laplaylistdelyeyo.es/2024/02/u2.html Copia este enlace en el navegador y te llevará directamente al artículo. Espero haber calmado tu enfado, pero no creas que se me pasa Adam Clayton, tocando el bajo. Gracias por tu tiempo.
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