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Publicado septiembre 13, 2024 por Aurelio Vázquez Sánchez con 0 comentarios

The Rolling Stones-Aftermath

Aftermath-The Rolling Stones

 Ecos del Soho Oscuro

El aire en el Speakeasy era un sudario espeso de humo de cigarrillos baratos y el aliento rancio a ginebra. No era el Palace, ni falta que hacía; ese era el mundo de otros. Este era un laberinto de terciopelo desgastado y mesas pegajosas, donde las sombras bailaban al ritmo de un blues distorsionado que se filtraba de un tocadiscos mugriento en un rincón. Las luces bajas, bañadas en un ámbar turbio, apenas revelaban los rostros sudorosos y las sonrisas torcidas de los parroquianos. Cada centímetro cuadrado de la pared, recubierto de paneles de madera oscura, parecía empapado en décadas de conversaciones clandestinas y confesiones ebrias.

El lugar apestaba a libertad barata y desesperación cara. Un revoltijo de olores: el dulzón del hachís mezclado con el amargo del tabaco y un toque metálico de cerveza derramada que nunca terminaba de secarse. El Speakeasy era un útero oscuro en el corazón del Soho, ese barrio vibrante y depravado donde la moralidad era un concepto tan flexible como las promesas de un político. Afuera, las luces de neón parpadeaban sobre callejones empedrados y escaparates velados, atrayendo a las ratas de la noche, a los artistas hambrientos, a los maricones, a las putas con tacones gastados y a los señoritos curiosos que buscaban emociones que sus vidas predecibles no podían ofrecer. Adentro, éramos todos iguales: buscando la próxima sacudida, el próximo olvido.

Era un jueves cualquiera, o quizás un viernes; ¿quién sabe? Los días se difuminaban cuando uno vivía al margen, de trago en trago, de calada en calada. Los camareros se movían entre las mesas con una eficiencia cansada, esquivando codos y palabras ásperas, sirviendo copas que prometían anestesiar el alma. Las botellas detrás de la barra, algunas de marcas reconocibles, otras sin etiqueta alguna, brillaban débilmente bajo la luz. Un escalofrío de excitación y temor recorría la espina dorsal de cualquiera que cruzara el umbral de este antro, porque una vez dentro, sabías que estabas en territorio salvaje, lejos de las miradas de los puritanos. Aquí, el futuro era una resaca lejana y el presente, una copa en la mano.

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Me llamo Arthur, o al menos eso dije cuando entré. No importaba mucho. Aquí, las identidades eran tan líquidas como el whisky de contrabando. Me acodé en la barra, sintiendo el pegajoso roce de un vaso recién retirado. El barman, un tipo con más arrugas que un mapa del tesoro, me sirvió un aguardiente que me quemó desde la garganta hasta el alma. Miré a mi alrededor: chicas con faldas cortas que desafiaban la moral de los padres con cada movimiento, chicos con el pelo largo y miradas perdidas, buscando algo que ni ellos mismos sabían qué era. Eran los desheredados, los poetas sin rima, los que bailaban en el filo de la navaja de los sesenta.

La música era el pulso, la arteria principal. El tocadiscos, un armatoste polvoriento en un rincón, vomitaba acordes que no pedían permiso. De repente, una línea de bajo profunda, casi un zumbido, se deslizó por el aire, seguida de la exótica melancolía de un sitar. El ambiente cambió, se volvió más denso, más opresivo. Era el tipo de canción que te invitaba a cerrar los ojos y perderte en la oscuridad de tu propia mente.

"Paint It, Black" es como un grito de guerra para los Stones, una canción que les dió un sonido más oscuro y diferente. Salió antes que el álbum, pero es tan importante que se convirtió en una de las joyas de Aftermath.

Musicalmente, es una canción llena de tensión y un ambiente especial. Brian Jones, un genio de la banda, hace magia con el sitar, un instrumento de la India que no era común en el rock de la época. Le da a la canción un aire misterioso y un poco triste, como si fuera una música de funeral. La batería de Charlie Watts es adictiva, con un ritmo que no para, casi como una marcha. Las guitarras de Richards son duras y potentes, mientras que el bajo de Bill Wyman pone una base sólida y oscura. Es un sonido muy completo y particular.

La canción, aunque a veces se ve como algo rebelde de adolescentes, es en realidad un retrato crudo de la tristeza y el sentir que nada importa. Es el sonido de una generación que, a pesar de las apariencias, empezaba a sentir el peso de una tristeza profunda, como la resaca de promesas que no se cumplieron. Hablar de flores de boda y funeral sugiere un luto, quizás por un amor perdido o por la inocencia que se fue. Es el himno de la melancolía, un grito de los que veían el lado oscuro de la vida, y por eso sigue siendo tan potente hoy.

El sitar vibraba en el aire, envolviéndome. Un tipo a mi lado, con una sonrisa ladeada y el pelo tan grasiento como el suelo del baño, me dió un codazo.

"Buena mierda, ¿eh?", gruñó, señalando el tocadiscos con la barbilla. "Esto es lo que necesita el mundo, un poco de oscuridad para que no se nos quemen los ojos con tanta luz de mierda."

No le respondí. Preferí mirar a una mujer que se movía en la pequeña pista de baile, sus caderas un desafío, su mirada, una promesa y una advertencia. Era de ese tipo de mujeres que parecían saberlo todo, que te juzgaban sin una palabra. Me recordaba a los tipos que conocía, de esos que siempre tenían una respuesta para todo, una verdad inamovible.

"Think" es una canción menos conocida de Aftermath, pero que muestra muy bien la visión crítica de Mick Jagger y cómo la banda se hacía más compleja musicalmente. Es más directa que "Paint It, Black", pero igual de punzante.

Musicalmente, la canción se mueve con un riff de guitarra de Keith Richards muy pegadizo y rítmico, que le da una energía burlona. La batería de Charlie Watts es sólida y con buen ritmo, invitando a moverse, mientras que el bajo de Bill Wyman es discreto pero importante, creando una base rítmica fuerte. Lo que hace especial a "Think" es la interacción entre las guitarras eléctricas, que se complementan para crear un sonido lleno de actitud, muy del estilo de los Stones. Es un rock con aires de blues y pop, pero con el sello inconfundible de los Stones.

La canción critica la comodidad intelectual y la falsa sabiduría. En los años 60, puede verse como un desafío a las autoridades, a la moral de la gente de clase alta y a las mentes cerradas que no aceptaban los cambios de la sociedad. Refleja la frustración de los jóvenes con las generaciones mayores y sus valores anticuados. Además, la letra puede interpretarse como una crítica a la figura femenina, que a veces representa la frivolidad o la falta de profundidad, un eco del machismo que había en algunas letras de la banda en esa época. Es una canción que te reta a ver más allá de lo que parece y a cuestionar lo establecido.

La mujer de la pista de baile, la que me había hecho "pensar", desapareció entre la multitud, como una sombra más. El tipo del pelo grasiento, ahora algo más animado por el alcohol, se apoyó en la barra.

"¿Sabes?", me dijo, arrastrando las palabras. "Hay gente que simplemente no te deja en paz. Viven para joderte. Creen que saben lo que es bueno para ti. Los ves en todas partes."

Asentí, tomando otro trago. Sabía exactamente de qué hablaba. Esa sensación de tener ojos clavados en tu espalda, juicios murmurados en la oscuridad. A veces, la única solución era desaparecer.

"Doncha Bother Me" es un blues directo y rudo, muy conectado con las raíces de los Rolling Stones, pero a la vez, una muestra clara de cómo la banda ganaba más control sobre su música.

Musicalmente, la canción vuelve a la esencia del blues de Misisipi y Chicago, pero con el toque propio de los Stones. La armónica de Brian Jones es clave aquí, con sonidos que recuerdan al blues más puro y que le dan una autenticidad cruda. Las guitarras de Richards son sencillas pero efectivas, creando un sonido de blues con distorsión. La batería de Charlie Watts es contundente y sin adornos, marcando un ritmo constante y pesado que subraya la frustración de la letra. El bajo de Bill Wyman es la base que sostiene todo, con un ritmo pesado y sombrío. Suena como un club de blues nocturno, oscuro y lleno de humo.

En cuanto a la letra, "Doncha Bother Me" es una súplica, o más bien una exigencia, para que te dejen en paz. Jagger canta sobre la invasión de la privacidad, el acoso y el deseo de estar solo. "No me molestes, no me molestes más" es el grito de alguien que ya no puede más, harto de que los demás se metan en su vida, de los juicios y de la presión constante. La letra habla de estar cansado de los chismes, de lo que se espera de ti y de las manipulaciones externas.

Mientras el blues desgarrador se desvanecía, me di cuenta de que el tipo del pelo grasiento se había ido. En su lugar, una figura se materializó a mi lado. Una mujer alta, de pelo oscuro, con un vestido de seda que se ceñía a su cuerpo de forma obscena. Parecía salida de un cuadro, o de un sueño, pero su mirada era tan afilada como el cristal roto. No hablaba, simplemente me observaba, como si estuviera decidiendo si valía la pena el esfuerzo. Había algo en ella, una frialdad distante, una realeza impuesta, que me atrajo y me repelió a partes iguales.

"¿Una copa?", le ofrecí, casi por instinto.

Ella solo sonrió, una sonrisa pequeña que no llegaba a sus ojos. "Ya tengo lo que necesito," dijo con voz melódica, señalando un vaso de licor que había aparecido en su mano. Y entonces, la música cambió. Una melodía dulce, casi medieval, flotó en el aire, una flauta o un dulcimer, no estaba seguro. Era hermosa, pero con un matiz perturbador, como la belleza de una flor venenosa.

"Lady Jane" es una de las canciones más diferentes y extrañas de Aftermath, y de lo que los Rolling Stones hicieron al principio. Se aleja de su sonido habitual de blues-rock para meterse en algo más sofisticado y folk-pop.

Musicalmente, la canción destaca por usar instrumentos tradicionales y acústicos. Brian Jones es el protagonista de nuevo, aportando un sonido especial con el dulcimer (un instrumento de cuerda parecido a una cítara) y la flauta dulce, que le dan un aire medieval y elegante. La guitarra acústica de Keith Richards crea una melodía delicada y bonita que subraya la elegancia de la pieza. La batería de Charlie Watts es suave y ligera, más un acompañamiento que un motor. El bajo de Bill Wyman es discreto pero fundamental para la base musical. Es una balada delicada y triste, pero con una sensación oculta de destino y emociones complejas que la diferencian de una simple canción de amor.

En cuanto a la letra, "Lady Jane" es una canción de amor dedicada a tres mujeres distintas: Lady Jane, Lady Anne y Lady Mary. Aunque a primera vista parece una canción romántica, si la miras más a fondo, verás una complejidad y una frialdad muy propias de Jagger. La forma en que se dirige a cada mujer, como si estuviera valorando sus cualidades y su "amor" por ellas, sugiere que las está objetivando sutilmente. No son musas adoradas, sino casi figuras que se presentan ante él para su aprobación. La repetición de "Mi dulce Lady Jane" y las comparaciones con "mi querida Lady Anne" y "mi Lady Mary" dan la sensación de un conquistador que elige entre diferentes opciones, sin una verdadera conexión emocional. Hay una distancia, una falta de cariño real que inquieta.

La mujer, ¿Lady Jane quizás?, se deslizó hacia la pista de baile, moviéndose con una gracia felina, casi hipnótica. Un grupo de hombres la observaba, sus ojos brillando en la penumbra. Parecía disfrutar de su atención, de su poder sobre ellos. Pero había algo en su mirada, una chispa, que me hizo pensar que ella era la que realmente controlaba el juego. No eran los hombres los que la poseían, era ella la que los tenía a todos, danzando a su antojo. La siguiente canción que empezó a sonar era un ritmo más contundente, una pulsación casi primal, y la voz de Jagger se elevó, más desafiante, más posesiva.

Under My Thumb" es, sin duda, una de las canciones más famosas y polémicas de Aftermath, y un claro ejemplo de la actitud descarada y a menudo machista de los Rolling Stones en los años 60.

Musicalmente, es una obra maestra del rock, pegadizo y con un ritmo irresistible. El riff principal del bajo de Bill Wyman es hipnótico y penetrante, creando un ritmo constante que no puedes ignorar. Sobre esta base, la guitarra de Keith Richards crea una melodía rítmica que se te clava en la cabeza. Pero lo que realmente hace especial a la canción es la marimba de Brian Jones, que le da ese sonido único, casi reptil, que le da un toque exótico y un poco oscuro. La batería de Charlie Watts es precisa y potente, marcando el ritmo con una cadencia que invita a bailar, a pesar de lo oscuro de la letra. Es una canción con una energía imparable, construida sobre una estructura que se repite pero funciona muy bien, atrapándote desde el primer segundo.

En cuanto a la letra, "Under My Thumb" es donde la polémica es más fuerte. La canción describe cómo el cantante ha dominado a una mujer que antes lo controlaba. "La perra quejumbrosa que ya tuvo su momento / Sentada en la valla, ahora está en una jaula" son imágenes crudas que cosifican a la mujer, reduciéndola a una criatura domada y controlada. La letra celebra la dominación masculina, el placer de tener a una mujer "bajo el pulgar", obediente y que le da gusto. Jagger canta con una satisfacción clara sobre cómo "ella está bajo mi pulgar" y "es genial, es genial, es genial". Esta actitud refleja el machismo que era común en esa época, donde la sumisión de la mujer a menudo era vista como algo bueno y la independencia femenina, con desprecio o miedo.

La noche se difuminaba. El ambiente en el Speakeasy se había vuelto más denso, más cargado. El alcohol fluía como un río subterráneo, y las pastillas circulaban de mano en mano como monedas de cambio. La mujer "Lady Jane", o "Under My Thumb", a estas alturas de la noche, ya no lo sabía, pero se me había perdido de vista, o quizás yo ya no era capaz de enfocarla. Me encontré con un par de tipos en un rincón oscuro, fumando algo que olía a incienso quemado y a paraíso prohibido. Me ofrecieron un trago, y luego otro, y luego algo que no era líquido, sino polvo blanco sobre un espejo roto.

"Esto te pondrá a tono, colega", me dijo uno, con los ojos vidriosos y una sonrisa maníaca. "Es lo que te hace sentir vivo en esta ciudad de muertos."

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El efecto fue instantáneo, un torbellino de euforia que me hizo olvidar las penas, las preocupaciones, y el nombre que había dado al entrar. Bailé, o al menos lo intenté, tropezando con los pies ajenos, riendo sin razón. Los cuerpos se rozaban, las miradas se cruzaban, buscando un encuentro efímero, un calor momentáneo en el frío Londres. Vi a parejas de maricones, susurrándose al oído, compartiendo una complicidad que los apartaba de la mirada general, pero que en ese club, en esa burbuja de marginalidad, era aceptada, casi celebrada en su clandestinidad. La prostitución era un susurro en cada esquina, una oferta silenciosa en cada mirada. Eran los tratos del Soho, los acuerdos sin palabras en la noche.

Cuando la mañana amenazó con colarse por las rendijas, el Speakeasy empezó a vaciarse. Los cuerpos cansados se arrastraban hacia la calle. Yo me sentía como un trapo, la cabeza dando vueltas, el estómago revuelto, pero extrañamente sereno. El subidón había pasado, dejando un vacío familiar. Caminé a trompicones por las calles desiertas, el frío de la madrugada calando los huesos. Las luces de la ciudad empezaban a encenderse tímidamente, revelando un mundo que no se había detenido por mi fiesta. Llegué a mi mísero apartamento, me quité la ropa y me desplomé en la cama. Una noche más. Nada extraordinario. Solo el eco de los Rolling Stones sonando en algún rincón de mi mente. No era solo la resaca lo que me golpeaba, era la persistencia de aquel sonido, la fuerza bruta de un álbum como Aftermath. Sus ecos se clavaban en mi cabeza, recordándome que los Stones no eran solo música, eran la banda sonora de una generación que se negaba a ser domesticada, de unos jóvenes que, al igual que yo en esta noche, buscaban la transgresión y el placer más allá de lo permitido. Era el sonido de la juventud perdida en el humo de la noche, de la rebeldía sin causa, del sexo sin ataduras y las drogas como vía de escape. Aftermath no era un disco, era una declaración de intenciones, un espejo oscuro de una época y, maldita sea, de una forma de vida que, aunque ahora se vista con otras ropas, sigue latiendo bajo la superficie de cualquier ciudad, esperando el siguiente jueves, o quizá viernes, por la noche. La normalidad se impone, sí, pero la huella de esa música, y de esa forma de vivir, nunca desaparece del todo.

Epílogo

"Aftermath" de The Rolling Stones es un álbum fundamental en la discografía de la banda y un punto de inflexión en su carrera. Fué publicado entre abril y julio de 1966, con distintas versiones entre el mercado inglés y el americano."Aftermath" es el primer álbum de los Stones compuesto íntegramente por canciones originales escritas por el tándem Mick Jagger y Keith Richards. Esto marcó una evolución significativa, demostrando que eran mucho más que una banda de versiones de blues. El álbum exploró una gama más amplia de estilos musicales, desde el rock y pop-rock hasta el blues y elementos de folk, con la notable contribución de Brian Jones, quien experimentó con una variedad de instrumentos "exóticos" como la marimba ("Under My Thumb"), el dulcimer ("Lady Jane") y el sitar ("Paint It, Black"). 

Se estima que "Aftermath" ha vendido alrededor de 3.9 millones de copias a nivel mundial. En Estados Unidos, alcanzó el estatus de Platino por más de 1 millón de unidades vendidas. Fue un éxito comercial inmediato, especialmente en el Reino Unido, donde llegó al número 1 de las listas de álbumes y se mantuvo durante ocho semanas consecutivas. En Estados Unidos, alcanzó el puesto número 2 en el Billboard 200. 

En su publicación, "Aftermath" fue aclamado por la crítica, siendo comparado favorablemente con trabajos de contemporáneos como The Beatles y The Beach Boys. Se le consideró un paso audaz y un hito en la evolución del sonido de la banda. La crítica destacó la madurez en la composición de Jagger y Richards, así como la inventiva instrumental de Brian Jones. Con el tiempo, el álbum ha mantenido su estatus como un clásico. A pesar de algunas letras controvertidas para la época (especialmente en canciones como "Under My Thumb" o "Stupid Girl"), su importancia radica en que consolidó a los Rolling Stones como una fuerza creativa por derecho propio y sentó las bases para el sonido y la actitud que los definirían como "los chicos malos del rock and roll". Y eso a La Playlist del Yeyo, no le importa. Los Rolling siempre serán bienvenidos.

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