
El despacho de Ed Sullivan era una declaración de poder, un santuario de la
era dorada de la televisión, donde se cocían los grandes espectáculos que
marcarían a toda una generación. Al entrar, se sentía una inmediata inmersión
en una época definida por la elegancia, el prestigio y el control
meticuloso.
La estancia, amplia y lujosa, estaba revestida de paneles de madera oscura,
probablemente caoba o nogal, que se elevaban hasta un techo que parecía casi
demasiado alto. La madera pulida brillaba bajo la luz dorada que filtraba un
enorme ventanal con vistas a la bulliciosa ciudad. Tras el cristal, se
atisbaban los imponentes rascacielos, testigos silenciosos de la
transformación social que se avecinaba y que el propio Sullivan, a su manera,
contribuiría a modelar.
El escritorio, una pieza maciza que dominaba la habitación, era un trono desde
el cual Sullivan impartía sus órdenes. Estaba hecho de la misma madera oscura
que los paneles, con una superficie lustrosa donde se amontonaban
cuidadosamente documentos, guiones, fotografías y, por supuesto, un teléfono
de bakelita negro, el dispositivo que mantenía al mundo a su alcance.
Tras el escritorio, sobre la pared, colgaban varios retratos enmarcados de
grandes personalidades del mundo del espectáculo. Actores icónicos, cantantes
famosos, personalidades políticas… Todos con una dedicatoria personal del que
fue en su momento, el comunicador más influyente del país. Y con el rostro de
Sullivan, en blanco y negro, posando orgulloso en cada una de ellas. Era una
demostración tácita de su estatus, una colección de contactos, favores y
victorias que exhibía con orgullo.
Un sofá, colocado frente al escritorio, ofrecía a los invitados un lugar para
sentarse y relajarse, aunque la formalidad del ambiente disuadía cualquier
signo de informalidad.
El aire estaba impregnado de un olor a tabaco mezclado con el perfume de la
laca para el cabello, una combinación típica de la época. Una humareda,
del puro que Ed Sullivan nunca terminaba de fumar, permanecía casi suspendida
en la atmósfera. Un cenicero de cristal tallado, ubicado en el
escritorio, era una silenciosa evidencia del consumo masivo que permitía
Sullivan.
En las esquinas, una lámpara de pie con una pantalla de tela, que emanaba una
luz cálida y reconfortante, una librería que escondía colecciones
encuadernadas de Shakespeare, o una gran bandera estadounidense cuidadosamente
plegada, que simbolizaba el patriotismo que, a menudo, se entrelazaba con el
conservadurismo del programa.
En definitiva, el despacho de Ed Sullivan era un espacio de poder, prestigio y
control meticuloso, un reflejo del propio hombre que lo habitaba. Un
escenario, tan cuidadosamente orquestado como el escenario de su show, donde
se dirimían batallas, se forjaban amistades y, en ese momento en particular,
se decidía el destino de una canción que intentaría revolucionar, al menos
durante unos segundos, a toda una generación. Y donde las futuras generaciones
también la tendrían como ejemplo.
Ed Sullivan, aquel hombre corpulento, con su inconfundible labio superior,
paseaba inquieto frente a una banda compuesta por jóvenes vestidos de una
manera poco usual. Mick Jagger, con su aire desafiante; Keith Richards,
fumando sin inmutarse; Brian Jones, observando con mirada felina; Bill Wyman,
imperturbable como siempre, y Charlie Watts, con su elegancia innata.
"Caballeros", comenzó Sullivan con su voz profunda, "Es un placer tenerlos de
vuelta en el programa. Pero debemos hablar seriamente. La canción, ‘Let’s
spend the night together’ no es aceptable. No, no y no".
Mick Jagger arqueó una ceja, sin apartar la mirada de Sullivan. "Y, ¿qué es lo
que le preocupa exactamente, señor Sullivan?"
Sullivan resopló. "El título es explícito, muchacho.
Sugiere… ¡indecencia! No estamos en un club nocturno, estamos en ‘The Ed
Sullivan Show’. Lo ven millones de familias".
Brian Jones intervino, con una sonrisa enigmática. "Quizá es porque
intentamos decir algo nuevo".
"¿Nuevo? ¡Quizás para su generación! Pero eso no va aquí".
En ese instante, apareció el productor del programa, Bob Precht. "Ed,
tenemos que cerrar ya los detalles del número".
Sullivan le hizo una señal con la mano, pidiéndole calma. Luego, mirando
fijamente a los Rolling Stones, dijo: “Pero entiendo que no son un grupo de
desalmados. Entendemos, ¿no es cierto?”
Keith Richards dejó escapar una bocanada de humo. “Depende de a qué llame
usted desalmados…”
"Bien, bien", continuó Sullivan. "Veo que hablamos de creatividad… Veo que su
último álbum, ‘Between the Buttons’, ha sido objeto de debate."
Mick Jagger asintió. “Sí, así es.”
"Vamos a empezar desde el principio", interrumpió Ed, dirigiendo la mirada a
su productor Bob Precht. "Bob, este disco contiene una canción titulada, ‘Yesterday's Papers’. Una canción donde la letra es fría, sin sentimiento, pero no por ello,
menos inteligente y provocadora."
Jagger respondió: “Precisamente. Trata sobre cómo la gente desecha las
relaciones, como si fueran periódicos viejos. La frialdad es intencionada, es
un reflejo de una realidad que queremos mostrar."
"Y entonces llegamos a Connection", prosiguió Sullivan, esta vez dirigiendo su mirada a Richards. "Aquí
es donde usted interviene con fuerza, Keith… Esa guitarra acústica le da un
toque especial a esa canción. Hay una sensación de… urgencia, de
necesidad…"
Richards se limitó a asentir. "La conexión, el intento de conectar… ¿Qué
sería del ser humano sin eso?"
Bob Precht añadió: "El puente, las melodías… Ese contrapunto entre la guitarra
eléctrica y acústica, Keith... Es impresionante."
Brian Jones aprovechó el momento: "Continuemos con la siguiente. Es sobre…
introspección. Something Happened to Me Yesterday. Refleja los cambios y las sorpresas de la vida."
"Sin duda. Continuamos con… Back Street Girl”, dijo Ed, observando a Jagger. "Esa canción… es casi… teatral."
Jagger sonrió con astucia: “Hay mujeres en la sociedad que, por diferentes
razones, quedan al margen de la llamada sociedad… Queremos contar historias,
no necesariamente complacer.
Bill Wyman fue el encargado de dar paso a la siguiente canción, que daría otro
toque especial a la entrevista. “Luego llega, la esperada…
Ruby Tuesday”. Charlie Watts sonrió al escuchar a Wyman.
"Exacto", intervino Ed. "Esa canción es muy… misteriosa. Es la más
enigmática del álbum, al menos para el gran público".
Jagger carraspeó. “Como toda nuestra música, y cada palabra de cada letra,
esta también… refleja nuestra sociedad. La juventud del momento… Las canciones
están ahí para dar ese servicio: un reflejo fiel de lo que sucede a nuestro
alrededor”.
Bob Precht añadió: “Pero el debate… en este caso concreto, Ed… el debate no
deja de estar justificado. Entre lo prohibido y lo aceptado, ahí radica el
secreto”.
Sullivan se encogió de hombros. "Me han dado ustedes argumentos muy
inteligentes, pero el programa está controlado por ciertas reglas y, como
deben saber, aquí las palabras tienen otro peso."
El ambiente se tensó. Los Rolling Stones sabían que la batalla
estaba perdida.
"Entiendo que se trata de defender la palabra y la moral", dijo Jagger, tras
unos segundos de silencio. "Haré una petición: Permítanos, como artistas, que
expresemos el verdadero lenguaje de la calle, que al fin y al cabo, es lo que
escuchará luego la gente, de forma particular, y sin ningún control".
Sullivan sonrió a medias. "Ustedes actuarán. No me gustaría que se
produjera un desastre. No por mí. Por ustedes mismos, sobre todo".
Mick Jagger respiró hondo. "Bien. Let's spend some time together…”
Con este subwoofer, podrás escuchar a los Rolling de maravilla
Y así, la historia, una vez más, hizo historia, de nuevo, sobre un escenario,
donde el rock era, una vez más, juzgado por la crítica.
La censura intentó amordazar, domesticar. Las cadenas de televisión intentaron
empañar la inocencia. Pero el rock, con sus letras subversivas, su energía
desbordante y su espíritu de rebeldía, siempre ha triunfado. Y cada vez que la
libertad se ha visto amenazada, el rock se ha alzado como un grito desafiante,
como un himno a la verdad, por encima de cualquier impedimento moral.
Porque esa es la esencia del rock: la libertad, la no censura,
provocación. Un espejo de la sociedad, que grita fuerte para romper
cualquier barrera, y demostrar, a cada segundo, que el mundo necesita más
libertad, más verdad.
La historia de los Rolling Stones y de "Let's spend the night together" es solo un ejemplo. Un recordatorio de que el rock nunca se somete,
ni se rinde, porque sabe que, en última instancia, la única arma válida es el
alma. Y con ella, la libertad.
Epílogo
El Between the Buttons, de los Rolling Stones fue publicado el 20 de enero en Gran Bretaña, y el 10 de febrero de 1967 en los Estados Unidos. No tuvo la repercusión a nivel de público, que tuvo, el anterior album, Aftermath, pero algunos de sus temas si se convirtieron en icónicos. La crítica, aunque con tibieza, si lo colocó en su sitio, era un disco muy trabajado, con unas rimas muy elaboradas, sus letras hablan de sexo, de juventud, de rebeldía, incluso de drogas...
Los Rolling Stones tienen una serie de particularidades que son recurrentes a lo largo de toda su discografía, y son la provocación, la rebeldía, la juventud, el sexo, y como no, las drogas. Todo ello forma parte de su idiosincrasia. Sus letras tienen estos componentes, y su música, es el fiel reflejo de la rebeldía de la juventud de los años 60. Este Between the Buttons, de los Rolling Stones, no es una excepción. Refleja un paso mas en la pequeña revolución que supuso la aparición del Aftermath, también éste fue compuesto íntegramente por la dupla Jagger/Richards, e incluye un cierto toque psicodélico, tan de moda en aquellos años, a la vez que se acompaña en varios temas, de instrumentos mas clásicos, conformando lo que se llamaba por aquel entonces el rock barroco. Los Rollings Stones del Between the Buttons, siguen creciendo en esa linea que los cataloga como los reyes del sexo, drogas y rock and roll, además de llegar a ser la banda adalid del movimiento hippie de aquellos años. Pero aun no es su momento para eso. Tienen discos posteriores que son mas representativos de la contracultura, de los finales de los años 60, y que llegarán a provocar el delirio entre los jóvenes que quieren cambiar el mundo, el flower power y la estética hippie.
Los Rolling Stones son considerados, y con razón, uno de los pilares del rock and roll, y transmiten unos sentimientos de rebeldía, que le son inherentes al movimiento rockero. El rock es pura desobediencia, rebeldía e indomabilidad, y en eso, los Rolling Stones son unos maestros. Viva el Rock and Roll. Viva los Rolling.
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La super banda más longeva de todos los tiempos, Rolling Stones... saludos!!!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, anónimo, es una super banda. Y muy longeva, lleva más de 60 años en el mundo de la música... 🤗🤗🤗 un abrazo a ti también.
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