
La Sala de Descanso y el Eco de R.E.M.
La sala de descanso en la fábrica de Detroit, Michigan, era un microcosmos. Las paredes, pintadas de un color indefinido entre el beige y el gris ceniza, mostraban las marcas de incontables tazas de café y cigarrillos apoyados con descuido. Una máquina expendedora, con su luz fría y su zumbido constante, era la única fuente de dulces y bebidas a precios inflados. Un par de mesas de formica con sillas desparejas ocupaban el centro, y en una esquina, una radio vieja, siempre sintonizada en una emisora local, escupía éxitos pop y noticias a media voz. El aire olía a metal, a aceite y a café recalentado. Era el refugio del mediodía, el paréntesis de media hora entre el ruido ensordecedor de las máquinas y el tedio de la cadena de montaje.
Hoy, a la hora del almuerzo, Miguel, con las manos manchadas de grasa y la gorra ladeada, comentaba lo que había oído en las noticias. "Dicen que la economía va viento en popa, que somos la envidia del mundo", masculló, mientras le daba un sorbo a su termo. Clara, que llevaba más años en la fábrica que cualquiera, soltó una carcajada amarga. "Sí, ¿y quién lo nota, Miguel? Aquí seguimos doblando el lomo por lo mismo, o menos, que hace diez años. ¿Prosperidad? Esa es para otros, hijo". Fernando, el más joven, que solía traer su walkman, levantó la vista. "Mi padre dice que es todo propaganda. Que te venden la misma idea una y otra vez hasta que te la crees". En ese momento, la radio empezó a sonar con una melodía familiar. "¡Ah, mira! Esta me gusta", dijo Elena, la supervisora de línea, una mujer pragmática que rara vez se metía en esas charlas. "R.E.M., ¿verdad? Tiene algo que me atrapa".
Era "The One I Love". La voz de Michael Stipe, con esa cualidad inconfundible, resonaba en la pequeña sala. La canción, que muchos creen romántica, es en realidad mucho más oscura y repetitiva. ¿A quién va dedicada entonces? Podemos pensar que a la idea que nos venden, a esa imagen perfecta de prosperidad que Miguel oye en las noticias. Se repite una y otra vez, hasta que la gente la acepta como su "verdad", como si fuera la única opción. Es como si el mensaje político se convirtiera en un producto que te venden, y tú, como consumidor, lo adquieres. Te dicen que todo va bien, y la repetición de esa idea es tan fuerte que te "posee", te convence, sin que te des cuenta de si hay algo más detrás. La canción es la banda sonora de cómo las ideas pueden ser consumidas y desechadas, pero siempre con una "nueva" versión que se presenta como la "única" verdad.
Mientras la canción terminaba, un silencio pensativo invadió la sala. Los sonidos de la fábrica, antes amortiguados, empezaron a filtrarse de nuevo. La radio siguió con un breve anuncio de radio local y, al instante, volvió a sorprenderlos con los acordes angulares de "Strange". "Es que es extraño, ¿no?", comentó Fernando, quitándose los auriculares, mientras la música llenaba el espacio. "Dicen que el país va mejor que nunca, pero en la tele ves a gente sin casa, y aquí en el barrio cierran tiendas. Mi abuela dice que antes no era así. Que esto no es normal". Clara asintió, mientras la voz de Stipe resonaba por la estancia. "No es normal que te pidan más y te den menos", dijo Clara. "Ni que los libros que antes leíamos en la biblioteca ahora los miren con lupa. De repente, todo lo que era obvio, lo que dabas por sentado, se siente... diferente". Elena, que rara vez se unía a las quejas, miró por la ventana hacia el cielo plomizo. "Algo está cambiando. Y no me refiero al tiempo". Había una sensación en el aire de que lo familiar se estaba volviendo desconocido, una disonancia palpable entre la retórica oficial y la realidad que ellos vivían.
Después de "Strange", la radio pinchó un par de canciones pop de la época, de esas que sirven de relleno pero nadie presta atención. Luego, sin previo aviso, la emisora les lanzó la energía inconfundible de "Finest Worksong". El ritmo propulsivo y la guitarra directa de Peter Buck invadieron la sala, haciendo vibrar las paredes. "Bueno, a lo nuestro. Al final, lo que cuenta es el trabajo, ¿no? Si no, esto no se mueve", dijo Miguel, mientras la voz de Stipe cantaba sobre el esfuerzo. Clara asintió, recogiendo su chaqueta. "Exacto. Por mucho que hablen los de arriba, el pan se gana aquí, sudando la camisa". Mike, el compañero más veterano, que rara vez hablaba, se estiró con un gruñido. "No queda otra. Hay que seguir dándole. Día tras día. Es lo único que nos queda". La canción, que significa "La mejor canción de trabajo", es un himno a la dignidad de la labor. En la era Reagan, donde el discurso se centraba mucho en los grandes negocios, esta canción de R.E.M. pone el foco en el trabajador común. Es un himno a la resistencia a través del esfuerzo constante. La rutina los llamaba de vuelta a la cadena, a las máquinas ruidosas, a la monotonía del esfuerzo físico, una y otra vez, sin importar lo que dijeran en las noticias. Era su forma, su única forma, de mantener a flote la vida, de seguir adelante.
La radio pasó un par de noticias rápidas sobre el precio del petróleo y una huelga lejana, y luego, sin cortes ni pausas, comenzó el torbellino de palabras de "It's the End of the World as We Know It (And I Feel Fine)". Fernando, que ya había terminado su sándwich, sintió una oleada de frustración, pero luego, una extraña calma lo invadió, mientras la voz de Stipe fluía sin pausa, a velocidad de vértigo. Miró a sus compañeros: caras cansadas, algunas resignadas, otras con una chispa de ironía en los ojos. Era como si el mundo de la fábrica, y el de fuera, estuviera acelerando, cayendo en un caos organizado, pero a la vez, había una sensación de que, de alguna manera, se lo esperaban. Como si todo estuviera llegando a un final, a un punto de no retorno, y lo único que podías hacer era seguir adelante, porque no había otra opción. La canción captura esa aceptación irónica, o incluso un punto de indiferencia, ante un caos que parece incontrolable. La "fineza" no es que el fin sea bueno, sino una forma de lidiar con la abrumadora complejidad del mundo, una crítica a la pasividad con la que a veces se reciben las noticias de crisis.
El zumbido de las máquinas, aunque lejano, comenzó a sentirse más presente, indicando que el fin del descanso se acercaba. Justo cuando la última nota de la canción se desvaneció, la radio, casi a modo de comentario final, comenzó con los acordes tensos de "Exhuming McCarthy". "Vaya día", dijo Elena, estirándose. "Siempre están con algo nuevo. Y siempre es lo mismo". Fernando asintió. "Sí, es como si sacaran viejas ideas del baúl. Lo de 'el enemigo de dentro', lo de que 'si no estás con nosotros, estás contra nosotros'. Lo oigo mucho ahora". Miguel gruñó. "Es la misma historia de siempre, pero con otra cara. Siempre buscan un culpable". Había una sensación persistente de que ciertos fantasmas del pasado político, ciertas tácticas de división y miedo estaban siendo desenterradas, presentadas de nuevo como algo novedoso, pero con un eco familiar, una advertencia de que la historia, a veces, se repite y que la complacencia puede permitir que las sombras del pasado se proyecten de nuevo sobre el presente.
El timbre de la fábrica, esta vez el que indicaba el fin del almuerzo, sonó estridente, sacándolos de golpe de su burbuja de café y conversación. Los cuatro se pusieron de pie, listos para volver al ruido de la cadena de montaje. Miguel apagó la radio con un click seco. "Al final", dijo, mientras se ajustaba la gorra, "por mucho que hablen o que prometan, el que paga el pato somos nosotros. Y los que mandan creen que no nos damos cuenta". Clara asintió, su mirada decidida. "Creen que nos la van a colar, pero no somos tontos. Vemos lo que pasa, sentimos lo que nos afecta. Y eso, al final, cuenta". Fernando miró a sus compañeros, luego al calendario de la pared, donde se marcaban los días. "Sí. Sabremos dónde apretar cuando llegue el momento. Cuando de verdad toque decidir quién nos representa". Elena les dio una palmada en la espalda. "Exacto. En las urnas no hay propaganda que valga. Ahí se ve si la gente ha estado atenta o no. Y yo creo que sí lo estamos. Más de lo que creen". Las voces de la radio se habían apagado, pero el mensaje, el que de verdad importaba, seguía resonando en ellos, claro y sin manipulaciones.
Epílogo
Para los seguidores de "La Playlist del Yeyo", hablemos claro: Document (1987) es el disco que lo cambió todo para R.E.M. No es solo un álbum; es el salto de una banda de culto a un fenómeno mundial, sin perder ni un ápice de su esencia. Y eso, amigos, no es fácil de lograr.
Antes de Document, R.E.M. ya tenía un sonido distintivo, pero a veces podía ser un poco... borroso. Aquí entra en juego Scott Litt, el productor, que consiguió darles una claridad y una pegada que les faltaba. Las guitarras de Peter Buck siguen siendo melódicas y reconocibles, pero con una fuerza y una nitidez que antes no tenían. El bajo de Mike Mills y la batería de Bill Berry suenan contundentes, dándole al disco un ritmo imparable. Y Michael Stipe, cuya voz a veces se perdía en la mezcla, aquí está al frente, articulado y lleno de una urgencia palpable. Este sonido más directo no le quitó misterio a sus letras, sino que las hizo más impactantes y accesibles.
Aunque R.E.M. siempre fue un poco críptico, en Document las letras de Stipe se volvieron más directas y políticas. El álbum es un reflejo de su tiempo, especialmente de la era Reagan y la recta final de la Guerra Fría. Habla de la desilusión, del consumismo desmedido, de la desinformación y de la necesidad de que la gente despierte y actúe. Canciones como "Exhuming McCarthy" son muy claras en su crítica política, pero incluso otras, como las que acabamos de escuchar, llevan un mensaje más profundo sobre la alienación o la manipulación. Hay una urgencia constante en cada canción, una sensación de que hay que prestar atención a lo que sucede en el mundo.
Document fue un éxito rotundo. Millones de copias vendidas, videoclips en MTV y canciones que sonaban en todas las radios. Pero su importancia va más allá de los números. Demostró que una banda con un sonido alternativo podía llegar al gran público sin vender su alma. Fue un puente entre el underground y el mainstream, abriendo el camino para muchas otras bandas que vendrían después. Document es un testimonio de la capacidad de R.E.M. para combinar melodías inolvidables con letras que te hacen pensar. Es una cápsula del tiempo de los años 80, sí, pero también es un disco atemporal que sigue hablando del poder, la resistencia y la búsqueda de la verdad. Una joya que siempre merecerá un lugar en La Playlist del Yeyo.
Podcast



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