
El sol de julio se derramaba generoso sobre Luleå, la perla del norte de Suecia. No el sol tímido y oblicuo del invierno ártico, sino un astro pleno, que pintaba de oro las fachadas de ladrillo y los adoquines del centro de la ciudad. Una brisa suave, apenas un suspiro de frescura acariciaba los abedules recién brotados, y el aire, sorprendentemente templado, invitaba a pasear sin prisa. Los muelles, donde el Golfo de Botnia se funde con la tierra, brillaban bajo la luz de la tarde, y el ambiente general era de una placidez casi irreal.
En el corazón de este idílico escenario, se alzaba The Bishop’s Arms, un pub de estilo inglés que, a pesar de su nombre, se había convertido en un bastión de la cultura local. Sus ventanales de madera oscura reflejaban el cielo azul, y desde dentro, el murmullo de las conversaciones y el tintineo de los vasos invitaban a entrar. Era un lugar con carácter, con sus rincones acogedores, sus estanterías repletas de libros y su barra pulida que invitaba a la conversación. Y esa tarde de jueves, el aroma a lúpulo y a buena música flotaba en el ambiente.
Alrededor de una mesa robusta de madera, un grupo de amigos de unos cuarenta años, con esa mezcla de seriedad y jovialidad tan característica de los suecos, ya estaban reunidos. Estaban Björn, el más entusiasta, con una sonrisa que apenas cabía en su rostro; Ingrid, la tranquila y observadora, con un brillo astuto en los ojos; Magnus, el bromista del grupo, siempre dispuesto a soltar una ocurrencia; y Malin, la que sabía de música más que nadie, con una memoria enciclopédica para las letras y los acordes. Eran devotos del rock de los 90, y su amor por Roxette, la icónica banda sueca, era casi una religión.
El DJ, un tipo afable llamado Erik, con una barba cuidada y una camiseta de Nirvana, se acercó al micrófono, y tomó la palabra. "¡Buenas tardes, amantes de la buena música! ¡del buen Rock! Hoy tenemos una sesión muy especial, tenemos una banda muy querida por todos nosotros, una banda muy nuestra; aunque ella, Marie, ya no esté con nosotros, le haremos nuestro pequeño homenaje; hoy vamos a hace un viaje en el tiempo a 1991. Preparaos para revivir un clásico: ¡el álbum Joyride de Roxette!" Un aplauso resonó en el bar. ¡Vengan ahí esas cervezas! ¡Que no se diga! "Después de la audición, pondremos a prueba vuestros conocimientos sobre Per Gessle y Marie Fredriksson. ¡Hay premio para los más entendidos!"
La introducción terminó y los primeros acordes vibrantes de "Joyride" llenaron el pub. Björn tamborileó en la mesa, Ingrid sonrió, Magnus hizo un gesto de victoria y Malin cerró los ojos, preparándose para el viaje.

Erik detuvo la música tras los primeros compases del primer tema. "Primera pregunta, ¡calentando motores! El título del álbum, Joyride, ¿de dónde viene?"
Magnus levantó la mano antes que nadie. "¡De Paul McCartney! Él le contó a Per Gessle que John Lennon solía decir que escribir canciones era como hacer un 'joyride'".
Erik asintió, impresionado. "¡Correcto! ¡Un punto para Magnus! Y ya que estamos, hablemos de esta canción. Es el pistoletazo de salida perfecto para el álbum, ¿no creéis?"
Ingrid asintió. "Absolutamente. Es pura energía, optimismo desbordante. Tiene ese gancho melódico que te atrapa desde el primer segundo. La voz de Marie y Per, juntos, es dinamita." ¡Y las guitarras, me emocionan! La batería tiene un ritmo increíble. Es rock puro.
Malin añadió: "Y líricamente, es una invitación a la aventura, a disfrutar del camino. Es una canción que te empuja a salir y comerte el mundo, a pesar de las incertidumbres."
"Exacto," dijo Erik. "Es la quintaesencia de lo que era Roxette en su apogeo: melodías pegadizas, voces potentes y una producción impecable. Joyride no es solo un álbum; es una declaración de intenciones, un paseo en coche por el mejor pop-rock de principios de los 90. Es una obra que consolidó a Roxette como una de las bandas más grandes del mundo, demostrando que su éxito no era flor de un día. La maestría de Per Gessle para la composición y la capacidad vocal de Marie Fredriksson alcanzan aquí su punto álgido."
Y a partir de aquí, subió el volumen al disco para deleite de todos los clientes del bar. Comenzaba "Joyride"
La tarde transcurría muy ambientada, el buen rock, sonaba por todos los altavoces del The Bishop’s Arms, la gente se arremolinaba en torno a la barra, y pedían cerveza tras cerveza. Buena vibra!!!
De vuelta al álbum, "Fading Like A Flower (Every Time You Leave)", comenzó a sonar. Su melancolía melódica contrastaba con la euforia inicial.
"Aquí el tono cambia radicalmente," comentó Björn. "De la alegría a la introspección. Es una de esas baladas de Roxette que te llegan al alma."
Malin tomó la palabra. "Es una canción con una carga emocional enorme. La letra habla de la fragilidad del amor, de cómo la ausencia puede marchitar una relación. Y la interpretación vocal de Marie... es desgarradora. Te hace sentir cada palabra. ¡Me encanta!”
"La producción es brillante," añadió Erik. "Los arreglos de guitarra y los teclados crean una atmósfera casi etérea que subraya perfectamente el sentimiento de la letra. Es un ejemplo de cómo Roxette podía pasar de la euforia pop al drama emocional sin perder un ápice de calidad."
Las charlas, y los corrillos no podían con el alto volumen de la música, por lo que había que hablar a gritos. Pero Erik, el DJ, sabía atender el ritmo del álbum, y bajaba el volumen cuando debía, y lo subía cuando tocaba, dando paso a "Spending My Time". La voz de Marie, dulce y a la vez poderosa, llenó el bar.
"Esta es mi favorita, sin duda," confesó Ingrid, con un suspiro. "Es la balada definitiva de Roxette. Me recuerda a mis años de universidad, a noches de verano pensando en el futuro."
Magnus, esta vez más serio, dijo: "La letra es tan relatable. Habla de la soledad después de una ruptura, de cómo el tiempo pasa y uno se aferra a los recuerdos. Es una canción que te abraza cuando estás triste."
Erik asintió. "Es una obra maestra de la balada. La progresión de acordes, la sutileza de la instrumentación y la interpretación magistral de Marie la convierten en una de las mejores canciones de amor de los 90. Demuestra la versatilidad de Gessle como compositor, capaz de crear himnos pegadizos y baladas conmovedoras con la misma facilidad."
Después de una breve pausa, comenzó "The Big L.". Un ritmo más rápido, un sonido más rockero, inconfundiblemente Roxette.
"¡Aquí volvemos al rock!" exclamó Björn, dando un trago a su cerveza. "Esta es de las que te hacen mover los pies. Tiene ese toque de diversión, pero con un mensaje un poco más... irónico." ¡Es una pasada!
Malin sonrió. "Sí, es una crítica a la falsedad, a las apariencias. 'The Big L' bien podría ser 'The Big Lie'. Es ingeniosa y tiene un estribillo súper pegadizo." ¡Temazo!
Erik añadió: "Es la prueba de que Roxette no era solo pop de radiofórmula. Tenían garra, tenían una actitud rockera que a menudo se subestimaba. La química entre las voces de Per y Marie aquí es fantástica, complementándose a la perfección en los versos y en el coro."
Finalmente, tras algunas canciones a menor volumen volvió a darle caña al altavoz, y la siguiente canción, "Things Will Never Be The Same", empezó a sonar, con fuerza, pero con un toque melancólico y una profundidad que invitaba a la reflexión.
"Esta es más oscura, ¿verdad?" preguntó Magnus. "Pero a la vez, tiene algo esperanzador. Como si aceptara el cambio pero mirara hacia adelante."
Ingrid reflexionó: "Sí, es una canción agridulce. Reconoce que el pasado no volverá, que las cosas cambian, pero no se regodea en la tristeza. Hay una fuerza en ella, una aceptación madura." “No ha tenido tanto éxito como otras, pero es una canción preciosa.”
"Es una joya escondida del álbum," concluyó Erik. "Demuestra la madurez compositiva de Gessle y la capacidad de Marie para transmitir emociones complejas. No es la canción más conocida, pero sin duda es una de las más profundas y emotivas de Joyride. Un broche de oro reflexivo para este segmento del álbum."
El resto del disco Joyride sonó sin interrupciones, llenando el bar con la familiaridad de sus melodías. Al terminar la última nota, Erik se acercó al micrófono. "¡Excelente audición! ¿Os ha gustado?
La audiencia gritó al unísono... ¡Siiiiiiiii!
Ahora, la ronda final de preguntas."
Los amigos de Luleå, armados con su vasto conocimiento sobre Roxette, respondieron a cada pregunta con una precisión asombrosa. Desde la fecha de formación de la banda hasta detalles sobre la producción de sus videoclips, lo sabían todo. Cuando Erik anunció a los ganadores, no hubo sorpresas: el grupo de Björn, Ingrid, Magnus y Malin se llevaron el premio gordo: un vale para rondas de cerveza ilimitadas esa noche y una copia remasterizada de Joyride, de sus adorados Roxette.

Celebraron con un entusiasmo desbordante. Las cervezas fluyeron, las risas llenaron el aire y los cuatro amigos brindaron una y otra vez, recordando anécdotas de conciertos pasados y de cómo Roxette había sido la banda sonora de gran parte de sus vidas. El ambiente en The Bishop’s Arms era inmejorable; la música había cumplido su propósito, uniendo a personas y despertando recuerdos. Habían disfrutado no solo de la música, sino también de la camaradería y de la alegría de compartir una pasión. Y por supuesto, de las cervezas...
Mientras apuraban la última, Magnus, con su habitual chispa, recordó una anécdota de sus años mozos. "¡Os acordáis de aquella vez que intentamos recrear el 'Joyride' de la canción?"
Todos rieron. "¡Claro!" exclamó Björn. "Querías ir conduciendo por la autopista sin un destino fijo, solo por el placer de conducir con la música a tope."
"Y lo hicimos," continuó Magnus, "pero se nos olvidó revisar el depósito de gasolina. Acabamos tirados en una carretera secundaria a las tres de la madrugada, en pleno invierno, con 'Joyride' sonando a todo volumen en la radio del coche mientras nos congelábamos. ¡Tuvimos que llamar a la grúa y nos echaron una bronca monumental nuestros padres!"
Malin negó con la cabeza, sonriendo. "Pero la canción nunca sonó tan bien como aquella noche, ¿verdad? Aunque estuviéramos helados, nos sentíamos invencibles."
Y así, entre risas y recuerdos, los amigos de Luleå terminaron su noche de rock y nostalgia en The Bishop’s Arms, con el dulce sabor de la cerveza y la alegría de haber revivido el espíritu de Roxette. Porque al final, la música no es solo una sucesión de notas, sino el hilo invisible que teje nuestras historias y nos une a quienes amamos.
Epílogo
El álbum Joyride de Roxette, fue publicado el 28 de marzo de 1991, Llegó a vender unos 11 millones de copias en todo el mundo, convirtiéndose en una de sus obras más emblemáticas, aunque no la única. Es un disco que mantiene a la perfección la esencia del pop-rock de principios de los 90, mezclando melodías pegadizas, letras emotivas y una producción impecable.
Joyride es un álbum repleto de éxitos. Temas como la optimista y enérgica Joyride, la balada épica Spending My Time, la poderosa The Big L. y la icónica Fading Like a Flower (Every Time You Leave) demostraron la versatilidad de Roxette y su habilidad para crear canciones que fueran conocidas a nivel global.
Marie Fredriksson y Per Gessle miembros del grupo, lograron alternar de forma magistral entre la melancolía de sus baladas y la euforia de su rock más potente. Las voces de Fredriksson son, como siempre, un punto a tener en cuenta, ya que transmiten una profundidad y una pasión inigualables. Joyride demuestra la madurez compositiva de Per Gessle y el poder interpretativo de Marie Fredriksson, consolidando a Roxette como una de las bandas más importantes de su tiempo.
La producción de Clarence Öfwerman es pulcra y brillante, característica del sonido de la época, pero con suficiente personalidad para que el disco no suene anticuado. Los arreglos son ricos y detallados, con guitarras que van desde lo rockero hasta lo acústico, teclados bien utilizados y una sección rítmica sólida que impulsa cada tema. En mi opinión, esas guitarras son deliciosas, y le dan a las canciones, un punto rockero, extraordinario. Disfruto mucho escuchando a Roxette. Y La Playlist del Yeyo es mejor y más completa, conteniendo algunos temas de Joyride de Roxette. Y más que vendrán.
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