El sonido de Kare Kare
La bahía de Kare Kare no era el típico paraíso de postal. No había arena blanca ni palmeras dóciles. Sus arenas eran de un negro profundo, cargadas de hierro, y el océano Pacífico, indomable, rompía contra la costa con una fuerza que te obligaba a escuchar. No sonaba, rugía. Era un lugar donde la tierra, el mar y el cielo se encontraban para recordarte lo pequeños que éramos. Los lugareños maoríes, cuya historia estaba tallada en cada roca, decían que allí, en el aire salino y denso, permanecían los “hau”, los sonidos vitales.
En el corazón de Kare Kare se alzaba una vieja casa de madera, conocida simplemente como "Te Pūaha" (El Estuario). Era un nido de cedro, desgastado por décadas de viento y salitre, pero su magia no residía en su arquitectura, sino en su propósito. A ese refugio al que, durante una desapacible primavera en la década de los noventa, acudieron gentes de distintas partes del mundo buscando dos cosas: música e inspiración. Buscaban que el inmenso paisaje diese voz a sus conflictos internos. Y que esa voz, fuese grabada para la posteridad.
El Estuario era más que una casa; era un testigo. Desde aquella primavera del 92, en la que los Crowded House se integraron con los habitantes de la zona, y grabaron sus sonidos mas íntimos, Te Pūaha, no es una cabaña cualquiera. Las emociones humanas más universales y rudas, el amor, la rabia, la amistad, la soledad, entraban por sus puertas libremente, y, al ser confrontadas por la inmensidad del Pacífico, quedaban allí, impregnando las paredes. Era como si el mismísimo espíritu de la tierra, el “mana”, se alimentara de esos sentimientos. Y quizá lo hiciera. Las personas se iban, pero el sonido de su emoción permanecía, era capturado por la vieja casa de madera, esperando a que el siguiente huésped, sin saberlo, lo encontrara.
Nuestra historia es la de estos sonidos emocionales, un tapiz invisible tejido con el hilo del mar y la arena. Y la música que refleja esas emociones, es la del álbum Together Alone de Crowded House, grabado en aquella vieja cabaña, pues es el espejo perfecto para reflejar esta cadena de sentimientos. Es un disco que entiende la inmensidad de la soledad y la calidez de la compañía.
Capítulo 1: La Ira
Mark era la encarnación de la frustración. Un músico de rock australiano que había viajado a Kare Kare buscando la paz que le permitiese componer un álbum folk suave. Pero la calma era una burla para su alma impaciente. Llevaba días encerrado, mirando las olas y sintiendo solo un vacío ruidoso. Tremendamente ruidoso. Y con ese ruido, era imposible concentrarse y componer algo medianamente decente.
—¡Es inútil! ¡Inútil! —gritaba, golpeando la pared de cedro con las palmas de sus manos. Sin duda, Tāwhirimātea, Dios de los vientos, y de las tempestades, le imbuía de esa rabia que le dominaba.
Se sentía completamente "fuera de sí", de su propia inspiración, y esa rabia era pura adrenalina. Intentó sentarse y tocar, pero sus manos solo sabían hacer una cosa: ruido. Empezó a golpear las cuerdas de su guitarra eléctrica con una fuerza tremenda, buscando un riff que reflejara su estado mental. Pero no había manera, era simple ruido, como lo que sonaba fuera de la cabaña.
De repente, la casa pareció responderle. Una música fuerte, saturada y con un ritmo que te obligaba a mover la cabeza —muy distinto a lo que se esperaba de un lugar tan tranquilo— surgió de la nada, haciéndole compañía a su rabia. La canción era agresiva, con un bajo funk muy marcado y un groove imparable que no te dejaba quieto. Era Locked Out
Mark, se paró en seco, y se sorprendió de la música repentina, mirando a todas partes para ver de donde salía, pero pareció agradarle.
—¡Esto es! —exclamó, sintiéndose extrañamente aliviado por la cacofonía.
La rabia, entendió, no era un enemigo, sino una energía. Sonaba como la patada que rompe la puerta. Es un tema muy rockero y eléctrico, lleno de esa urgencia y frustración que te obligan a hacer ruido para liberar la tensión. Es un grito de cambio. Mark tocó junto a esa música fantasma, sudando la rabia hasta que, exhausto, se desplomó. Había vaciado el vaso de la frustración en las paredes de Te Pūaha, y se había liberado. Ahora sabía lo que debía hacer.
Capítulo 2: La Tristeza
Lia, una joven escritora de novelas que lidiaba con el final de una relación amorosa larga, buscaba en Kare Kare la inmensidad del paisaje para reducir su pena. Pero el paisaje solo multiplicaba su dolor. La tristeza no era aguda, sino pesada, y dura; era una inercia que la anclaba a la mecedora. Sentía que cada paso era una lucha. Papatūānuku, Dios de la Madre Tierra, y la fertilidad, lloraba desconsolado, y esa tristeza se la transmitía a todo Kare Kare. Y la cabaña, lo sufría. Y Lía también.
"Me siento tan pesada," le confesó a la casa. "Como si no pudiera avanzar, como si la pena me hubiera puesto clavos en los pies."
Lia intentó escribir, pero sus palabras eran lentas, arrastradas. El ambiente de la cabaña, que antes había absorbido la frustración de Mark, ahora le devolvía un sonido más melancólico. Era una música con un ritmo lento y doloroso, dominada por un piano simple que sonaba como un corazón cansado.
Lía se consoló con este sonido. Pensó que lo suyo no era nada, en comparación con otros que estaban peor que ella,
La música era una balada, pero no una de amor, sino de pena. Te habla del peso que se arrastra. La melodía es triste y muy íntima, con esa voz que te canta al oído sobre cómo una pasión o un recuerdo se ha vuelto tan pesado que ya no te deja avanzar. Es la banda sonora de la inmovilidad emocional. Lia no pudo escribir. Simplemente se dejó envolver por la melodía, liberando el dolor con cada nota del piano fantasma que resonaba en la madera. Es Nails in My Feet
Capítulo 3: La Amistad
Ben, un ingeniero de sonido de cine que había venido buscando texturas para su próximo proyecto, se había traído a su sobrino Ethan, de cinco años. La cabaña, de por si, era tediosa y solitaria, pero la presencia de Ethan obligaba a la casa a cambiar su tono.
Una mañana, mientras Ben intentaba concentrarse en las grabaciones del viento, Ethan se colocó una piña de plástico sobre la cabeza.
—¡Soy el Capitán Piña! —gritó el niño, corriendo en círculos.
De pronto, Ethan, como si supiera lo que iba a pasar, se paró en seco, y se puso en posición de escucha.
Ben, que no se percataba de nada, soltó la grabadora, se echó a reír y, sin pensarlo, le preguntó al niño: "¿Pero qué haces, con esa cabeza de piña?"
El sonido que surgió de la casa fue la respuesta: una melodía acústica, simple y ligeramente tonta, pero llena de una ternura enternecedora. Era la música de la amistad en su forma más pura.
—¿Lo oyes, Ben? Es la música de la tontería —dijo Ethan, riendo. Es como si supiera que algo iba a pasar. Ben se quedó sorprendido y escuchó la música muy atento, sin comprender lo que pasaba. Pero el sonido le gustaba.
La canción es Pineapple Head, y es como un momento de alivio entre tanto ajetreo. Es un corte dulce, acústico y con un toque de humor que te saca de la intensidad de las baladas y del rock más enérgico de otras partes del álbum. Su sencillez es clave; te recuerda que el mejor antídoto contra la seriedad es la amistad sincera y la risa simple. Ben y Ethan se pasaron la mañana entera improvisando juegos con la piña, curados por un momento de pura alegría. Habían dejado en Te Pūaha la sensación de la amistad.
Capítulo 4: El Desamor
Clara, una astrónoma que usaba la lejanía de Kare Kare para enfocarse en el cielo, estaba lidiando con el vacío de una ruptura. Se sentía desconectada, flotando en su propia órbita. Quería trabajar para desconectar de su situación de angustia y desamor, pero no conseguía nada. Quizá esta cabaña lo lograra.
Una tarde, mientras la niebla del mar se cerraba sobre la casa, y la calma dominaba el ambiente, Clara se sintió arrastrada hacia afuera. Caminó hasta el porche. El silencio era tan denso que te empujaba a la introspección. Ella no estaba sola físicamente, tenía familia que la apoyaba, pero se sentía varada en su propio Private Universe.
—Cuando pierdes a alguien, te quedas suspendida en un lugar donde solo existen tus recuerdos —murmuró al aire.
El aire vibró con una música que no tenía ritmo de rock ni la ligereza de una canción acústica. Era un sonido denso, mágico, que te envolvía como la niebla. El lap steel (una guitarra que se desliza para crear ese efecto de lamento) y los teclados creaban un sonido ondulante, casi hipnótico, que te hacía sentir que estabas flotando. Era un sonido muy atmosférico y envolvente. Te saca de la realidad y te sumerge en la soledad del desamor. Era una canción para cerrar los ojos y permitir que la emoción te arrastre suavemente, un himno a la distancia que se crea entre dos personas.
Clara entendió que esa niebla era la manifestación de su soledad. Era el recuerdo de la pérdida, ahora en forma de música. Se identificó enseguida con ella. Y se sintió mejor.
Capítulo 5: El Cariño
Sebastián, un restaurador de instrumentos antiguos, había alquilado Te Pūaha justo un año después de que Clara se marchara. Vino a Kare Kare para trabajar en una guitarra dañada por la humedad, una que había pertenecido a un ser querido que ya no estaba. Su dolor era de pérdida, pero también de la incapacidad de arreglar lo que se había roto. La guitarra estaba muy estropeada, y su reparación, iba a ser difícil.
Una tarde, mientras lijaba suavemente la caja de resonancia de la guitarra, sintió la inercia de la tristeza de Lía y la frustración y la rabia de Mark, que sin él saberlo, se desprendían de las paredes de aquella mágica cabaña. Paró su trabajo, y se quedó absorto mirando a la nada. Cuando esa sensación desapareció, se sintió más relajado, más libre. Respiró profundo, y volvió al trabajo. Enseguida, notó cómo sus propios gestos se volvían más lentos, más cuidadosos.
—No se trata de forzar la reparación, sino de hacerla con cariño —se dijo, guiado por una extraña sensación de paz.
En el ambiente, surgió una melodía pura, tierna y sencilla. Sus dedos en la madera se movían con una intención diferente, como caricias. Eran dedos de amor, sanando no solo la guitarra, sino también su propia herida.
Era una canción preciosa, era Fingers of Love, un bálsamo para cualquiera que estuviera alterado, o roto. Es el regreso al pop melódico, pero con una calidez inmensa. Es un tema que te abraza y te dice que el amor verdadero, la sanación, viene de los gestos más suaves y sinceros, donde la melodía es la protagonista y todo lo demás desaparece. Sebastián terminó de restaurar la guitarra, dejando en Te Pūaha el eco del cariño y la paciencia.
Capítulo 6: La Esperanza
Noemí, una estudiante de arte de Wellington, había huido a Kare Kare para escapar de la presión de la universidad. Sentía que sus sueños eran inmensos, pero estaban tan lejos que a veces los veía imposibles. Algo muy normal en la juventud.
Buscaba en Te Pūaha, una confirmación de sus expectativas vitales. Algo que le reforzara en sus estudios, y le animara a seguir luchando, esforzándose, y sacrificándose, para conseguir esos sueños, tan deseados. Sin duda, nuestra cabaña tenía todo lo necesario para ayudarla.
Una mañana, después de una noche de tormenta, sintió que la casa la impulsaba a subir a la duna más alta. El cielo se estaba abriendo, y un disco de oro, grande y brillante, luchaba por ascender sobre el océano. Era un espectáculo extraordinario. Le mostraba la grandiosidad del universo, sí, pero también, y eso es lo que más le interesaba, que, aunque el día amanezca nublado, el Sol siempre sale.
—Es difícil de ver, pero la luz siempre está ahí —susurró, sintiendo que la niebla del pesimismo se disipaba. El aire marino le daba en la cara, revoloteaba su melena y le despejaba las ideas. Aunque tarde en llegar, pero la luz siempre llega.
Sus sueños, entendió, eran ese Sol lejano. Estaban lejos, tardarían en llegar, pero su luz ya estaba bañando su camino. Admirada por el paisaje y su repentino optimismo, sin saber por qué, volvió la mirada a Te Pūaha y la miró sorprendida. La cabaña le devolvió una melodía inmensa y optimista, con un ritmo que crecía con fuerza. Era Distant Sun
Suena a himno. La música es gloriosa, con esa melodía tan grande y pegadiza. Te da una sensación de euforia y esperanza después de pasar por momentos difíciles. Es la canción que te dice que, no importa cuán lejos esté tu meta, la luz y la energía para alcanzarla ya han comenzado a brillar. Noemí, exultante, gritó su nombre al mar, sintiéndose invencible. Estaba feliz. Respiraba con fuerza. ¡Esto es lo que buscaba!
Capítulo 7: La Soledad Compartida
La última visita de esta historia de nuestra preciosa cabaña, no era de un visitante. Era de Mere, una anciana de la tribu local, descendiente de los guardianes de Kare Kare, que se había quedado en Te Pūaha por unos días tras la partida de Noemí. Mere no venía a grabar ni a huir de nada, venía a escuchar.
Mere sentía todos los sonidos que se habían quedado impregnados en las paredes de la cabaña: la rabia de Mark, la tristeza de Lía, la risa de Ethan, la soledad de Clara, el cariño de Sebastián, la esperanza de Noemí. Eran todos, fragmentos de una misma canción, de un mismo proyecto.
Se sentó en el centro de la casa, donde el suelo de madera era más viejo. Cerró los ojos y se sumergió en el “hau”. Se dio cuenta de que la soledad que se buscaba en Kare Kare era, paradójicamente, una comunión. Todos habían llegado solos, pero la tierra, el mar y la casa los habían unido. La emoción no era de aislamiento, sino de estar "Together Alone", Juntos Solos.
—No estás solo cuando el mar te canta —murmuró Mere al techo.
El Estuario le devolvió un sonido que no era instrumental. Era la suma de todo: los bajos profundos, los pianos lentos, las guitarras eléctricas... pero sobre todo, era un canto, una armonía de muchas voces que se elevaba desde el suelo, desde las entrañas de la tierra, cálida y envolvente.
El Estuario de Kare Kare había revelado su nexo común. No era solo un lugar de resonancia emocional; era el lugar donde, en el verano de 1993, los propios músicos de Crowded House habían vertido estas mismas emociones en sus canciones. El sonido que sentían Mark, Lia, y los demás no era el de desconocidos, ¡era el sonido de la banda, el espíritu de sus sesiones de grabación, la esencia de cómo se forjó el álbum Together Alone!
Mere se levantó, sabiendo que la casa ya no necesitaba más huéspedes por ahora. La canción estaba completa.
Pero antes de irse, sus ojos se posaron en una tabla oculta en el suelo, cerca de la chimenea. Estaba cubierta de polvo y tierra, pero al limpiarla, reveló un grabado tosco: una imagen de un mecanismo giratorio y un nombre tallado: "Catherine Wheel". La casa no solo revivía emociones; las hacía girar en un ciclo constante, una rueda de fuego y dolor, de la que nadie podía escapar. El nexo era una trampa, pero una trampa hermosa. Es cuando Mere supo que sus huéspedes volverían de nuevo a la cabaña.
Capítulo Final
La Diosa Papatūānuku, la Madre Tierra, quiso que esa predicción de Mere se cumpliera.
Y se cumplió.
El tapiz se reveló: todos habían experimentado el mismo torrente de emociones. El "hau" de Kare Kare había revivido la creación del álbum, haciendo que cada visitante escuchara una pieza del rompecabezas emocional de Crowded House.
Y tal y como nuestra Papa quiso, la cabaña, Te Pūaha, volvió a acoger a sus antiguos huéspedes. Y les regaló un canto ancestral de Kare Kare, que supone el final de nuestra pequeña historia, de nuestra pequeña fantasía, un canto ancestral maorí, hermoso, y muy bello.
El silencio se rompió con el sonido profundo y vibrante de un tambor. De pronto, un canto se elevó desde la oscuridad, puro y ancestral.
El canto era la unión de todas las emociones. La rabia de Mark se fundió con la tristeza de Lia, la alegría de Ben con la atmósfera de Clara, la paciencia de Sebastián, con la euforia de Noemí, todo sostenido por una base de esperanza. Los coros, de un grupo de cantantes maoríes, los Te Waka Huia Cultural Group Choir, eran inmensos, profundos, con una armonía tan potente y ancestral que te llegaba al alma. Eran los cantos de Mere, la voz de la Tierra. Y la aportación de Ngapo "Bub" Wehi, su autor y los Crowded House, enriquecían la canción de una manera extraordinaria.
El tema creció, envolviendo a todos los que lo escuchan, en una emoción colectiva, un sentimiento de pertenencia absoluta. Era la conclusión perfecta.
La música no es solo sonido; es memoria. Y en Kare Kare, ellos no habían estado solos; habían estado unidos a una cadena emocional de creadores. La música, forjada en la soledad, los unía a todos.
Epílogo y Reseña
El álbum Together Alone es considerado hoy por hoy como la obra cumbre de Crowded House, el trabajo que demostró que eran mucho más que una banda de pop con melodías pegadizas. Es un disco que soportó un peso emocional inmenso, y los datos lo demuestran.
El álbum fue publicado el 11 de octubre de 1993. Marcó un cambio significativo tras el éxito masivo de Woodface, explorando deliberadamente un sonido más oscuro, orgánico y experimental. La crítica fue muy positiva desde el principio; revistas respetadas como Q le otorgaron cinco estrellas, aclamándolo como el pináculo creativo de Neil Finn y elogiando la audacia de la producción a cargo de Youth (bajista de Killing Joke). Los críticos de la época valoraron la madurez con la que la banda fusionaba su inconfundible pop con las texturas ambientales de la grabación en Kare Kare.
A pesar de su complejidad, Together Alone fue un gran éxito, especialmente en los mercados donde Crowded House eran ídolos:
- Alcanzó el puesto #1 en la lista de álbumes de Nueva Zelanda.
- Llegó al #2 en Australia y #4 en el Reino Unido, donde logró el Disco de Platino y generó varios sencillos Top 30.
- En el mercado de Estados Unidos, tradicionalmente más esquivo, fue más modesto, alcanzando el #73 en el Billboard 200, pero consolidando a la banda como un acto de culto.
Con los años, la valoración de Together Alone no ha hecho más que crecer. Hoy es frecuentemente nombrado como el mejor y más influyente trabajo de Crowded House. La crítica moderna subraya la atemporalidad del álbum y el riesgo artístico que supuso para la banda. Se elogia particularmente cómo la experiencia de la grabación en la casa de Kare Kare (nuestra Te Pūaha) se convirtió en un miembro más de la banda, creando un sonido único, envolvente y profundamente emotivo. El álbum es citado como un ejemplo perfecto de cómo un entorno puede dictar el sonido, haciendo de esta obra un clásico de culto fundamental.
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En otra ocasión, y a propósito de otro álbum de los Crowded House, el Woodface, creo recordar que los comparé con unos maestros pasteleros, que se dedicaban a componer unas delicatessen extraordinarias, y que estaban preparadas para ser devoradas por nuestros oídos. Sin duda, la comparación es acertada, en este caso, me reafirmo en todo.
Los Crowded House, en este disco, Together Alone, han creado una obra fantástica, extraordinaria, soberbia, es sin duda uno de los mejores trabajos de la banda en su trayectoria. Es un conjunto de deliciosas canciones, bonitas, preciosas, elegantes, no quiero pecar de cursi, pero es que no encuentro otra forma de describirlas. Son una sucesión de delicias auditivas, sin solución de continuidad. Mezclan de una manera magistral melodías deliciosas, con baladas memorables, y rock mas potente. La escucha de este álbum te transporta a la Nueva Zelanda de Kare Kare, a aquella playa, a aquella cabaña, y te invita a escuchar aquellos maravillosos cantos maoríes, de los que este Together Alone deja una buena muestra, sobre todo en esa canción final, que da título al álbum. Os juro que me pone los pelos de punta. Es un momento de éxtasis impresionante, de elevarte por encima de tu cuerpo, y volar.
Lo escuché en su momento, en los 90, y me encantó, y ahora, cuando decidí dedicarle este artículo, lo he vuelto a escuchar, pues hacía tiempo que no lo hacía, y lo he disfrutado una y otra vez. Se acababa, y lo volvía a poner. Era un bucle interminable, en el que no me cansaba de revivir las sensaciones, y las emociones que me embargaban.
Together Alone de los Crowded House, es un álbum que debe estar en La Playlist del Yeyo, si o si. Me aportó, en su momento, y me sigue aportando ahora, paz, luz y una tranquilidad, increíble. Vivan los Crowded House.
Podeis visitar la página de Playlist Temáticas, en la que están ubicados todos los videos colgados en el blog, a modo de playlist, incluidos los de los Crowded House, para que los disfruteis todos juntos, y en el orden que querais. También teneis una emisora con La Radio del Yeyo, que contiene los hits de las décadas de finales del siglo XX. Y si buscas una canción o un video que no está en La Playlist del Yeyo, lo puedes localizar en el Buscador del Yeyo, procurando especificar bien el video o canción que quieres localizar.
¡¡Hasta la próxima!!
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