
La Desaparición de El Caminante
El verano de 1969 llegó a Placid Creek con el aliento pegajoso y pesado de un reptil. El aire era tan espeso que se podía masticar, lleno del aroma a pino húmedo y el limo del río. Para un chico de 22 años, recién salido de la escuela de periodismo, Lucas sentía que el tiempo no solo se había detenido aquí, sino que se había podrido, como las viejas barcazas hundidas en la orilla del pantano.
Lucas no había venido a Placid Creek por un gran reportaje. Su primer encargo para el periódico de la gran ciudad, el Sun Chronicle, era un "trabajo de color": una historia pintoresca sobre la vida en un pueblo sin cambios, sin tráfico, sin noticias que valieran la pena. Una pérdida de tiempo, pensó Lucas, que soñaba con crímenes de cuello blanco y conspiraciones políticas. La única instrucción de su editor fue: "Consíguenos algo que venda periódicos. Algo que hable de la América profunda."

Se había instalado en un motel que olía a naftalina, su grabadora, su cámara y una cinta de casete con el nuevo disco, Green River, de los Creedence Clearwater Revival, su banda favorita. Por las mañanas, el sol pegaba fuerte, y por las tardes, el calor se volvía tan insoportable que las palabras se derretían en la boca. Por las noches, lo único que había eran mosquitos.
Mientras Lucas conducía su destartalado Ford a través de los caminos llenos de baches, insertó la cinta del casete y pulsó el botón hasta que empezó a sonar la primera canción, la que daba nombre al álbum: "Green River".
Esta pista no era solo una canción; era el mapa sonoro del pueblo. John Fogerty la escribió sobre un lugar de reunión de la infancia, un río donde el tiempo era simple y los problemas se ahogaban en el agua turbia: "Down at the Green River" (Abajo en el Río Verde). Pero en la boca del río de Placid Creek, esa nostalgia se había podrido. Para Lucas, escucharla no era un viaje al pasado, sino una constatación de que este lugar, que alguna vez fue puro (como el recuerdo de la canción), ahora era la cuna del estancamiento y el misterio. El río era el protagonista silencioso, la arteria que llevaba la vida, o la muerte, del pueblo.
El primer día, Lucas condujo su destartalado Ford hasta un pequeño bar local, en busca de alguna historia. El único cliente era un anciano que se sentaba solo en una esquina, y al lado, una mujer con el pelo rizado que vendía dulces y que le había dicho que "no todos los forasteros son bienvenidos."
Cuando Lucas le preguntó al anciano por la vida en el pueblo, este le contó una historia.

"Hay un hombre al que llamaban 'El Caminante'," dijo el viejo. "Un vagabundo que llevaba décadas recorriendo las vías del tren, con una guitarra a cuestas. Pero hace un par de semanas que ya no se le ve, y eso no es normal. La gente del pueblo dice que algo 'malo' se avecina."
Lucas, intrigado, preguntó: "¿Algo malo como qué?"
El viejo negó con la cabeza, con una expresión de miedo genuino. "Como si la luna subiera enojada, con un mal augurio", dijo, "una señal de que algo grande va a pasar". Y antes de que pudiera hacer más preguntas, el viejo se puso de pie, arrojó unas monedas sobre la barra y se fue.
Lucas, sintió que algo había cambiado en el ambiente. El aire se volvió pesado, y un escalofrío le recorrió la espalda. Al salir del bar, pasó por delante de mí, lento y parsimonioso, un Chevrolet Impala oscuro bastante viejo, con las lunas tintadas, que cuando recorrió unos metros, aceleró el paso, y se alejó del lugar. Lucas se quedó un poco extrañado, encogió los hombros, y se marchó de allí, sin darle mas importancia.
Al regresar al motel, sintió que las cosas no eran tan tranquilas como había creído, y puso la grabadora para tomar algunas notas. Mientras tanto, en el pequeño reproductor de casete, sonaba una canción que le hizo sentir que no estaba solo en esa inquietud. Una voz áspera y familiar que te hacía sentir el polvo en la garganta. La voz de John Fogerty, cantando: "Bad Moon Rising".
Al día siguiente, Lucas volvió al bar. La mujer de los dulces lo miró con desconfianza.
"¿Buscas a 'El Caminante'?", le preguntó, con una voz áspera y fría.
Lucas asintió. "Sí, ¿por qué? ¿Sabe algo de él?"
"El pueblo no es lo que parece", dijo la mujer. "La gente tiene miedo. Creen que el vagabundo es una señal, un presagio de que algo malo va a pasar."
"Pero, ¿qué es lo que se avecina?", preguntó Lucas.

La mujer se encogió de hombros. "Es como la canción de los Creedence... 'Bad Moon Rising'. Una melodía tan pegadiza que casi te hace olvidar la letra. 'I see a bad moon rising' se siente como una señal, un presagio de que algo grande va a pasar. Una advertencia de un desastre inminente, con una melodía tan pegadiza que casi te hace olvidar la ominosa letra. Es como si el pueblo entero estuviera en un estado de nerviosismo. Y no es una tormenta, es algo más, algo que no se puede ver ni tocar. Es el sonido del verano encapsulado."
Lucas, sintió que estaba a punto de descubrir algo grande, algo que podría cambiar su vida.
A la mañana siguiente, Lucas fue a la estación de tren, el último lugar donde se había visto a "El Caminante." No había mucho que ver, solo unas vías oxidadas que se perdían entre árboles cubiertos de musgo. Pero a su lado, había un camino de tierra sinuoso que conducía a una cabaña a la orilla del Green River, el lugar que le había dado el nombre al pueblo.
Allí encontró al sheriff, un hombre de rostro duro que le dijo con voz aseverativa: "No hay nada que ver. Márchese de aquí, y no se meta en problemas.” El hombre se fue. Pero Lucas vio algo más, un pequeño atisbo de miedo en los ojos del sheriff. Lucas se dio cuenta de que el pueblo estaba mintiendo y encubriendo algo.

A pesar de las advertencias, Lucas decidió ir en busca de respuestas. Comenzó a hablar con los lugareños, la gente que creía que la desaparición del vagabundo era un presagio. Al principio, se negaron a hablar, pero con el tiempo, una mujer que vendía dulces y que parecía estar dispuesta a correr el riesgo, le dio una pista: "No todo el mundo se va de Placid Creek por su propia voluntad. A veces, la luna llena no es la única cosa que se va por la mañana".
Mientras Lucas caminaba por la calle principal, notó un coche viejo, un Chevrolet Impala de color oscuro, aparcado al final de la calle. El mismo coche que había visto ya antes. Las lunas tintadas impedían ver quién estaba dentro, pero Lucas tuvo la extraña sensación de que lo observaban. La misma sensación de que algo grande iba a pasar.
Lucas se sintió en un callejón sin salida. Era como si el pueblo entero estuviera en su contra. De repente, todo cobró sentido. La gente de Placid Creek, sin trabajo, sin esperanza, sin nada. Eran como los personajes de una vieja canción de Creedence, atrapados, con la única ambición de salir, pero sin saber cómo. Y lo más frustrante es que el pueblo, a pesar de sus sueños rotos, no quería la ayuda de un forastero.
El estancamiento y la resignación del pueblo eran la encarnación de una canción que había escuchado cien veces, y que ahora resonaba en su cabeza, con una resonancia dolorosa y familiar. Una canción sobre un músico en un pueblo sin futuro: "Lodi".
Lucas regresó al bar. Allí volvió a ver el Chevrolet Impala oscuro, bajo unos árboles que había junto a la estación de servicio cercana. La inquietud se apoderó de Lucas. La situación se estaba complicando cada vez mas.
La mujer de los dulces lo estaba esperando.
"¿Qué tal?", le preguntó, "¿encontraste algo?"
"No lo sé", dijo Lucas, frustrado. "El pueblo entero se siente como 'Lodi'."

La mujer lo miró a los ojos, y por primera vez, sonrió. "Esa canción", dijo, "es el himno del pueblo. La gente se siente como ese músico, atrapado, sin dinero, sin esperanza. Es como si el pueblo te tragara. La guitarra de Fogerty es el sonido de la frustración, y la batería de Clifford, el sonido del tick-tock de un reloj que te recuerda que te estás quedando sin tiempo."
"Oh, Lord, stuck in Lodi again", dijo la mujer, repitiendo la frase de la canción. "Esa es la verdad del pueblo. Es una trampa mortal, y el fracaso es una sentencia. Pero la gente aquí es demasiado orgullosa para admitirlo."
Lucas se dio cuenta de que no era solo la desaparición del vagabundo, sino el fracaso de todo un pueblo lo que lo tenía atrapado. Y era algo que se negaba a aceptar. No quería unirse al coro de voces derrotadas de Placid Creek. Quería escapar, y la única forma de hacerlo era encontrar la verdad.
Al caer la noche, Lucas decidió arriesgarse y volvió a la cabaña junto al río. Recordó que el vagabundo era un "caminante", y que la única forma de caminar era a lo largo de las vías. No se dio cuenta de que en la oscuridad, un viejo Chevrolet Impala, le seguía por la carretera, sin luces.
Siguió el camino por las vías del tren, que conducían a una estación de tren abandonada, un lugar que parecía sacado de una película de terror. Y allí, en un pequeño escondite debajo de una valla, encontró lo que buscaba: un paquete con la letra "C" escrita en él. Al abrirlo, encontró una cinta de casete y una carta con las coordenadas de la estación y una advertencia: "Si esto cae en las manos equivocadas, el infierno se desata."
Lucas entendió que el vagabundo no había desaparecido. Había escapado. Y la única forma de entender su vida era a través de la canción "Cross-Tie Walker".
La carta, arrugada y con la letra de "El Caminante", decía:
"Este es el alma de todo el álbum. Habla de un vagabundo, un hombre que no tiene nada, que vive en el camino, que duerme en el vagón de tren, y que solo es feliz cuando está en movimiento. La guitarra de Fogerty y el bajo de Cook le dan un ritmo de caminata que te hace sentir que estás en un viaje, sin fin y sin destino."

La letra, simple y cruda, te muestra la soledad de la vida del vagabundo, un hombre que no tiene nada que perder, pero que tampoco tiene nada que ganar. Es el sonido de la libertad, de la vida sin ataduras, de la soledad y la independencia. Un viaje sin fin, sin destino, sin vuelta atrás."
Lucas entendió que "El Caminante" no era un vagabundo común, sino un hombre que había sacrificado todo por un secreto. Y que la única forma de honrar su sacrificio era llevando la verdad a la luz.
Lucas sintió un escalofrío en la espalda. Tenía el paquete en sus manos, y sabía que estaba en un callejón sin salida. Era un periodista, y el paquete era su historia. La historia que podría cambiar su vida. Pero no había forma de escapar. Algunas miradas estaban al acecho, el sheriff me vigilaba, y no había forma de dejar el pueblo sin ser detectado.
Mientras regresaba de la estación de tren, el mismo Chevrolet Impala oscuro lo seguía de cerca, sin encender las luces. Lucas aceleró el paso, sintiendo el aliento frío del miedo en su nuca. Su perseguidor también aceleró. Y encendió las luces. El sonido del motor del coche, apenas audible, era una amenaza constante. La persecución ya era palpable.
Lucas se dio cuenta de que el pueblo no era un lugar para un periodista, sino una trampa para un hombre con un secreto. Y el secreto era la única forma de salir de la trampa. No tenía ni un segundo más que perder.

Viéndose en peligro, paró al borde de la carretera, y corrió por las vías del tren, con el paquete en la mano. El Chevrolet Impala, también se detuvo, y en la oscuridad, escuchó las voces de varios hombres, que se daban consignas para la caza. Y Lucas era la presa.
Eran varios los hombres que le perseguían, pero el Chevrolet Impala continuó su camino por la carretera
Y por primera vez en su vida, sintió el pánico. El pánico de estar en un lugar que no le pertenecía, de estar en un pueblo que se lo quería tragar. Y corrió, campo a través, sin mirar atrás, sin pensar en su coche, sin pensar en su maleta, solo con un objetivo: escapar.
Lucas logró llegar a la gasolinera de Placid Creek, el único lugar en el que sabía que encontraría ayuda. Allí, se encontró con la mujer que vendía dulces, y le rogó que lo ayudara. Ella, al ver el coche oscuro que se acercaba por la carretera, comprendió la situación. Con un gesto rápido, le dió las llaves de un viejo Ford Coupé de 1940, que tenía escondido detrás del garaje, lleno de polvo, pero aun dispuesto a echar una mano, y una botella de agua. "Vete", le dijo, "y no mires atrás".
Lucas se metió en el garaje y cuando vió el coche, se le vino el mundo encima. ¿Esta tartana le iba a sacar del apuro? Su cara desencajada, mostró desesperación. Se veía perdido. Pero de pronto, escuchó unas voces lejanas de sus perseguidores, que le hicieron reaccionar, y se subió al coche sin pensar en nada más; lo arrancó, con una cara mezcla de sorpresa y de alegría, y de un acelerón consiguió salir del garaje y enfilar la carretera, dejando atrás el pueblo que se negaba a revelar sus secretos. Condujo por la carretera, sintiendo la adrenalina en sus venas. Al principio, sentía que el Chevrolet oscuro le seguía, pero pronto dejó de hacerlo. Y por primera vez en su vida, sintió que había logrado escapar. Había logrado su historia. Y había logrado salir del pueblo que lo quería atrapar.
El artículo de Lucas se convirtió en un éxito rotundo. Fue la prueba de que, aunque su destino como periodista aún estaba por verse, logró sacar la verdad del lugar donde había fracasado. Y mientras conducía, sintió que el Green River ya no era un recuerdo, sino un símbolo de su propia libertad. La única forma de escapar de Placid Creek era huyendo, para siempre.

La historia se convirtió en un éxito. Pero Lucas no se sentía feliz. En su corazón, sabía que el misterio no se había resuelto por completo, sino que había una parte de él que se había quedado en Placid Creek. Y no era solo su coche y su maleta. Un día, al llegar al periódico, en su escritorio, se encontró un pequeño sobre sin remitente. Dentro, había una foto de un hombre, "El Caminante", con una nota: "No de todo se puede escapar." La foto estaba tomada junto al Green River, y al fondo, entre los árboles, Lucas distinguió una figura oscura observando. Una advertencia silenciosa, la promesa de que, quizás, sus pasos aún eran seguidos.
Epílogo

El álbum Green River, lanzado en agosto de 1969, representa la consolidación del sonido característico de Creedence Clearwater Revival. Aunque el sonido del swamp rock ya estaba presente en su álbum anterior, Bayou Country, fue en Green River donde se perfeccionó. Producido por el propio John Fogerty, el disco se grabó en solo unas semanas en los estudios Wally Heider en San Francisco.

Green River alcanzó el número 1 en las listas de álbumes de Billboard en los Estados Unidos, superando a leyendas del rock de la época. En las listas británicas, alcanzó el número 20. El sencillo "Bad Moon Rising" se convirtió en un éxito mundial, alcanzando el número 2 en Estados Unidos y el 1 en el Reino Unido.
En su momento, la crítica lo recibió con elogios. La revista Rolling Stone lo llamó "un disco de rock & roll excepcionalmente bueno" y destacó la habilidad de Fogerty para escribir canciones con una cadencia de blues, y la energía de la banda. Sin embargo, en la actualidad, algunos críticos ven el álbum como una repetición del sonido que ya habían explorado, aunque reconocen su perfección y lo consideran una pieza fundamental en la discografía de la banda.
En resumen, Green River es un álbum que consolidó el éxito de Creedence Clearwater Revival, y su legado perdura hasta el día de hoy, con un sonido que es atemporal.
El Podcast del Yeyo



El Archivo Multimedia

La Opinión del Yeyo

Después de haberme relajado del estrés de la trama tan inquietante que nos ha deparado el joven Lucas, ya puedo respirar más tranquilo, y puedo comentaros un poco este álbum de los Creedence Clearwater Revival, los CCR, para los amigos. Este Green River, es un discazo, es ese rock tan americano que a mí personalmente me encanta, exquisitamente mezclado con el blues, y con la potente energía que le imprimen a sus canciones; tiene lo que debe tener, unas guitarras maravillosas que te deleitan los oidos, ese ritmo de la batería, cadencioso, rítmico y acompasado, ese bajo tan penetrante y oscuro, pero tan hermoso a la vez. Y como no, la voz de Fogerty, tan característica, y que a mí me suena a muy americana. No puedo evitarlo, me encanta el rock americano. Es una delicia escuchar este maravilloso Green River, de los Creedence Clearwater Revival.

Lo descubrí tarde, aunque sus canciones mas famosas ya las había escuchado antes, pero es en este siglo, con la plataforma de streaming, cuando descubro muchísimos discos, y los disfruto una barbaridad. Tengo la posibilidad de ir de uno a otro, escuchar uno siempre que quiera, y me parece un invento increíble, esto de la música por streaming. Eso sí, también entiendo la pasión que tienen algunos por tener el propio vinilo en sus manos, el ritual que supone el sacar el vinilo de su funda, cogerlo por los bordes para no mancharlo ni rayarlo, colocarlo con sumo cuidado, en el tocadiscos, agarrar con los dedos el brazo de la aguja, y colocarlo con muchísimo esmero, sobre el surco de la primera canción del álbum. Y no digamos ya el sonido maravilloso del vinilo, que sale por los altavoces. Sobre todo si es un buen equipo. Eso no tiene precio. El Green River debe sonar de maravilla en una torre de Alta Fidelidad.
La Playlist del Yeyo, tiene de nuevo, un fantástico disco en su repertorio, que llena de rock todos sus rincones, y consigue llenar de añoranza todos aquellos oídos que se atreven a entrar en este pequeño rincón de nostalgia. Para eso está La Playlist del Yeyo, para traer buenos recuerdos.
Podeis visitar la página de La Playlist del Yeyo, en la que están ubicados todos los videos colgados en el blog, a modo de playlist, incluidos los de Creedence Clearwater Revival, para que los disfruteis todos juntos, y en el orden que querais. También teneis una emisora con La Radio del Yeyo, que contiene los hits de las décadas de finales del siglo XX. Y si buscas una canción o un video que no está en La Playlist del Yeyo, lo puedes localizar en el Buscador del Yeyo, procurando especificar bien el video o canción que quieres localizar.
¡¡Hasta la próxima!!
P.D.: Si quieres suscribirte al blog, para estar informado de todo lo que ocurra en él, pulsa en este enlace, y rellena el formulario que te sale. No te preocupes, no cuesta nada. Es muy fácil. Solo tienes que poner tu nombre y una dirección de correo electrónico. Nada más. Hazlo y te lo agradeceré eternamente. Gracias.
0 comments:
Publicar un comentario
Comenta lo que quieras, pero siempre con educación y respeto.