Publicado noviembre 01, 2024 por Aurelio Vázquez Sánchez con 0 comentarios

REM-Out of Time

REM Out of Time

Todo comenzó una tarde gris de primavera en la que la curiosidad me llevó a una de esas tiendas de antigüedades que aún sobreviven en los rincones más insospechados de la ciudad. El lugar, escondido entre una panadería artesanal y una tintorería de barrio, parecía más bien un santuario del olvido. El aire, denso y cargado de un aroma a madera vieja, polvo y recuerdos, invitaba a la inmersión. Las paredes estaban forradas de estanterías hasta el techo, repletas de objetos que contaban mil historias: relojes de péndulo silenciosos, gramófonos de trompeta dorada que prometían melodías del pasado, juegos de té de porcelana fina que evocaban tertulias victorianas. Montones de libros amarillentos se apilaban en esquinas, sus páginas susurrando secretos. Lámparas de araña cubiertas de telarañas colgaban del techo, proyectando sombras danzantes sobre vitrinas llenas de joyas deslustradas y objetos de plata descolorida. Un piano de cola, cubierto por un paño de terciopelo raído, ocupaba un lugar central, como un centinela silencioso del tiempo.

Mientras mis ojos deambulaban por aquel laberinto de objetos, mi atención se detuvo en una pequeña vitrina de madera oscura. Dentro, apoyada sobre un trozo de tela de seda deshilachada, reposaba una mandolina. Era antigua, sin duda, con un barniz oscurecido por los años, pero su madera de arce y abeto conservaba un brillo sorprendente. Las incrustaciones de nácar en el diapasón parecían aún vibrar con una luz propia. Lo que realmente me atrajo fue un pequeño letrero de latón grabado en la parte trasera del instrumento: "Out of Time". De inmediato, mi mente conectó con el álbum de R.E.M. de 1991, ese disco icónico que, precisamente, utilizaba la mandolina en algunas de sus canciones más emblemáticas. Ese detalle, sumado a un precio sorprendentemente bajo, selló mi decisión. La compré sin pensarlo demasiado. La mandolina, para mí, era una antigüedad más, una pieza interesante para añadir a mi colección. Al llegar a casa, la deposité con cuidado en una pequeña vitrina que tengo en el salón, apoyada en un soporte, y volví a mis cosas, sin darle mayor importancia.

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Un par de días después, la tranquilidad de mi piso, habitualmente llena de los suaves ruidos de la ciudad, se interrumpió de una forma inesperada. Estaba sentado en mi sillón favorito, inmerso en la lectura de un libro, cuando una melodía familiar comenzó a flotar en el aire. Era inconfundible: los primeros acordes de "Out of Time" de R.E.M. Mi corazón dio un vuelco. No recordaba haber puesto música. Me levanté del sillón, extrañado, y seguí el sonido hasta el rincón donde reposaba mi viejo tocadiscos, un modelo vintage que apenas utilizaba. Y allí estaba: el vinilo de "Out of Time" girando lentamente, la aguja posada con delicadeza sobre el surco, reproduciendo el álbum.

Junto al tocadiscos, sobre la alfombra persa, había un papel viejo y amarillento, con una caligrafía elegante y desvanecida por el tiempo. Lo recogí y comencé a leer en voz alta, casi para mí mismo:

"Out of Time no es solo un álbum; es un tapiz sonoro, una obra maestra que teje la melancolía con la euforia, la crítica social con la introspección más íntima. Es la culminación de un viaje, un disco que se atreve a ser grandioso sin perder su esencia. La mandolina, sutil pero omnipresente, es el hilo de oro que une las piezas, un eco de tiempos pasados que resuena con la modernidad. Un álbum que define una era y trasciende el tiempo."

Una vez que terminé, la extrañeza de la situación me golpeó con fuerza. Aparté la aguja del disco, guardé el vinilo en su funda y cerré la tapa del tocadiscos. Cuando fui a desenchufarlo, me di cuenta de que ya estaba desconectado de la corriente. Mi piel se erizó. ¿Cómo era posible? ¿Cómo había podido funcionar sin estar conectado? Las preguntas se agolpaban en mi mente, sin respuesta.

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Las escenas se sucedieron en los días siguientes, cada una más enigmática que la anterior. Siempre en los momentos más inesperados, la música de R.E.M. volvía a sonar, y con ella, un nuevo manuscrito aparecía.

Una tarde, mientras preparaba la cena, la casa se llenó de los arpegios inconfundibles de la mandolina. Era "Losing My Religion". El tocadiscos estaba en marcha, el vinilo girando, la canción fluyendo, y, como siempre, el cable de alimentación desconectado. Esta vez, la nota estaba sobre la funda del disco, con una caligrafía aún más delicada. La leí, sintiendo cada palabra:

"Losing My Religion no es solo un éxito; es un himno a la duda, a la vulnerabilidad humana. La mandolina no es un mero acompañamiento; es la voz del alma, el lamento que resuena en cada acorde. Es una canción que te enfrenta a tus propias inseguridades, con la belleza de lo imperfecto. Una obra de arte atemporal, tan frágil como poderosa."

Una mañana, el potente riff de bajo y la voz de KRS-One me sacaron de mi letargo. "Radio Song". El tocadiscos, con el vinilo de "Out of Time" puesto, rugía con energía, aunque seguía desenchufado. El papel manuscrito apareció en la mesita de café, doblado cuidadosamente. Lo desdoblé y le di voz a su contenido:

"Radio Song es una bofetada al conformismo, una crítica audaz a la comercialización de la música. La colaboración con KRS-One eleva la canción a otro nivel, añadiendo una capa de autenticidad y rebeldía. Es el grito de una banda que se niega a ser encasillada, que busca la libertad creativa incluso en los rincones más oscuros de la industria. Un tema que te hace cuestionar el statu quo."

La risa contagiosa de Kate Pierson me sorprendió una noche, mientras revisaba mi correo electrónico. "Shiny Happy People". Las luces parpadearon por un instante, y la canción comenzó a sonar desde el tocadiscos. La aguja se movía con suavidad sobre el vinilo. El manuscrito apareció esta vez sobre el teclado de mi ordenador, con una caligrafía juguetona. Lo leí, y una sonrisa se dibujó en mis labios:

"Shiny Happy People es la luz al final del túnel, la explosión de alegría que equilibra la melancolía del álbum. La interacción vocal entre Stipe y Kate Pierson es pura magia, una celebración de la inocencia y la felicidad en su estado más puro. Es una canción que te invita a bailar, a dejarte llevar por la euforia. Una inyección de optimismo en un mundo a menudo sombrío."

Días después, la voz enérgica de Mike Mills llenó el espacio. "Texarkana". El tocadiscos, una vez más, desobedecía las leyes de la física, reproduciendo la canción con una fidelidad inquietante. En esta ocasión, la nota estaba colocada directamente sobre el soporte de la mandolina en la vitrina, casi como una advertencia. Tomé el papel y recité:

"Texarkana es una muestra vibrante de la versatilidad de R.E.M., con Mike Mills al frente, aportando una energía contagiosa y una instrumentación rica. Es una canción que, lejos de ser una pausa, mantiene el pulso del álbum con su dinamismo y frescura. Una pieza que resalta la fuerza colectiva de la banda."

La última canción, "Me in Honey", me sorprendió mientras meditaba en el salón. La voz de Stipe, acompañada por la de Kate Pierson, creó una atmósfera hipnótica. El tocadiscos giraba con una lentitud casi mística. El manuscrito final apareció debajo del cojín de mi sillón, como si hubiera sido deslizado allí por una mano invisible. Era un cierre magistral, un análisis que leí con reverencia:

"Me in Honey es la despedida perfecta, una canción que encapsula la dulzura y la complejidad de Out of Time. La química vocal entre Stipe y Pierson es innegable, creando una atmósfera etérea y envolvente. Es el suspiro final de un álbum que lo dio todo, una pieza que te deja con un anhelo, una promesa de que la música siempre encontrará su camino. Una obra que sella la inmortalidad del disco."

Con todas las canciones reproducidas y los misteriosos manuscritos leídos, la intriga había alcanzado su punto álgido. La casa, antes un remanso de paz se había convertido en el escenario de un enigma sin resolver. ¿Qué estaba sucediendo? La respuesta, sorprendentemente, residía en el objeto que al principio había considerado una simple antigüedad: la mandolina.

Aquella tarde, mientras contemplaba el instrumento en su vitrina, una luz extraña pareció emanar de su madera. Recordé el letrero: "Out of Time". No era solo una referencia al álbum, era una declaración. La mandolina no era solo un instrumento; era un conducto, un puente entre tiempos y realidades. Su madera antigua, no solo había absorbido los sonidos de antaño, sino que había capturado esencias, memorias y, lo más sorprendente, la propia energía de la música.

Descubrí, al acercarme, una pequeña hendidura apenas visible en el diapasón, como una cicatriz. Al pasar el dedo por ella, sentí un leve zumbido. Era el punto focal de la magia. La mandolina, a lo largo de su existencia, había sido testigo de innumerables melodías, de composiciones apasionadas, de interpretaciones que tocaban el alma. Había vibrado con la esencia misma de la música, y esa vibración, ese espíritu, se había acumulado en su interior. La mandolina no solo recordaba las canciones; las revivía. Y la etiqueta "Out of Time" no era una coincidencia; era una descripción literal. Este instrumento no estaba atado a las leyes temporales o físicas convencionales. Podía extraer del éter las vibraciones de la música que había marcado una época, y reproducirlas a voluntad, creando una conexión inexplicable con mi tocadiscos, como si este fuera solo un amplificador de su propia memoria.

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Los manuscritos, con sus análisis líricos y musicales, eran la manifestación de la propia conciencia de la mandolina, sus recuerdos, sus interpretaciones de la música que había escuchado y absorbido. Cada vez que mi mente, quizás de forma inconsciente, evocaba una canción o una memoria ligada al álbum "Out of Time", la mandolina sentía esa resonancia y activaba su "memoria musical", materializando el sonido y la interpretación en aquellos viejos papeles. No era una simple antigüedad, sino un custodio de la música, una reliquia viva que decidía cuándo compartir sus secretos.

Desde entonces, la mandolina sigue en mi vitrina. A veces, en los momentos más insospechados, una nota suelta flota en el aire, una melodía fragmentada, como un suspiro del pasado. El tocadiscos, curiosamente, permanece en silencio. Las canciones de R.E.M. ya no se reproducen por sí solas, pero el ambiente en mi salón ha cambiado. Una sensación de expectación permanente se cierne en el aire, un presentimiento de que en cualquier momento, la mandolina podría volver a despertar y revelar un nuevo capítulo de su misteriosa existencia.

¿Es la mandolina una puerta a otra dimensión musical? ¿O es simplemente un capricho del universo, una pieza de madera con alma propia que ha encontrado en mi hogar el lugar perfecto para desvelar sus secretos?  O quizás todo haya sido, simplemente, fruto de la casualidad. Nunca llegué a saber qué ocurrió, verdaderamente. Ni por qué la música volvió del pasado.

Y es que… a veces, los misterios están destinados a permanecer.

Epílogo

"Out of Time" marcó un punto de inflexión en la carrera de R.E.M., catapultándolos de íconos del rock universitario a superestrellas mundiales. Musicalmente, el álbum es una audaz exploración de nuevos sonidos para la banda. Abandonaron en gran medida el rock más guitarrero de trabajos anteriores en favor de arreglos más exuberantes, incorporando mandolinas, flugelhorns, cuerdas, órganos y vocalistas invitados como Kate Pierson de The B-52's y el rapero KRS-One. Esta expansión instrumental le dio al álbum una sensación más rica y diversa, mezclando elementos folk, pop, e incluso algo de R&B y hip-hop. 

Líricamente, Michael Stipe se muestra más vulnerable y personal que nunca. Si bien su estilo a menudo críptico y abstracto persiste en algunas canciones, otras revelan una mayor franqueza emocional. Temas como la obsesión y la pérdida, la felicidad sin complejos, la crítica a la radio comercial y la melancolía reflexiva, se entrelazan a lo largo del disco. La forma en que Stipe canta, a menudo en un registro más suave y a veces con un toque irónico, complementa la nueva dirección musical. 

"Out of Time" fue recibido con críticas mayoritariamente positivas en su lanzamiento, aunque algunos críticos y fans de la vieja guardia debatieron si la banda se había "vendido" al éxito comercial. Muchos señalaron el equilibrio entre la accesibilidad y la profundidad artística. 

"Out of Time" fue un éxito comercial masivo, solidificando el estatus de R.E.M. como una de las bandas más grandes del mundo. El álbum vendió más de 18 millones de copias en todo el mundo. Alcanzó el número 1 en las listas de álbumes tanto en Estados Unidos, como en el Reino Unido.

El éxito de "Out of Time" y, en particular, del sencillo "Losing My Religion", que se convirtió en un éxito global, no solo les valió la aclamación de la crítica, sino también múltiples premios Grammy en 1992, incluyendo "Mejor Álbum de Música Alternativa".

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