
El viento salado acariciaba mi rostro, trayendo consigo el aroma inconfundible del mar y el suave murmullo de las olas rompiendo contra el acantilado. El sol, ya declinante, pintaba el cielo con pinceladas de naranja y púrpura. Frente a mí, el océano se extendía como un lienzo infinito, un espectáculo que me arrastraba a reflexiones profundas. Me encontraba en Florida, a finales de febrero de 1990, buscando inspiración, perdido en la inmensidad. Las prisas me acuciaban, y aun me faltaba lo principal. La imagen.
Estaba obsesionado con encontrar la estética perfecta para mi próximo personaje. Un joven… singular. ¿Cómo debería vestirlo? ¿Qué peinado? ¿Qué expresiones reflejarían su mundo interior? Intentaba imaginar la forma, la silueta… Pero la inspiración se resistía. El paisaje era magnífico, pero la imagen no llegaba.
De pronto, un estruendo interrumpió mi ensoñación. Un coche descapotable, con las ventanillas bajadas, rugía en la distancia, acercándose a toda velocidad. Y entonces… la música. Una batería rítmica, una voz inconfundible, melodías melancólicas que me hacían sentir muy bien, me cautivaron. La familiar melodía de The Cure, en su máximo esplendor, se extendió por el acantilado. A pesar del sobresalto, mi alma vibró. The Head on the Door. Un disco que, curiosamente, me fascinaba.
El coche se detuvo junto a mí, interrumpiendo la soledad que me rodeaba, y de él, saltó una chica, moviéndose al ritmo de la música, con una energía desbordante. Tendría unos 23 o 24 años, una melena morena suelta, y una sonrisa que iluminaba su rostro. Bailaba como si el mundo se acabara, ajena a mi presencia, pero inevitablemente me llamó la atención. Me acerqué con curiosidad, intentando no perturbar su danza frenética.
“¡Esto es vida!”, gritó sobre el sonido ensordecedor, en cuanto me vió. Su voz se perdía entre la brisa y la música, pero se le entendía. Asentí con la cabeza, sintiendo que la conexión musical ya estaba establecida.
“¿Te gusta The Cure?” pregunté, alzando la voz.
Se detuvo en seco, clavando sus brillantes ojos verdes en los míos. “¿¡Que si me gusta!? ¡Los amo! Son los reyes de la melancolía y la esperanza a la vez, ¿no crees?”
“Completamente de acuerdo”, respondí. “Este disco, The Head on the Door, es una obra maestra, ¿verdad?”
Ella asintió vigorosamente, entusiasmada. “¡Oh, sí! Es perfecto de principio a fin. Es… una inmersión total en su universo, la antesala del éxito”.
"Absolutamente. Los instrumentos de la banda son un torrente, que se funden perfectamente, la voz de Robert… inconfundible.
“Por cierto, soy Tim”, me presenté.
“Hola, yo soy Eileen”, me contestó ella.
Y esas letras…”. Pensé por un momento que mi anonimato se iba a romper, así que sonreí y pregunté, "¿Qué te parece en general?
“Este álbum es una montaña rusa emocional. Arranca con la fuerza de ‘In Between Days’… ¡Un himno!, pero luego te lleva a un terreno más sombrío, introspectivo. Pero nunca pierde ese toque mágico”.
Asentí, sintiendo la corriente de inspiración recorrer mi espina dorsal. “Es como una radiografía de la adolescencia, ¿no crees? Alegrías efímeras, anhelos profundos, la confusión del amor y el miedo al rechazo”.
Ella asintió, absorta. “Es exacto. Pero lo más asombroso es cómo logran hacer que todo eso sea tan… pegadizo. Canciones oscuras, con melodías preciosas".
La chica carraspeó. “Esta canción… es un golpe de alegría. Un estallido de luz, ¡después del diluvio emocional!”
“Totalmente”, coincidí. “Es ese momento efervescente del enamoramiento, la sensación de flotar, de que todo es posible… pero con esa pizca de incertidumbre, de que nada es para siempre”. La guitarra vibrante, la batería enérgica, la voz de Smith en su máxima expresión, creando un perfecto himno pop. Es imposible no sonreír, con una alegría melancólica, al escucharla.
Eileen hizo una mueca. “Esta es más oscura, más turbia, más pasional. Push, la intro es espectacular, la letra describe la inconstancia, el enfado, una pasión enfermiza. Y la melodía, te atrapa. ¿No te da esa sensación de angustia contenida, de desesperación por estar en contacto con otra persona, aunque la relación sea un desastre?”.
Asentí, asintiendo con entusiasmo. “Es la cara oculta del amor. La obsesión, la toxicidad. Ese pulso eléctrico que te atrae y te asfixia a la vez. El solo de guitarra, brutal, es la propia agonía”. La mezcla de instrumentos es una de las claves de esta genial canción, donde todas las notas que se dan encajan a la perfección.
La chica respiró hondo. El disco cambió de tercio. “¡Ah, ‘A Night Like This’! Una de las joyas de The Cure, ¡para mí! Es teatral, épica, dramática. Como si fuera una ópera en miniatura”.
“Es una balada oscura y romántica, que sube y sube en intensidad, ¿verdad? Una explosión de emociones. La atmósfera que crea…”, dije. “Es un clásico. Insuperable.” La sección de viento es brutal, combinada con las demás piezas musicales, elevan aún más, a esta obra de arte.
Ella se echó a reír. Empezó a sonar The Blood. ¡Esta es intensa! Un latido frenético. Una angustia incesante, con el pulso que solo los Cure pueden darle, con esa batería que lo define todo. Un drama.”
Asentí. “La paranoia, el miedo. Y ese final… esa explosión sónica. Es como si la canción se desintegrara, pero dejara una huella imborrable. La imaginería, es asombrosa, llena de sensaciones”. Una gran obra de arte.
Nuevo cambio de ritmo. “¡Otra maravilla!” exclamé, emocionado. “’Sinking’ es hipnótica, como una corriente. Te absorbe en su lentitud, te sumerge en la tristeza, y esa tristeza se vuelve… reconfortante.”
La chica asintió, con los ojos vidriosos. “Es melancolía pura, llevada a la perfección. Una caída lenta y sinuosa. De las mejores baladas, sin duda.
Pero el album guardaba para el final, el postre anhelado, la guinda del pastel.
“¡Y la que nos faltaba!”, dije. “¡’Close to Me’! Absurda, graciosa, pero a la vez con ese trasfondo… inquietante, ¿no?”
Ella asintió, con una sonrisa pícara. “Sí, como un ataque de nervios, un miedo irracional a estar solo. El vídeo es icónico”. Un hit, y con un toque muy singular. La percusión y la combinación de instrumentos hacen que la canción sea especial. Un himno de la banda.
“Mira, me decía mientras se metía en el interior del coche para coger algo. En esta revista, hablan de The Cure, y de este disco, y dicen maravillas de él. ¿Quieres leerlo?
Yo cogí la revista, y con cierta curiosidad, le eché un vistazo. Mas que leer, lo que hice fue ver las fotografías, y pude ver una de la banda al completo posando en grupo.
En ese momento, me percaté de un detalle. Las facciones de Robert Smith, el peinado desordenado, los labios pintados… Y se me encendió la bombilla. ¡Eureka! Ya tenía la respuesta. El personaje…
Miré a Eileen con una emoción incontrolable, y los ojos bien abiertos. “¡Gracias!”, exclamé, “¡gracias de verdad! Me has dado la inspiración que necesitaba.” La agarré por los hombros, con las mejillas encendidas por la alegría y la gratitud, le planté dos besos, y eché a correr, como un loco, dejando a Eileen con la palabra en la boca, en dirección a la carretera. Necesitaba llegar a mi hotel, dibujar, y crear, urgentemente.
Meses más tarde, con la película ya grabada, y todo listo para su estreno, en la fastuosa premiere de Eduardo Manostijeras, frente a las cámaras, los focos, y las decenas de periodistas que había en la rueda de prensa, escuché la inevitable pregunta sobre el origen del personaje principal. Respondí con la versión oficial: “Un dibujo de mi adolescencia… problemas de comunicación…” En fin...
Pero ahora… sabemos la verdad, los seguidores de La Playlist del yeyo. Y lo único que puedo decir, es: ¡Gracias, The Cure! Y… ¡Gracias, Eileen!
Epílogo
Tras su lanzamiento, el 30 de agosto de 1985, el album The Head on the Door, fue bien recibido por la crítica, que acabó clasificándolo como el mejor disco del año 1985, y destacaron sus melodías y la variedad de estilos dentro del mismo album. Este The Head on the Door, marcó un punto de inflexión en la discografía de The Cure, convirtiéndolo en un disco fundamental en su trayectoria, ya que fue capaz de marcar el camino hacia una mayor popularidad y reconocimiento por parte del público, sin perder un ápice de su calidad melódica. The Cure, pasó con este album, de ser una banda de culto, a una de las mas reconocidas e importantes del rock alternativo. Las canciones de este album, se han convertido en clásicos atemporales, y son bien conocidas por fans y no tan fans de los Cure. En resumen, The Head on the Door, es una obra maestra que muestra la evolución y versatilidad de The Cure, y la habilidad para mezclar diversos estilos y emociones en un mismo trabajo. La Playlist del Yeyo gana mucha credibilidad teniendo este album y varias de sus canciones en su contenido. Y aun le quedan discos de The Cure que incluir. Tiempo al tiempo...
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