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Publicado septiembre 06, 2024 por Aurelio Vázquez Sánchez con 0 comentarios

Alanis Morissette-Jagged Little Pill

Alanis Morissette-Jagged Little Pill

El Diario de Maya, Valencia, 1995.

El calor en Valencia era una losa en junio, sí, pero bajo esa capa pegajosa, la ciudad bullía con una energía efervescente. Era la Valencia de la movida universitaria, de los bares del Carmen y Ruzafa que empezaban a despuntar, de las terrazas llenas hasta la madrugada en la Plaza de la Virgen y la Plaza de la Reina. En Blasco Ibáñez, epicentro de la vida estudiantil, las facultades vomitaban jóvenes que poblaban los bocadillerías de la Avenida de Aragón, los pubs donde sonaba el bakalao y el pop rock español, y las infinitas cafeterías donde las discusiones sobre Marx y las últimas tendencias musicales se mezclaban con el aroma a café y cigarrillos. Había una sensación de cambio en el aire, de que la juventud empezaba a encontrar su voz, sus espacios. Maya, con sus veintidós años y el pelo teñido de un rojizo dudoso, se sentía a menudo como una pieza de puzle que no encajaba del todo en ese torbellino. Estudiaba Psicología, lo cual irónicamente no le ayudaba a entender el galimatías que era su propia vida. Su relación con Rafa, intermitente y asfixiante a partes iguales, la tenía en un limbo constante, dejándola siempre a la espera.

Sara, su mejor amiga y compañera de piso en el Carmen, era todo lo contrario. Activista, directa y con una capacidad innata para decir las cosas por su nombre. Llevaba meses hablándole de feminismo, de empoderamiento, de encontrar su propia voz. Maya asentía, leía alguno de los panfletos que Sara traía a casa, pero sentía que las palabras se quedaban en la superficie. Necesitaba algo más visceral, algo que le calara los huesos.

El piso que compartían en una calle tranquila del Carmen era un refugio del bullicio, pero también un reflejo de sus vidas. El salón, en particular, era un crisol de estilos y propósitos. Dominado por un sofá Chesterfield de cuero desgastado que habían encontrado en un mercadillo, tan cómodo como si te abrazara, y que era el epicentro de las siestas veraniegas. Una estantería atestada de libros se inclinaba peligrosamente en una de las paredes, con títulos que iban desde textos de psicología y novelas de Almudena Grandes hasta ensayos feministas de Kate Millet que Sara leía y subrayaba con devoción. En el centro, una mesa de centro baja de madera oscura servía tanto para apoyar tazas de café y ceniceros llenos, como para extender mapas de apuntes o revistas musicales del momento. Las paredes, de un blanco roto que había perdido su lustre original, estaban salpicadas de pósteres de conciertos pasados (algunos pegados con celo, otros con chinchetas) y alguna lámina de Miró. Cerca de la ventana, que daba a un patio interior y por donde se colaba un hilo de brisa, se alzaba el viejo radiocasete Sanyo de Maya, una reliquia de su adolescencia, con sus botones analógicos y la rejilla del altavoz algo abollada. Un ventilador de pie, con sus aspas girando lentas y ruidosas, intentaba sin éxito mover el aire viciado del salón aquel martes por la tarde.

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Fue justo en ese salón, en ese espacio tan suyo, donde Sara apareció con una sonrisa pícara y un cassette en la mano. "Toma", le dijo, lanzándoselo al sofá. "Escucha esto. Me lo ha dejado Marta, dice que es la bomba. Una canadiense, Alanis Morissette. Se llama Jagged Little Pill".

Maya lo miró con escepticismo. Su gusto musical tiraba más hacia el pop español de entonces, lo que sonaba en la radiofórmula. Puso el cassette en su viejo radiocasete Sanyo. El primer acorde rasgó el aire, diferente a todo lo que había oído.

La primera canción que la atrapó fue "All I Really Want". Maya estaba sentada en su escritorio, intentando concentrarse en un texto de Freud que le parecía más denso que el aire de Valencia, cuando la voz de Alanis irrumpió con una energía que la hizo levantar la vista.

“¿Sabes? Lo único que realmente quiero es respirar, lo único que realmente quiero es ser vista, me siento tan ignorada…”

Aquellas palabras, casi susurradas al principio y luego convertidas en un torbellino, golpearon a Maya como un puñetazo en el estómago. Era justo lo que sentía. En su relación con Rafa, en las expectativas de sus padres, incluso en la forma en que a veces se sentía invisible en el grupo de amigos. La canción no pedía nada complicado, solo ser una misma, sin tapujos, sin disfraces. Le pareció una declaración de intenciones, un grito de alguien que se estaba cansando de lo de siempre. No era una canción melódica y perfecta; era algo más real, como si la cantante estuviera hablando directamente desde lo más hondo de su alma, sin filtros. Era la voz de alguien que se sentía ignorada y estaba harta.

Los días pasaron y Maya no dejaba de escuchar la cinta. Se la llevó a todas partes, incluso la escuchaba con sus auriculares Walkman mientras caminaba por las calles del Carmen. Un mediodía, después de un examen que creía haber bordado y que resultó ser un desastre, volvió a casa frustrada. Había estudiado como nunca, se había preparado para todas las preguntas posibles, y aun así, había fallado en la más tonta. Se sentó en el sofá y le dio al play.

Y entonces sonó "Ironic".

“Es como la lluvia en el día de tu boda, es un viaje gratis cuando ya has pagado, es el buen consejo que no has tomado…”

Alanis cantaba sobre esas situaciones de la vida que son tan contradictorias que rozan lo absurdo. El bombero que se muere quemado en un incendio, la mosca en el vino. Maya se dio cuenta de que no solo ella sentía que la vida a veces le jugaba malas pasadas. La canción no se quejaba, solo exponía esa realidad con una mezcla de humor y resignación. Le pareció que Alanis estaba diciendo: "La vida es así, llena de cosas que no tienen sentido, y está bien, no estás sola si te sientes frustrada por ello". No buscaba una solución, solo constataba una verdad que todos sentíamos.

La gota que colmó el vaso llegó una noche. Rafa había vuelto a desaparecer. Después de prometerle que irían al cine, simplemente no apareció, ni llamó. A la mañana siguiente, cuando por fin contestó, lo hizo con una excusa tan absurda y una actitud tan despreocupada que a Maya le hirvió la sangre. Sara la encontró hecha una furia, con los ojos inyectados y las manos temblándole. "¡Es que no lo entiendo! ¡Me trata como si fuera una idiota!".

Sara solo asintió y la dejó desahogarse. Cuando Maya se calmó un poco, puso el cassette. Y sonó "You Oughta Know".

“Estoy aquí para recordarte el lío que hiciste de mí… ¿Y se supone que no me voy a enfadar?”

La canción estallaba con una furia cruda, directa, sin adornos. La voz de Alanis era un grito de dolor y rabia, una explosión de todo lo que Maya sentía pero no se atrevía a expresar. Hablaba de la humillación, del desprecio, de la traición, de esa sensación de que alguien te ha destrozado y encima sigue con su vida como si nada. Era una rabia que no se escondía, que no se disculpaba. A Maya le pareció una revelación. Era como si Alanis le estuviera dando permiso para sentir toda esa ira, para no tener que ser siempre la chica dulce y comprensiva. La canción era como un puñetazo en la mesa, un "¡Hasta aquí hemos llegado!". Le enseñó que la rabia, a veces, es una emoción necesaria y poderosa.

Después de aquella noche, algo cambió en Maya. Empezó a poner límites a Rafa, a priorizarse a sí misma. Se centró más en los estudios, salió más con Sara y otras amigas. Un día, conoció a un chico nuevo en la facultad, amable y atento, que la escuchaba de verdad. Se llamaba Marc. Al principio, Maya se sentía extraña, incómoda con la idea de una relación sana. Tenía miedo.

Fue entonces cuando "Head Over Feet" reconfiguró su vida.

“Eres el hombre más dulce que he conocido… Me doy cuenta de que soy tu prioridad, de que nunca me tomas a la ligera, de que nunca me haces sentir insignificante…”

La canción hablaba de una relación de verdad, basada en el respeto, en la admiración mutua, en el aprecio de las pequeñas cosas. No era la típica canción de amor empalagosa, sino una reflexión sobre lo que se siente al ser valorada y vista por quién eres. Le chocó porque era una canción suave, cariñosa, que contrastaba mucho con la furia de otras. Pero le dio una idea de lo que buscaba: no una perfección irreal, sino una conexión auténtica. Alanis cantaba de una manera sencilla y directa, sin rodeos, como quien dice: "Esto es lo que me haces sentir, y es bonito y real". Para Maya, la canción fue un bálsamo, una esperanza. Le mostró que no todas las relaciones tenían que ser un campo de batalla.

A medida que el curso terminaba y los exámenes finales se acercaban, Maya se dio cuenta de lo mucho que había cambiado. Había cortado definitivamente con Rafa, se había enfocado en sus objetivos y había fortalecido su amistad con Sara. Se sentía más ligera, más dueña de sí misma. Caminando por la Malvarrosa, con la brisa marina despeinándola, sintió una libertad que nunca antes había experimentado. Puso el Walkman.

Y entonces Alanis cantó "Hand in My Pocket".

“Estoy desordenada, pero estoy bien… estoy aquí para recordarles que estoy viva… y estoy bastante bien con esta cosa de la vida…”

La canción era como un himno a la imperfección, a la aceptación de no tener todas las respuestas. Alanis admitía ser un "lio", pero al mismo tiempo afirmaba que estaba "bien". Era una canción sobre la autoaceptación, sobre la paz de encontrar la felicidad en el desorden de la vida, sin necesitar ser perfecta ni pretenderlo. Hablaba de la contradicción de la vida: tener mil cosas y no tener nada, estar perdida y al mismo tiempo en paz. Le dio a Maya la sensación de que no tenía que ser siempre fuerte o perfecta; que era válido estar a medias, buscando, y aun así, estar bien. Era una canción que te invitaba a sonreír, a no tomarte la vida tan en serio, a abrazar tus propios errores y particularidades.

Al final del verano de 1995, Maya ya no era la misma. El Jagged Little Pill se había convertido en la banda sonora de su despertar. No solo había escuchado un disco; había descubierto un espejo, una voz que reflejaba sus propias frustraciones y le mostraba un camino hacia la autenticidad.

Alanis Morissette y Jagged Little Pill no solo le abrieron los ojos al feminismo de los 90, sino que le dieron el coraje para vivirlo. La voz de Alanis, cruda y honesta, le enseñó que no había nada de malo en sentir rabia, en ser vulnerable, en no tener todas las respuestas. Le mostró que una mujer podía ser fuerte y a la vez sensible, que podía exigir respeto sin perder su esencia. El disco era una bofetada a las expectativas de la sociedad de que las mujeres debían ser siempre amables y complacientes. Le enseñó que la verdadera fortaleza estaba en ser una misma, con todos los "desgarros" y las "píldoras amargas" de la vida.

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Para Maya, escuchar a Alanis fue como si alguien le hubiera dado permiso para ser real, para ser completa, con sus luces y sus sombras. El Jagged Little Pill le influyó profundamente: le dio palabras a sentimientos que ni siquiera sabía que tenía, la empujó a cuestionar lo establecido y a no conformarse. La voz potente y sin filtros de Alanis le transmitió la valentía de expresar sus propias emociones, sin miedo a ser juzgada. Su carácter se volvió más firme, su personalidad más definida; pasó de ser la chica que se dejaba llevar a la que tomaba las riendas de su vida. Se había dado cuenta de que la canción más importante era la suya propia, y que tenía el derecho a cantarla a pleno pulmón, incluso si sonaba un poco "desordenada".

Epílogo

Alanis Morissette es una cantante y compositora canadiense, nacida en Ottawa el 1 de Junio de 1974, cuya trayectoria artística comenzó a partir de los primeros años 90, pero su gran éxito internacional llegó a partir del lanzamiento de su tercer album, "Jagged Little Pill" , el 13 de junio de 1995, con el que consiguió un gran hito en la historia de la música, que fué vender mas de 33 millones de copias, y conseguir multitud de premios, además de obtener el reconocimiento unánime de la crítica mundial, y ser colocado en el puesto 69 de los 500 mejores albumes de todos los tiempos, según la prestigiosa revista Rolling Stone, en el año 2020. Hasta aquí, los datos. En lo personal, en la humilde opinión de quien les escribe, este es un pedazo de album, un discazo, que es mi expresión favorita. Pocas mujeres he tratado en el blog, pero esta debe estar entre las primeras, por su calidad musical, por su voz, y por su fuerza. El album 'Jagged Little Pill' es una bocanada de aire fresco en el panorama musical de los años 90, pocos artistas destacaron tanto en el mundo del rock, de esos años, como Alanis Morissette, era una compositora e interprete nueva y desconocida en el mundo, pero entró con una fuerza y un impacto brutal, y de este album, canción que se extraía como sencillo, canción que iba disparada al puesto número 1 de las listas mundiales, lo cual hizo que el album en si, consiguiera alcanzar también el primer puesto en todo el mundo, y además mantenerlo en el tiempo.

Cuando salió este album al mercado, era una época en la que estaban naciendo los archivos MP3; el recuerdo que tengo de aquellos años, era de la compra de mi nuevo ordenador pentium III con Windows 95, y aquella pantalla primero del cielo azul con nubes blancas, y después ese tono verdoso y uniforme, que tenía la ventana de trabajo. Unos años después, comenzé a coleccionar archivos MP3 en el PC, descargados con el programa KaZaa, aprovechándome, como tantos otros, del vacío legal que había en aquellos tiempos, sobre el tema de la propiedad intelectual de los archivos de música. Entre ellos, estaba este album, 'Jagged Litted Pill'; no me lo compré, lógicamente, lo pude tener gratis, en MP3, y me lo grabé a un Compact Disc virgen para la ocasión. Y lo disfrutaba en mi PC, pues los coches entonces no tenían reproductor de CD, y en mi equipo de música Hi-Fi, tampoco. Mas tarde, si lo adquirí, y también un walkman, con el que salía a la calle escuchando buena música. Pero eso ya era en este siglo XXI, lo cual ya no es de la incumbencia de este blog.

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¡¡Hasta la próxima!!


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