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Publicado mayo 10, 2024 por Aurelio Vázquez Sánchez con 4 comentarios

The Cure-Seventeen Seconds

The Cure-Seventeen Seconds

La estancia del murmullo

Estoy en Greycliff, Durness, en el extremo noroeste de Escocia, una de las zonas mas remotas y menos pobladas de las Tierras Altas. La sensación de estar en medio de la nada, es muy palpable allí. Cuando llegas a Durness, tienes la impresión de que has llegado al fin del mundo. No hay nada más allá. Ni nadie.

El aire en Greycliff era un manto perpetuo de humedad. No la humedad densa y pegajosa del verano, sino una niebla fina y persistente que se aferraba a la piel y a los cristales de las ventanas, difuminando el ya escaso sol en un disco pálido e indiferente. Había llegado a ese rincón olvidado de la costa, a esa vieja casa de piedra enclavada en el acantilado, buscando precisamente eso: la desolación. Necesitaba un lienzo en blanco para mi mente, una ausencia de ruidos y distracciones que me permitiera escucharme.

Pero Greycliff tenía sus propios sonidos, y su propio silencio.

La casa, conocida por los pocos lugareños como "La Estancia del Murmullo", era un laberinto de pasillos largos y estrechos, con habitaciones amplias y desnudas que parecían estirarse hacia el infinito, devorando la luz. El mobiliario existente era escaso, piezas oscuras y pesadas que absorbían el escaso brillo del día, dejando rincones sumidos en una penumbra eterna. Había un eco en cada paso, una resonancia que no correspondía a mis movimientos, sino a algo más antiguo, algo que flotaba en el mismo armazón de la casa. Los días se sucedían con una uniformidad casi dolorosa. La lluvia fina golpeaba los cristales con una cadencia constante, hipnótica, un metrónomo para la quietud que se había instalado en mis huesos. El mar, debajo, no rugía; suspiraba, un lamento grave y profundo que se filtraba a través de las paredes, recordándome la inmensidad vacía que se extendía más allá de mi vista.

No había vecinos a kilómetros a la redonda, solo el viento que silbaba entre las grietas de la piedra y el persistente olor a sal y moho. Las pocas veces que me atrevía a salir, la niebla era tan espesa que las rocas cercanas se convertían en siluetas fantasmales, y el camino de vuelta a la casa se sentía como un viaje a través de un limbo descolorido. Todo era gris: el cielo, el mar, la piedra de la casa, incluso el propio aire parecía desprovisto de vitalidad. Y esa monocromía, lejos de relajarme, empezó a infundir una inquietud creciente, una sensación de que los límites entre lo real y lo espectral se diluían con cada segundo que pasaba.

Y ante tanta soledad, misterio, e inquietud, se me viene a la cabeza, el álbum Seventeen Seconds, de The Cure. Mentalmente, lo reproduzco, y lejos de disfrutarlo en el tocadiscos de mi casa, me ambienta de una forma tétrica y siniestra, todo el entorno que me rodea.

A Forest

La atmósfera de Greycliff, con su niebla perpetua y la sensación de aislamiento en un entorno que parece desdibujarse, es la perfecta encarnación de "A Forest". La canción, con sus líneas de guitarra repetitivas y etéreas, evoca la experiencia de perderse en un espacio vasto e indistinto, donde la niebla y la oscuridad ocultan el camino de vuelta. Me siento atrapado en una especie de laberinto natural y existencial, un "bosque" metafórico donde las presencias se intuyen más que se ven, y la desesperación por encontrar una salida o una "puerta" se vuelve palpable. La búsqueda de claridad en medio de la desorientación se refleja tanto en mí, como en el eco insistente de la guitarra de la canción.

El tiempo, sin puntos de referencia externos, se volvía elástico. Las mañanas se fundían con las tardes, y las noches eran solo una extensión más profunda de la misma penumbra. Los ruidos de la casa comenzaron a cobrar una vida propia. No eran los crujidos habituales de una estructura antigua que se asienta, sino golpes suaves, arrastres apenas audibles, y lo que más me perturbaba: susurros. Voces bajas, ininteligibles, que parecían surgir de las paredes mismas, o de los rincones más oscuros de las habitaciones. Intentaba racionalizarlo; el viento colándose por las rendijas, el movimiento de la madera. Pero la insistencia de esos murmullos, siempre al borde de la comprensión, empezó a desgastar mi cordura.

Play for Today

La sensación de monotonía y la rutina desprovista de significado en mi vida, resuenan con la lírica de "Play for Today". La canción aborda esa sensación de repetición y desilusión, la idea de que los días se suceden sin un propósito real, como si se estuviera "jugando para hoy" sin un mañana claro. La aparición de los ruidos inexplicables y los susurros rompe esta monotonía de una forma inquietante, una distracción no deseada que, paradójicamente, subraya el vacío de su existencia. Los sonidos de la casa se convierten en su única "compañía", una perturbación que le arrastra aún más a la introspección forzada, a una especie de danza macabra con su propia mente.

La verdadera inquietud llegaba con la noche. En la oscuridad total, los murmullos se volvían más definidos, casi discernibles, y los arrastres se transformaban en pasos lentos y arrastrados por los pasillos superiores. Me convencía de que era el viento, o mi imaginación, pero cada noche la sensación de que no estaba solo en la casa se hacía más fuerte. A veces, juraría que una silueta se movía en el rabillo del ojo, una sombra más oscura que la propia oscuridad, deslizándose por el borde de mi visión antes de desaparecer. El frío también se intensificó. No era el frío de una casa sin calefacción, sino un frío repentino e inusual, que calaba hasta los huesos y parecía concentrarse en puntos específicos de las habitaciones, como si una presencia invisible lo arrastrara consigo. Dormir se convirtió en una tortura; mis sueños se poblaban de imágenes difusas y sonidos distorsionados, ecos de los murmullos de la casa. Me encontraba despertando en medio de la noche, el corazón latiéndome con fuerza, convencido de que alguien me observaba desde la esquina más oscura de la habitación.

At Night

"At Night" es el perfecto telón de fondo para esta creciente atmósfera tétrica. La canción transmite una profunda sensación de vulnerabilidad y paranoia que surge con la llegada de la oscuridad, donde la mente empieza a jugar trucos y los miedos se magnifican. Las letras, que hablan de figuras acechando y sombras que cobran vida, se reflejan directamente en mi experiencia en Greycliff: los ruidos que se vuelven "pasos", las siluetas fugaces y el frío inexplicable. La noche, en la casa, ya no es un refugio de la monotonía diurna, sino un escenario donde la presencia fantasmal se hace más evidente, un lugar donde lo invisible comienza a interactuar con lo tangible, sumiendo al protagonista en una espiral de terror silencioso y una profunda sensación de desamparo.

Un día, mientras exploraba el ala oeste, que hasta entonces había evitado por su extrema oscuridad y el olor a humedad, encontré una pequeña habitación al final de un pasillo casi cegado por la hiedra. Dentro, apenas visible bajo una capa de polvo y telarañas, había un viejo gramófono. No funcionaba, por supuesto, pero al tocarlo, el óxido y la madera crujieron con un sonido que me puso los pelos de punta. Y entonces, lo escuché de nuevo, pero esta vez con una claridad aterradora: un nombre. Un susurro tenue, repetido, un nombre femenino que no conocía. "Eleanor". La voz parecía provenir de la misma máquina, o del aire alrededor. Retrocedí, el corazón en la garganta. La casa ya no solo me perturbaba con sensaciones; ahora me hablaba. El nombre resonó en mi cabeza, una obsesión nueva y escalofriante. Intenté encontrar alguna referencia, algún indicio de quién pudo haber sido Eleanor, pero la casa solo ofrecía silencio y más susurros. El gramófono se convirtió en el epicentro de mi fascinación y mi terror, un objeto inerte que parecía contener la esencia de la presencia, el eco de una vida que se negaba a desaparecer.

M

"M" es una canción sobre la obsesión, el amor, la pérdida y la figura de una mujer misteriosa. La introducción del nombre "Eleanor" y el gramófono como su posible origen, crea en mi, una conexión directa con la temática de la canción. Me obsesiono con el nombre, intentando desentrañar su significado y la historia detrás de él, al igual que la canción evoca una figura femenina que persigue la mente del narrador. La aparición de este nombre le da una forma, aunque sea intangible, a la presencia fantasmal, transformando los murmullos generales en un mensaje específico que debo, o siento que debo, descifrar. Esta "misteriosa" aparición dota a la casa de una historia personal y una voz que lo arrastra aún más a lo desconocido.

La fijación con Eleanor creció. Me encontraba buscándola, no como a una persona viva, sino como a una huella en el aire, una vibración en la casa. Las sombras parecían bailar con más propósito, los fríos repentinos me envolvían como un abrazo espectral, y los susurros, aunque aún ininteligibles en su mayoría, se sentían más cercanos, más íntimos. Pasé días y noches en esa pequeña habitación del gramófono, esperando una señal, una palabra más. Me sentía observado, no con malevolencia, sino con una melancolía profunda. Era como si Eleanor, o lo que fuera, quisiera comunicarse, pero no pudiera, o no supiera cómo. Solo dejaba migas de pan fantasmales: el tenue olor a flores secas que aparecía y desaparecía, el leve movimiento de una cortina sin viento, un hilo de música que sonaba solo en mi cabeza. La casa se había convertido en su propia entidad, y yo, un intruso o quizás un médium no deseado. Y la noche final no trajo resolución, solo una intensificación del misterio.

In Your House

"In Your House" se centra en la idea de una presencia ineludible dentro de un espacio personal. La canción, con su atmósfera lúgubre y la sensación de claustrofobia emocional, se alinea perfectamente conmigo que siento la casa, y específicamente la presencia de "Eleanor", como una entidad que me envuelve y me consume. La distinción entre el mundo interior y exterior se desdibuja, y la casa se convierte en un reflejo de mi propia mente perturbada, habitada por fantasmas (reales o psicológicos). Me siento atrapado en la "casa" de Eleanor, una prisión de sombras y susurros donde ya no hay escape, y donde la melancolía de la presencia se fusiona con la mía propia.

El último rayo de sol se desvaneció tras los acantilados, y la oscuridad se tragó la casa con una avidez inusitada. El viento aullaba como nunca, y la lluvia azotaba los cristales con la fuerza de pequeñas piedras. Me encontraba en la habitación del gramófono, la vela parpadeaba débilmente, proyectando sombras danzantes que parecían cobrar vida. Los susurros se volvieron una cacofonía, un coro de voces ahogadas que me rodeaban, envolviéndome. El frío era insoportable, pero no me atrevía a moverme. Entonces, el gramófono, en un acto imposible, emitió un crujido metálico y la aguja pareció moverse. Y de sus entrañas, no salió música, sino un único, largo y desolado gemido que llenó la habitación, un lamento que vibraba en el aire, que se sentía antiguo y eterno. No era un sonido de este mundo. Se prolongó por lo que parecieron siglos, una expresión pura de pena y soledad. Y cuando se desvaneció, el silencio que siguió fue más aterrador que el sonido mismo. No había terminado. Había empezado. Y yo estaba solo. O al menos, eso creía.

Epílogo

Publicado el 22 de abril de 1980, Seventeen Seconds marcó un punto de inflexión crucial en la discografía de The Cure. Es el segundo álbum de estudio de la banda, pero a menudo se le considera el verdadero comienzo de su sonido distintivo, con Robert Smith asumiendo un control creativo mucho mayor después de su debut.

La crítica inicial fue variada, reflejando la audacia del cambio de sonido. Algunos lo vieron como un giro introspectivo y melancólico, mientras que otros lo encontraron demasiado frío y distante. Sin embargo, con el tiempo, la percepción del Seventeen Seconds evolucionó drásticamente. Hoy en día, es ampliamente aclamado como una obra maestra del post-punk y un pilar fundamental en el desarrollo del rock gótico. Se le elogia por su atmósfera minimalista, sus texturas etéreas, y su habilidad para construir una sensación de suspense y desolación con una instrumentación espartana. Hay críticos que lo describen como "inquietante", "cinematográfico", y una "experiencia estética auto-contenida de oscuridad etérea y una amenaza tranquila e invisible". Se destaca a menudo la importancia de temas como "A Forest" como un "himno oscuro" y una de las canciones más perfectas de la banda.

Seventeen Seconds alcanzó el puesto número 20 en las listas de álbumes del Reino Unido, un logro significativo en su momento. Aunque Robert Smith ha comentado que las ventas no siempre reflejan la calidad, el álbum obtuvo certificaciones como Disco de Oro en Francia (con 100.000 unidades vendidas) y Disco de Platino en Nueva Zelanda (con 15.000 unidades). En Estados Unidos, el álbum debutó en el Billboard 200 en septiembre de 2020 en el puesto 186, más de 40 años después de su lanzamiento original, lo que demuestra su perdurable influencia y el redescubrimiento por nuevas generaciones.

Seventeen Seconds no solo consolidó la identidad sonora de The Cure, sino que sentó las bases para su aclamada "trilogía" de discos oscuros que seguiría con Faith y Pornography, solidificando su estatus como iconos del post-punk y el rock alternativo.

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4 comentarios:

  1. Una de mis canciones preferidas y que más he bailado es Close to me

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  2. Si, está muy bien también pero pertenece a otro album, 'The Head on the Door', pero en su momento lo analizaré también y pondré ese video para que lo disfrutes. Gracias.

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  3. Faltó mencionar a Seventeen Seconds el cierre de un disco excelente!!!.... Y la primera canción que escuché de este grupo.

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  4. M, secrets, mis favoritas de mi disco favorito🖤

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