"En los albores de una década que prometía una revolución musical, una
compañía discográfica se encontraba en una encrucijada. Ante sus oídos, dos
bandas jóvenes, cada una con su propia propuesta sonora, luchaban por la
oportunidad de grabar su música y alcanzar la gloria. Los expertos de la
industria, con la confianza que otorga la experiencia, se preparaban para
tomar una decisión trascendental: elegir al grupo que, según sus predicciones,
se convertiría en el gran fenómeno de la década.
La apuesta era firme. Los críticos, que habían tenido un atisbo del talento de
ambas formaciones, coincidían en que la banda elegida estaba destinada a
marcar un antes y un después en el panorama musical. Sin embargo, en este
crucial proceso de selección, no había perdedores absolutos. Ambas bandas
poseían una calidad musical innegable, músicos talentosos listos para dejar su
huella. La decisión radicaba en discernir cuál de ellas resonaría con mayor
fuerza en el público masivo, cuál capturaría el espíritu de una nueva era.
Acompáñanos en este viaje imaginario a aquella sala de audiciones, donde cada
nota, cada palabra, cada silencio, pesaba en la balanza de un futuro aún por
escribir. Revive con nosotros las discusiones y los análisis de aquellos
'gurús' de la música, mientras desgranaban el potencial de cada grupo, sin
saber aún el giro inesperado que el destino tenía preparado."
La sala de audiciones de DECCA en Londres era un espacio funcional, más que
glamuroso. Paredes grises, con paneles acústicos que parecían colchas
descoloridas pegadas sin mucho esmero. Una mesa de caoba maciza dominaba el
centro, rodeada de sillas de cuero algo ajadas. El aire olía a tabaco frío y
a la promesa, a veces incumplida, del próximo gran éxito. Un par de
micrófonos antiguos se alzaban sobre soportes cromados, listos para capturar
el sonido que podría cambiarlo todo. La luz tenue de unos fluorescentes en
el techo creaba sombras largas y danzantes.
En ese ambiente, Arthur Haddy, el jefe de grabación, se inclinó hacia Dick
Rowe, el cazatalentos, con una ceja arqueada. A su lado, otros dos hombres
completaban el panel, con blocs de notas y expresiones entre la curiosidad y
el hastío.
"Bien, Dick, ¿qué tenemos hoy?" preguntó Haddy, tamborileando
impacientemente con los dedos sobre la mesa.
Rowe suspiró ligeramente, hojeando unos papeles. "Dos bandas del norte. Los
Beatles y... los Tremeloes."
Un murmullo recorrió la sala. "Otro grupo de guitarras", comentó uno de los
presentes, con un tono que sugería que ya habían oído suficientes.
La primera banda en actuar fueron los Tremeloes. Interpretaron con
energía y pulcritud. Al terminar su set, Haddy carraspeó.
"Correctos, afinados... comerciales, diría yo. ¿Qué te parece, Mike?"
Mike Smith, otro de los "expertos", asintió. "Sí, tienen un sonido limpio.
Tienen buenos proyectos para el futuro. Tienen algunas canciones que quieren
repasar y profundizar en ellas... tienen buenas ideas. Escuché un tema...
creo que lo llamaron 'Even The Bad Times Are Good'. Pegadizo, sin duda."
"Sí", continuó Smith, pensativo. "Tiene ese optimismo juvenil que suele
funcionar bien. Aunque... no sé, le falta un poco de... garra, quizás?"
Rowe tomó la palabra. "Luego tocaron algo más movido, 'Helule, Helule'. Ritmo fácil de seguir, para bailar. Creo que podrían tener un público
fiel." ¡La veo, la veo..!
Haddy asintió lentamente. "Es cierto. Son profesionales. Saben lo que
hacen."
Después fue el turno de los Beatles. Su sonido era más crudo, más enérgico, y
su puesta en escena, aunque menos pulida, tenía una intensidad innegable. Al
terminar, el silencio en la sala fue diferente. Era un silencio cargado.
"Interesante", dijo finalmente uno de los hombres, rascándose la barbilla.
"Algo diferente, sin duda."
Rowe parecía menos convencido. "Sí, diferentes... quizás demasiado. Su sonido
es un poco... áspero, ¿no creéis? Y ese cantante... tiene potencia, pero a
veces desafina un poco."
Parece que se pusieron de acuerdo en volver a hablar de los Tremeloes.
Haddy se inclinó hacia adelante. "Tienen una canción lenta... creo que la
llamaron 'Silence is Golden'. Curioso título."
"Es... melancólica", observó Mike. "Bien interpretada, debo decir. Pero quizás
un poco... ¿triste para el público joven?"
Rowe asintió con alivio. "Exacto. Los Tremeloes tienen ese punto más
alegre, más directo. Creo que encajarían mejor con lo que busca el
mercado."
"Luego tienen otra, 'Here Comes My Baby'", añadió Haddy, consultando su bloc de notas. "Un ritmo agradable,
sencillo."
"Sí, muy del estilo de lo que está funcionando ahora", terció Smith.
"Predecible, en el buen sentido. Sabes lo que vas a obtener."
Finalmente, Rowe sonrió, pareciendo haber tomado una decisión. "Y ese 'Yellow River'... una melodía que se te pega fácilmente. Creo que tienen potencial para
varios éxitos." Pero los debemos repartir en varios discos, no todos
juntos.
Haddy asintió. "Bien. Parece que estamos de acuerdo entonces.
Los Tremeloes suenan más... seguros. Los Beatles... no sé, demasiado
ruidosos para mi gusto. Y esos nombres... ¿Beatles? Suena raro."
La decisión se tomó. DECCA Records firmaría con los Tremeloes. Los
Beatles se irían con un "no, gracias".
Los Tremeloes tuvieron una carrera exitosa, con varios sencillos que entraron en las listas. Su música era melódica, a menudo pegadiza, y encajaba bien con el sonido pop de la época. Ofrecieron canciones que la gente podía tararear y bailar.
Sin embargo, el tiempo demostró la magnitud del error de DECCA. Los Beatles se
convirtieron en un fenómeno global, revolucionando la música popular como
nadie lo había hecho antes.
Años después, en una reunión de antiguos empleados de DECCA, la conversación
inevitablemente giró en torno a aquella fatídica audición. Dick Rowe, ya con
algunas canas de más, intentaba mantener la compostura mientras las anécdotas
sobre "la banda que rechazamos" llenaban la sala.
Se decía que Arthur Haddy, en sus últimos años, no podía escuchar una canción
de los Beatles sin suspirar profundamente. Mike Smith, por su parte, había
colgado un póster autografiado de los Beatles en su oficina, con una nota que
decía: "Para recordarme".
La leyenda cuenta que Dick Rowe vivió atormentado por la frase que se grabó en
la historia de la música: "El hombre que rechazó a los Beatles". Intentó, en
los años siguientes, fichar a cualquier banda de Liverpool que se cruzara en
su camino, en una desesperada búsqueda por redimirse. Aunque tuvo algunos
éxitos, ninguno se acercó jamás a la magnitud de lo que DECCA dejó escapar.
"DECCA Records, con la mejor de las intenciones y basándose en una lógica
comercial aparentemente sólida, apostó por el encanto melódico y la probada
solvencia de los Tremeloes, asegurándose un lugar en las listas de éxitos de
la época. Lo que no pudieron prever en aquella sala de paredes grises,
impregnada de expectativas y aroma a tabaco, fue que al cerrar la puerta a un
cuarteto de Liverpool, no solo estaban rechazando una banda, sino que
estaban renunciando a ser parte del mayor fenómeno musical de la
historia, que transformaría para siempre el universo de la música pop.
Epílogo
The Tremeloes, inicialmente llamados Brian Poole and The Tremeloes, surgió en el año 1958, y estaba conformada inicialmente, por Brian Poole, voz y guitarra, Alan Blakley, guitarra, Alan Howard, bajo, y Dave Munden, batería. Con el tiempo, su lider, Brian Poole, abandonó la banda, pero eso no menoscabó la calidad musical del grupo, sinó al contrario, a partir de aquí es cuando surgen los mejores temas de The Tremeloes.
La magia de The Tremeloes, residía en su habilidad para fusionar pop y rock, con algunos toques de psicodelia, y folk. Ello les hizo captar la atención del público, con su estilo fresco y melodioso. Aunque nunca alcanzaron el nivel de otros gigantes como Beatles o Rolling Stones, si consiguieron mantener una presencia constante y relevante en el panorama musical británico, y no solo británico, también americano y europeo. Pero lo que les hizo distinguirse del resto de bandas británicas, que emergían por aquellos años, era su talento para las armonías vocales, un tanto complejas y muy agradables.
Podcast



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