
Terapia de Sonido. Los Cambios de Humor Salvajes del Dr. Vázquez
La sala de terapia grupal del Centro de Bienestar Mental "El Abrazo Musical" era una extraña mezcla de funcionalidad clínica y calidez hogareña. Las paredes, pintadas en un suave tono lavanda, trataban de infundir calma, un contraste con los sillones individuales de tela gris que formaban un semicírculo. En el centro, una mesa baja de madera clara albergaba un juego de tazas de té a medio usar y algunas servilletas arrugadas. Lo más llamativo, sin embargo, era el rincón dedicado a la música: un robusto tocadiscos de los años 80, con un brazo que parecía sacado de una nave espacial, flanqueado por dos altavoces de madera de dimensiones generosas. Era un santuario analógico en plena era digital.
Hoy, ese semicírculo estaba ocupado. Estaba Martín, un hombre corpulento de unos cincuenta años, con la mirada perdida y la postura encorvada, atrapado en una apatía profunda que parecía absorber el color de la habitación. A su lado, Laura, una joven de veintitantos, se mordía las uñas sin parar, sus ojos nerviosos escaneando cada sombra de la habitación; sufría de una ansiedad constante que la mantenía siempre al borde de algo. En el extremo opuesto, Elena, con una sonrisa fija que rara vez alcanzaba sus ojos, se movía inquieta en su asiento, sus manos gesticulando en el aire incluso sin hablar; su euforia desmedida a menudo rozaba lo inoportuno. Entre ellos, Carlos, con el ceño fruncido y un tic nervioso en la mandíbula, parecía estar siempre a punto de estallar, lidiando con un trastorno de control de la ira que lo hacía sentir como un volcán a punto de erupción. Y finalmente, Sofía, con una expresión ensoñadora y la mirada a menudo ausente, perdía el contacto con la realidad en lo que los médicos diagnosticaban como episodios disociativos.
La puerta se abrió con un leve chirrido y entró el Dr. Vázquez, un hombre de mediana edad con gafas finas y una barba cuidada, que irradiaba una mezcla de serenidad y una chispa inusual en los ojos. Bajo el brazo traía un álbum de vinilo con una portada peculiar. La dejó con reverencia sobre la mesa auxiliar, revelando el enigmático arte de "Wild Mood Swings" de The Cure.
"Buenos días, equipo", dijo el Dr. Vázquez, su voz grave pero tranquilizadora. Se sentó en el último sillón disponible, frente a ellos. "Hoy vamos a probar algo diferente. Algo... sonoro."
Tomó el disco y lo colocó con cuidado en el tocadiscos, pero no bajó la aguja. "Lo que tengo aquí es un álbum de The Cure, 'Wild Mood Swings'. Salió en el 96, y fue un momento complicado para ellos, justo después de la época dorada de 'Wish' y la presión era inmensa. Es un disco que mucha gente no entendió del todo, y algunos lo descartaron como un 'experimento fallido'. Pero para mí", continuó el doctor, señalando el vinilo con un dedo, "es un lienzo sonoro fascinante. Es una montaña rusa de emociones, un revoltijo de estilos. Pasa del pop más luminoso a la oscuridad más densa en cuestión de segundos. Hay quien dice que la producción está un poco cargada, que suena a veces artificial. Pero ahí reside su encanto, ¿no creen? Es como un espejo roto donde cada fragmento refleja una emoción distinta. Y por eso, precisamente, vamos a usarlo. Porque, al fin y al cabo, ¿qué es la vida sino un montón de 'cambios de humor salvajes'?"
Una risa nerviosa se escapó de Laura. El Dr. Vázquez asintió. "Eso es. Hoy, este disco va a ser nuestro terapeuta. Va a hablarnos de lo que significa querer algo con desesperación, de las mentiras que nos contamos, de la euforia fugaz, de la furia que nos consume y de esa sensación de estar perdidos. Y ustedes, cada uno, va a dejar que la música les hable y me cuente qué le dice."
El Dr. Vázquez bajó la aguja y el crepitar inicial del vinilo llenó la sala, seguido de una explosión de energía.
"Want"
Los primeros acordes distorsionados de "Want" irrumpieron en la sala con una urgencia palpable. La voz de Robert Smith, cruda y demandante llenaba el espacio con un grito de deseo inalcanzable.
"Martín", dijo el Dr. Vázquez, girándose hacia el hombre encorvado. "Esta canción es un grito. Un grito de querer algo con tanta fuerza que duele. Una necesidad, una carencia. Martín, tú llevas tiempo en un estado de apatía, ¿verdad? Como si nada te importara, como si no quisieras nada. Pero ¿realmente es así? ¿O hay algo, muy, muy en el fondo, que sí quieres con desesperación, pero que la apatía te impide ver o perseguir?"
Martín levantó la mirada por primera vez, sus ojos velados por una niebla. "No... no sé, doctor. Es como si... como si la cuerda se hubiera roto. Antes quería cosas. Ahora... nada. Es solo un zumbido vacío."
El Dr. Vázquez asintió suavemente. "Entiendo. 'Want' nos confronta con ese abismo entre el deseo y la capacidad de sentirlo. A veces, la apatía es una armadura, ¿no crees? Para no sentir la frustración de querer algo y no poder conseguirlo."
"This is a Lie"
La intensidad de "Want" dio paso a los ritmos más complejos y la melodía un tanto inquietante de "This is a Lie". La canción exploraba la idea de engaño, las verdades a medias y las falsas pretensiones.
"Laura", se dirigió el doctor, mientras la joven se encogía ligeramente en su asiento. "Esta canción... 'This is a Lie'. Habla de verdades y mentiras, de lo que mostramos y lo que escondemos, de lo que nos decimos a nosotros mismos. Tu ansiedad, Laura, a menudo te lleva a rumiar, a anticipar escenarios catastróficos, a veces a dudar de la realidad de lo que te rodea o de lo que sientes. ¿No crees que parte de la ansiedad es construirse pequeñas mentiras o grandes verdades distorsionadas para intentar controlar lo incontrolable? ¿Qué mentiras te has contado a ti misma para sentirte más segura, o para evitar enfrentarte a algo que te aterroriza?"
Laura dejó de morderse las uñas por un instante. "Siempre tengo la sensación de que algo va a ir mal. Y me digo a mí misma que si me preocupo lo suficiente, quizás lo evite. Sé que es una mentira, pero... me da una falsa sensación de control."
"Precisamente", asintió el doctor. "La mentira de la hipervigilancia. The Cure nos lo canta con una melodía que teje una red de intriga y desconfianza. Es un reflejo perfecto de cómo la mente ansiosa puede entramparse en sus propias ficciones."
"Mint Car"
De repente, la atmósfera cambió radicalmente. Los acordes de guitarra optimistas y la melodía pegadiza de "Mint Car" llenaron la sala, un faro de pop en medio de la experimentación del álbum.
"¡Ah, Elena!", exclamó el Dr. Vázquez con una sonrisa, aunque sus ojos permanecieron observadores. "¡'Mint Car'! El lado más luminoso y abiertamente pop del disco. Una canción que te levanta el ánimo te invita a un viaje, te promete alegría. Tú, Elena, sueles experimentar picos de euforia, ¿verdad? Momentos de felicidad desbordante, energía ilimitada. ¿Esta canción refleja esa sensación para ti? ¿O es una euforia distinta? 'Mint Car' es un escape, un deseo de huir hacia la felicidad, pero ¿es esa felicidad real o una forma de evitar lo que hay detrás?"
Elena dejó de gesticular y su sonrisa se amplió, aunque por un segundo pareció titubear. "¡Es como volar, doctor! Es esa sensación de que todo es posible, de que el mundo es de colores brillantes y puedo hacer cualquier cosa. Es... es maravilloso, pero a veces... a veces cansa."
"Cansa, claro", dijo el doctor. "Porque incluso la felicidad más brillante, cuando es desmedida y constante, puede agotarnos. ‘Mint Car' te invita a esa euforia, pero ¿qué sucede cuando el viaje en el 'coche de menta' termina y tienes que volver a la realidad?"
"The 13th"
Los ritmos latinos y la trompeta inusual de "The 13th" resonaron a continuación, un giro estilístico desconcertante para muchos, pero lleno de una energía que podía sentirse tanto festiva como irritante.
"Carlos", dijo el Dr. Vázquez, volviéndose hacia el hombre que seguía con el ceño fruncido. "Esta canción es rítmica, insistente, casi desafiante. Tiene una energía que algunos encuentran liberadora y otros, francamente, irritante. Tú, Carlos, luchas con el control de la ira, con esa sensación de que las cosas te desbordan y la frustración se acumula. 'The 13th' tiene un punto de anarquía, de ruptura con lo convencional. ¿Sientes esa energía? ¿Te da ganas de liberarla? ¿O te recuerda a la sensación de que la vida te golpea con cosas inesperadas y te sientes impotente?"
Carlos golpeó ligeramente el reposabrazos con los dedos. "Es como cuando alguien te fastidia con algo pequeño una y otra vez. Se va acumulando. Y luego esa trompeta... es como si se estuviera riendo de mí. Me pone... nervioso. Con ganas de... de romper algo."
"Esa es una reacción muy válida", afirmó el doctor. "The Cure juega con la irritación aquí, con esa tensión que se acumula hasta el punto de la explosión. Es una forma de decirnos que a veces la rabia es una respuesta a la frustración, a sentir que las cosas no siguen las reglas o que no tenemos el control. Pero hay formas de gestionar esa energía sin que te consuma."
"Strange Attraction"
La música se suavizó con las texturas atmosféricas y melancólicas de "Strange Attraction". La canción evocaba una sensación de distancia, de no pertenecer, de una conexión extraña y a veces incomprensible con el mundo.
"Sofía", el Dr. Vázquez miró a la joven, cuyos ojos parecían estar enfocados en algún punto más allá de las paredes de la sala. "Esta canción se llama 'Strange Attraction'. Es etérea, casi fantasmal, ¿verdad? Habla de una conexión inusual, de una sensación de extrañeza. Sofía, tú a veces experimentas episodios disociativos, donde sientes que no eres tú misma, o que la realidad no es real. ¿Te sientes atraída por esta extrañeza en la canción? ¿Te ayuda a sentir que quizás no estás tan sola en esa sensación de que el mundo es un lugar un poco extraño, o de que tú eres una extraña en él?"
Sofía parpadeó lentamente, como si despertara de un sueño. "Es... es como estar flotando. Me siento así a menudo. Como si estuviera viendo una película de mi propia vida, pero yo no soy la protagonista. Me siento atraída porque me siento... vista. Como si la canción entendiera lo que es no estar del todo aquí."
"Exacto", dijo el doctor con empatía. "The Cure, en esta pista, nos invita a esa sensación de distancia, de ser un observador. No es un estado permanente, Sofía, pero reconocerlo, incluso a través de la música, es el primer paso para volver a conectar. Para entender que esa 'extraña atracción' es parte de tu experiencia, pero no te define por completo."
El disco terminó. El brazo del tocadiscos se levantó automáticamente y el silencio, por un momento, fue más profundo que antes.
"Bien", dijo el Dr. Vázquez, rompiendo el hechizo. "Sé que ha sido intenso. 'Wild Mood Swings' no es un paseo por el parque, como tampoco lo son sus propias vidas emocionales. Pero lo importante no es que se 'curen' de repente, sino que empiecen a escuchar. A escuchar la música, a escucharse a sí mismos, a escuchar a los demás. Cada uno de ustedes ha reaccionado de una manera única, y eso es valioso. Les pido que, durante la semana, sigan pensando en cómo las canciones que hemos oído hoy se relacionan con esos 'cambios de humor' que experimentan. Reflexionen sobre lo que quieren, las mentiras que les acechan, los momentos de euforia, la rabia que sienten y la extraña forma en que a veces se sienten desconectados. La terapia es un viaje, no un destino. La próxima semana, la aguja volverá a caer, y seguiremos explorando."
El Dr. Vázquez se levantó, recogió el vinilo con cuidado y se despidió con un movimiento de cabeza. "Buen trabajo, equipo. Nos vemos la próxima semana."
Cuando la puerta se cerró y el doctor se fue, un suspiro colectivo de alivio y agotamiento llenó la sala.
Martín se estiró, con una sonrisa tenue que por fin alcanzaba sus ojos. "Pues para ser terapia, el doctor Vázquez tiene un gusto musical un poco... oscuro, ¿no? Casi me hace querer un café."
Laura, sorprendentemente, se rio, un sonido agudo y liberado. "Yo no sé si 'Mint Car' me dio euforia o más ansiedad por si el coche se estropeaba a mitad de camino."
Carlos bufó, cruzándose de brazos. "A mí la trompeta esa de 'The 13th' me ha dado ganas de montar una banda de mariachis, ¡pero a puñetazos!"
Elena, todavía con su sonrisa, parpadeó varias veces. "O sea, ¿que soy feliz y me aburro? ¡Qué complicado es esto de ser yo!"
Sofía, la última en reaccionar, miró la aguja del tocadiscos como si acabara de entender algo profundo y ridículo a la vez. "A mí me ha parecido que el tocadiscos se estaba haciendo el disociativo. Con lo antiguo que es, podría estar en cualquier siglo."
Las risas llenaron la sala, más sinceras y liberadas que en mucho tiempo. Quizás, después de todo, La Playlist del Yeyo no era tan salvaje. O quizás, solo quizás, habían empezado a bailar al son de sus propios "cambios de humor".
Epílogo
Cuando "Wild Mood Swings" vio la luz en mayo de 1996, se encontró con un paisaje musical en plena ebullición y unas expectativas desorbitadas. Tras el éxito estratosférico de álbumes como Disintegration y el comercial Wish, y con sencillos que se habían convertido en himnos generacionales, The Cure se enfrentaba a la difícil tarea de superar su propia leyenda. Este álbum, llegó tras un paréntesis de cuatro años desde su anterior trabajo, un período que solo sirvió para inflar aún más las expectativas.
Wild Mood Swings tuvo un rendimiento moderado en comparación con sus predecesores inmediatos. Debutó en el puesto número 11 en las listas del Reino Unido y alcanzó el número 12 en el Billboard 200 de Estados Unidos. Fue un indicio de que, quizás, la banda se había arriesgado demasiado o simplemente que el público no estaba preparado para el "giro" que Robert Smith y compañía habían decidido tomar.
La crítica, por su parte, fue notablemente polarizada. Algunos lo elogiaron por su audacia y su intento de romper moldes, valorando la diversidad sonora y la experimentación con géneros inusuales para The Cure, como el pop más alegre de "Mint Car" o los toques latinos de "The 13th". Vieron en su eclecticismo una señal de madurez artística. Sin embargo, una parte significativa de la crítica y muchos fans de la banda lo tildaron de irregular y confuso. Se le criticó por su aparente falta de cohesión, por una producción a veces excesivamente pulcra que diluía la esencia gótica y melancólica de la banda, y por la sensación de que The Cure estaba buscando su lugar en una década que ya había abrazado otros sonidos. Muchos sintieron que el álbum era un batiburrillo de ideas que no terminaban de cuajar en un todo homogéneo.
Hoy, casi tres décadas después, "Wild Mood Swings" sigue siendo un álbum que genera debate. Para algunos, es un eslabón débil en la discografía de The Cure; para otros, una joya incomprendida que merece una reevaluación. Lo que nadie puede negar es que, con sus altibajos y sus inesperadas transiciones, el álbum es, en sí mismo, un reflejo de esos "cambios de humor salvajes" que la vida nos depara, y que, como hemos visto, pueden ser un terreno fértil para la introspección y la sanación.
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